Con el paso de los años y la avalancha de éxitos del motociclismo español en este tiempo, da la sensación de que haber luchado por un título mundial y no conseguirlo puede saber a poco. Pero cuando a Carlos Cardús se le escapó la oportunidad de ganar el título de 250 en 1990 después de conseguir cuatro victorias, lo que en realidad aportaba a nuestro deporte fue el mejor resultado para los nuestros en una temporada que escenificaba la resaca de seis títulos mundiales de 80, 125 y 250 cc logrados por Sito Pons, Jorge Martínez «Aspar», Álex Crivillé y Manuel «Champi» Herreros en las dos temporadas inmediatamente anteriores.
Y mayor valor aún le daba a lo conseguido por Cardús el hecho de que el campeón de esa temporada en el «cuarto de litro» no fuera otro que Jonh Kocinski, con toda seguridad uno de los mejores pilotos en la historia de la categoría del «cuarto de litro».
Cardús comenzaba su temporada del año 90 después de haber conseguido su primera victoria en GG.PP durante la temporada anterior, un salto cualitativo como piloto que le transportó a un nuevo escenario de motivación y rendimiento: «Recuerdo que en aquella temporada contaba con un gran patrocinador, Repsol, y un excelente equipo técnico», comienza reconociendo el propio Carlos en el inicio de nuestro encuentro para rememorar aquella temporada.
«Contaba con George Vuckmanovich, que anteriormente había trabajado con Freddie Spencer y Randy Mamola, aunque después la relación se degradó por lo que yo creo que eran sus propios intereses. En esa temporada Sito Pons había dado el salto a la categoría de 500, Garriga siguió su estela y Crivillé se estrenaba en 250 con Yamaha y el equipo de Giacomo Agostini. Yo me quedé en 250 con un equipo bien reforzado y por entonces todo el mundo tenía mucho miedo de la llegada de Kocinski»
Y no era para menos. El joven norteamericano había aparecido de forma esporádica en el Campeonato del Mundo desde 1988, primero en 250 y después también en 500. En la temporada de 1989, las dos salidas del norteamericano se saldaron con dos imponentes victorias en Suzuka y Laguna Seca.
Así que, cuando se anunció que Kocinski correría la temporada completa de 1990, todos los observadores le daban por gran favorito antes de darse la primera carrera: «Así las cosas -continúa Carlos- me quedó a mí la responsabilidad de mantener el éxito español de las temporadas anteriores en esta categoría».
A pesar de las expectativas en torno a Kocinski, en la primera carrera de la temporada en Suzuka, el americano sufrió un encontronazo en la primera vuelta de la carrera y quedó relegado a las últimas posiciones. Ganó Luca Cadalora y Cardús fue segundo. «Después seguí luchando en cada carrera y llegó un momento en que me encontraba realmente bien física y mentalmente, como nunca me había encontrado».
Sin embargo, los problemas iniciales de Kocinski quedaron rápidamente olvidados con tres magistrales victorias consecutivas en Laguna Seca, Jerez y Misano. A pesar de la regularidad de Cardús, que había sido sexto y cuarto dos veces en las mismas carreras, Kocinski era líder de la clasificación cuando Cadalora perdió el empuje inicial, algo típico del italiano en sus años con Yamaha en el «cuarto de litro».
Sin embargo, en el GP de Alemania en Nürburgring hubo rebelión en las últimas vueltas y el holandés Wilco Zeelemberg, actualmente uno de los hombres de confianza de Jorge Lorenzo, lograba la que sería la única victoria en GP de su palmarés en el Mundial. Cardús volvió a ser segundo y Kocinski acabaría tercero.
Aquello no solo rompía la racha victoriosa de Kocinski, sino que demostraba además que el norteamericano no era imbatible. En Austria Cardús sufrió una rotura que le dejó fuera de carrera, pero en Yugoslavia llegaría su primera victoria de la temporada en trágicas circunstancias.
