Marc Márquez v.2019, un software casi perfecto

La última versión ha dejado a la competencia sin saber cómo revertir la situación.

Marc Márquez celebra el título mundial de MotoGP 2019 (Fotos: Gold & Goose).
Marc Márquez celebra el título mundial de MotoGP 2019 (Fotos: Gold & Goose).

Cuando MotoGP decidió instaurar el software único en la centralita electrónica (que ya era única) a partir de la temporada 2016, lo hicieron con el claro objetivo de reducir la variable de la incidencia electrónica –que amenazaba con tornarse en demasiado fundamental- y, por lo tanto, dar más importancia a lo que siempre la ha tenido: la propia moto en sí y, por encima de todo, el piloto.

De esa forma, y partiendo de que la moto es la que actúa como el hardware de todo el conjunto, el único software variable que queda para controlarlo es, precisamente, el del propio piloto. Y como todo software, está sujeto a diversas actualizaciones que se implementan de forma periódica, orientadas a mejorar su rendimiento y eficacia.

Esta temporada, la v.2019 del software Marc Márquez ha rozado la perfección, algo que solamente se explica desde el trabajo previo en dicha actualización, un trabajo que dio comienzo mucho antes de la propia pretemporada; ya que cada actualización tiene que acoplarse a las diferentes modificaciones que el hardware sufre año tras año en el cuartel general en Japón.

Para ello es vital el feedback: en el caso de Marc Márquez, hace ya muchos años que el software funcionaba de maravilla, pero todavía seguía sufriendo para conseguir igualar la potencia del hardware de sus competidores más directo, concretamente la de las Ducati. Por eso, para la v.2019, Márquez hizo una petición muy concreta, tal y como confirmó Takeo Yokoyama, Director Técnico de HRC en MotoGP, en Crash: más potencia.

La potencia es cosa del hardware. El software solamente lo puede gestionar, pero solamente el mejor software puede resistir tantísima potencia y conseguir aplicarla de forma eficaz. De no ser así, el sistema no funcionaría bien, entrando en una sucesión de errores y los reinicios. Márquez lo sabe bien.

‘El sistema se ha recuperado de un error grave’, fue el mensaje que se repitió demasiadas ocasiones durante la v.2015, una versión incapaz de sostener la potencia y que resultó un tanto fallida. Lejos de abandonar el proyecto, lo que se hizo fue una recopilación completa de datos para no repetir los mismos errores. En este caso, ir mejorando la gestión de la potencia por parte del software hasta conseguir que soportase una mayor velocidad. Y, ahí sí, asumir el riesgo de volver a poner más potencia en el hardware, desde la confianza en que la evolución del software a través de las últimas versiones fuese capaz de soportarla con éxito.

Marc Márquez v.2019, un software casi perfecto

Marc Márquez junto a todo su equipo.

El resultado no ha podido ser más satisfactorio. Se han merendado con patatas a la competencia: desde aquellos que tienen el hardware más potente (Ducati) hasta los que han tenido un buen software que se ha visto desaprovechado en las últimas versiones (Yamaha), pasando por aquellos que avanzan en ambos sentidos pero con detalles por pulir (Suzuki).

La competencia no solamente está derrotada: está totalmente desmoralizada, aunque se empeñen en poner buena cara. Hace ya mucho que miran con envidia las versiones del software Marc Márquez, y con un hardware tan potente como el que ha puesto Honda en marcha este 2019, se hace muy difícil pensar en cómo empezar a revertir la situación, lo que inevitablemente pasa por tratar de entender qué es lo que hace tan especial dicho software.

Quizás, la gran peculiaridad del software Marc Márquez respecto a los de la competencia –y por lo tanto el toque distintivo del mismo- es su capacidad para convertir los procesos de trabajo en juegos, hasta el punto de fundir ambos conceptos en un solo y que desde fuera no se pueda saber dónde empieza uno y dónde termina otro: hace los trabajos jugando.

En Honda hace ya mucho tiempo que disfruta de carta blanca, y con ella convierte los entrenamientos en partidas de buscaminas en las que busca las trampas que esconde los circuitos para que, llegada la carrera, sepa perfectamente en qué puntos no debe hacer click. Una vez se apaga el semáforo, sabe que a veces toca jugar al solitario, pero que otras son una partida de pinball donde no siempre puede ganar: por muy bien que lo haga los demás también juegan y no se acaba el mundo si Andrea Dovizioso o Álex Rins le cuelan una bola. Cuando eso sucede, sencillamente vuelve a tirar y sigue jugando.

Él va haciendo puntos hasta que llegue el momento de sacar un seis en el dado, de pasarse el séptimo nivel o de meter la bola ocho. Cambia el número pero no el resultado: en su pantalla aparecen globos y confeti mientras en la de sus rivales aparecen unas letras enormes en las que se lee 'GAME OVER'. Y debajo: 'Insert coin'.

Que nadie lo dude: todos los demás jugadores ya están metiendo monedas para volver a intentarlo. Él lo sabe y ya está preparando la v.2020. La próxima partida ya ha empezado.