Jorge Lorenzo vuelve a cumplir 15 años

El piloto balear celebra, en el mismo día, dos tipos de cumpleaños.

Nacho González

Jorge Lorenzo vuelve a cumplir 15 años
Jorge Lorenzo vuelve a cumplir 15 años

Mientras el paddock de MotoGP se engalana para la llegada a Europa con el Gran Premio de España disputado en Jerez, uno de sus grandes protagonistas está de celebración, y por partida doble. Aunque no atraviesa su mejor momento, Jorge Lorenzo es el hombre del día.

Hoy se cumplen 30 años desde su nacimiento, pero eso es lo de menos a nivel deportivo. Lo que hoy se cumplen son 15 años desde que Jorge Lorenzo cumplió 15 años. ¿Qué tiene de especial? Todo aquel que recuerde aquel Gran Premio de España de 2002 lo entenderá.

Aquel viernes, Jorge Lorenzo veía las evoluciones de (los que estaban a punto de ser) sus rivales en 125cc. Con un chupa chups en la boca y la Derbi con el número 48 a buen recaudo en el garaje, Lorenzo contenía las ganas. La moto estaba a punto y el piloto en plena forma, pero no podía salir a pista. ¿El motivo? Aquel pequeño Lorenzo sólo tenía 14 años.

Y como 15 era por aquel entonces la edad mínima exigida para debutar en el mundial (hoy en día es 16 salvo para el campeón mundial junior de Moto3), Lorenzo tuvo que seguir su primer día en el mundial por las pantallas. Un día después, tuvo el mejor regalo que un niño que sueña ser piloto puede tener: debutar en el Mundial de motociclismo.

Han pasado 15 años desde aquel día, y el niño se ha hecho mayor. Y de qué forma. Con cinco títulos mundiales a sus espaldas –algo que sólo han logrado trece pilotos en la historia- sigue persiguiendo el sueño del sexto, y ahora lo hace de rojo Ducati; el color con el que empezó en Derbi y con el que, tras un año en Honda, ganó sus dos primeros mundiales con Aprilia en 250cc.

En medio, casi una década en Yamaha con tres títulos de MotoGP. Como Kenny Roberts. Como Wayne Rainey. Pudo optar por seguir de azul, pero hizo su apuesta al rojo. ¿Por qué? Porque aunque sea la segunda vez que cumple 15, parece que sea la primera. Porque, si se atiende a la ilusión, no ha cambiado absolutamente nada de aquel niño que, con un chupa chups en la boca, esperaba impaciente a que le dejasen salir a jugar al recreo de 125cc. Sólo ha cambiado el juguete.