Ha pasado una década desde la última vez que Yamaha no tuvo al campeón o al subcampeón del mundo de MotoGP (en 2007 fue campeón Casey Stoner con Ducati y subcampeón Dani Pedrosa con Honda). Nueve temporadas consecutivas con un piloto entre los dos primeros de la general final que se cortan en este 2017, donde el mejor clasificado de la marca de los diapasones –Maverick Viñales- concluirá en tercera posición.
Un tremendo varapalo para una marca que comenzó la temporada arrasando, con dos victorias en las dos primeras carreras a cargo de Viñales; mientras que Valentino Rossi subió al cajón en las tres primeras citas. Tras Austin, Rossi lideraba con 56 puntos por los 50 de Viñales. En aquel momento, resultaba inimaginable que el título se acabaría resolviendo entre una Honda y una Ducati.
SUMIDOS EN LA OSCURIDAD
Ni siquiera tras el fiasco de Jerez, donde el desastre de las oficiales quedó compensado con el cuarto puesto de Johann Zarco. Sobre todo porque, en Le Mans, solamente la caída de Rossi en la última vuelta evitó un triplete histórico. Aun así, el doblete Viñales-Zarco con el galo estrenándose ante su público seguía evidenciando que la firma de Iwata vivía días de vino y rosas.
Desde entonces, una victoria en doce carreras (Rossi en Assen). Cuatro podios de Maverick y tres de Rossi. Entre los dos pilotos oficiales de Yamaha, apenas siete podios en doce carreras. La cosa no se enderezaba y en Australia, Viñales perdió toda opción al título de pilotos.
En Malasia, no sólo perdían las opciones al de constructores, sino que perdían la segunda posición del mismo en favor de Ducati. En el de equipos, el Movistar Yamaha MotoGP necesita el mayor de los milagros: hacer el doblete y que Marc Márquez y Dani Pedrosa no puntúen. Si no, el título irá para Honda.
Es evidente que, en algún punto del camino del desarrollo de la versión 2017 de la Yamaha YZR-M1, perdieron el rumbo. Durante momentos parecía que lo habían encontrado. En Mugello, Silverstone o Phillip Island llegaron a soñar con la victoria, pero se les escapaba. Y cuando llegaba el agua, se veían sumidos en una profunda oscuridad, incapaces de sacar la cabeza por la zona delantera.
EL BRILLO DE ZARCO
Sin embargo, y como reza el villancico de Ismael Serrano, ‘Siempre hay una luz’. En el caso de Yamaha, y por muy paradójico que pueda resultar, esa luz viste de negro. Del negro Monster ya cuasi corporativo del Tech 3, la estructura satélite a la que la firma japonesa cede sus motos del año anterior para que se batan el cobre con las demás satélites y, en ocasiones, les saquen las castañas del fuego en forma de puntos para el título de constructores.
Para este 2017, el Tech 3 renovó su pareja después de tres años con la pareja formada por Pol Espargaró y Bradley Smith –este llevaba incluso un año más-, que puso rumbo a KTM.
En su lugar, dieron la alternativa a Jonas Folger, fichado desde principios de 2016, y Johann Zarco, que tras firmar un precontrato con Suzuki acabó recalando en el Tech 3 cuando la marca de Hamamatsu decidió optar por Álex Rins por una cuestión de edad.
Ya en los test se intuía que el equipo de Hervé Poncharal había dado en la diana. Desde el principio, Folger y Zarco demostraron ser muy rápidos sobre la M1, una moto redonda que, según diversas y muy autorizadas opiniones, se presenta como perfecta para un piloto que llega para debutar en MotoGP.
En Qatar, Zarco salió dispuesto a dejar boquiabiertos a todos los espectadores que se congregaban ante el televisor –porque en las gradas de Losail no había muchas bocas que abrir- después de casi medio año sin carreras. Salió como una exhalación, se escapó… y se fue al suelo. Un cero en el casillero y un aviso a navegantes.
RAPIDEZ, FIABILIDAD Y FUTURO
No ha vuelto a hacer un cero. De hecho, sus 16 carreras seguidas puntuando desde entonces son la mejor racha activa (por delante de las 15 de Dovizioso), exhibiendo una fiabilidad impropia de un Rookie. Una fiabilidad, no precisamente resultante del conformismo, concepto antónimo a lo que ha probado Zarco en este 2017.
De hecho, en ocasiones se le ha tildado de demasiado agresivo, de realizar demasiados adelantamientos al límite. En Phillip Island estuvo incluso cerca de tirar a Marc Márquez, lo que hubiera podido influir notablemente en la lucha por el título. Sin embargo, sería injusto quedarse solamente con su contundencia a la hora de adelantar, arte que seguramente irá mejorando con las temporadas.
Zarco ha destacado por su impresionante velocidad para ser su primer año en MotoGP, logrando la mejor temporada para un debutante desde el inolvidable 2013 de Marc Márquez, y demostrando que es uno de los pilotos que van a protagonizar las próximas temporadas de la categoría reina. Porque acompaña esa velocidad con un tesón increíble, como el que le hizo cruzar la meta de Misano empujando su moto para salvar un puntito… y con él su racha de carreras puntuando.
Un momento anecdótico que expresa quién es Johann Zarco: un talento que desbordaba y se perdía, hasta que logró encauzarse en Moto2. Todo un bicampeón del mundo que dio el salto a MotoGP cuando se vio preparado. Es obvio que lo estaba.
Dos poles, dos podios –segundo en Le Mans y tercero en Malasia-, tres vueltas rápidas y hasta ocho carreras en el top 5 son sólo números, pero que subrayan la rápida adaptación de Zarco a MotoGP, donde ya solamente le queda la victoria. Es de justicia pensar que llegará más temprano que tarde. Y que de cara a 2019, si Yamaha no logra retenerle –lo cual quizás pase por vestirle de azul-, más de una marca llamará a su puerta.
De momento, en su primer año, además de acabar como la mejor Yamaha hasta en cinco carreras, ha logrado ser el Rookie del año, pero, sobre todo, conquistar la clasificación de independientes logrando batir a dos pilotos con mucha más experiencia en clase reina: Danilo Petrucci y Cal Crutchlow. Ha invertido los papeles de las marcas en la general superando a una Ducati y a una Honda.
En un año de oscuridad para Yamaha, Johann Zarco ha sido una luz independiente.