Durante las últimas vueltas, Cardús, Kocinski, Martin Wimmer, Zeelemberg y compañía luchaban en cabeza de carrera. Tras ellos rodaba el alemán Reinhold Roth, que no pudo evitar esquivar a un piloto doblado e impactó con él. Roth sufrió gravísimas heridas que todavía hoy le afectan. Al detenerse la carrera la victoria fue para Cardús.
A partir de entonces, Carlos comenzaría a enlazar sólidos resultados a remolque de Kocinski en la provisional, venciendo en Francia con caída de Kocinski incluida. En la siguiente carrera en Gran Bretaña el americano acabó de nuevo por los suelos y ponía el título a tiro del piloto español.
Las dos carreras siguientes se correrían en Suecia y en la Checoslovaquia. Tanto en Anderstop como en Brno Cardús logró dos magnífi cas victorias y, aquel sonado triunfo en Brno frente a Kocinski y Helmut Bradl -padre del actual campeón de Moto2-, ha permanecido en la memoria de Cardús como la mejor de sus carreras en el Mundial: «Aquella temporada conseguí excelentes victorias en Rijeka, Le Mans, Anderstop y Brno, pero de la que mejor recuerdo guardo, sin duda, es de la de Brno», matiza Carlos.
En la carrera Bradl buscaba desesperadamente su primera victoria en el Mundial. El alemán salió en primera posición y así se mantuvo hasta que llegaron las últimas vueltas, cuando su amplia ventaja se desvaneció por la llegada a la cabeza de carrera de Cardús y Kocinski: «Creo recordar que yo salía cuarto en parrilla ese día, Bradl se había escapado y Kocinski y yo nos quedamos atrás en nuestra lucha particular.
Pero según se acercaban las vueltas finales conseguimos alcanzarle. Pasé a Bradl en la frenada de una de las bajadas y Kocinski hizo lo mismo. Pasé la última vuelta con Kocinski a rueda, pero conseguí en ese giro la vuelta rápida de carrera, un récord que se mantuvo hasta varios años después».
Cardús conseguiría una victoria magistral, seguida de un gran corte de mangas a Kocinski tras cruzar la meta: «Cuando crucé la meta descargué mi euforia haciéndole una “butifarra”, algo que quizá no estuvo bien, pero la tensión a esas alturas de la temporada con el título en juego deterioró nuestra relación por muchas de sus declaraciones a la prensa y ese gesto escenifi có hasta qué punto estábamos enfrentados. Él solía sacarme el dedo y yo le hice el corte de mangas». Kocinski, como piloto, era buenísimo. Seguramente sea el rival más duro que me haya encontrado, pero el apartado emocional no lo tenía muy trabajado. Hasta el punto que sus compañeros en el equipo de 500 de Roberts, Lawson y Rainey, preferían que yo ganase el título. A Kocinski lo había formado Kenny Roberts, y cuando le hablabas de él echaba espuma por la boca porque no le aguantaba como persona. Era un tipo difícil que tenía muchas manías y era muy maleducado en los modales. Yo pienso que siempre fui un piloto limpio en la pista. Creo que él no lo era tanto. Si podía hacerte algo, te lo hacía».
Pero Cardús guardaba la que probablemente fuera su mejor arma, la capacidad para frenar en el último momento, tal como quedó demostrado aquel día en Brno: «Sí, reconozco que se me daban bien las frenadas, pero también que aquélla sobre Bradl en la última vuelta de Brno, la hice “con la lengua fuera…”.
Quizá, aquel día tenía “la estrella”, las circunstancias estaban a mi favor».
«Después en Hungría Kocinski ganó y yo fui tercero sobre Bradl. Allí perdí cinco de los 10 puntos de ventaja que sacaba a Kocinski en la clasificación, y entonces llegó la última carrera en Australia».
Desafortunadamente, Cardús no estuvo tan fino en la carrera de Phillip Island. Puede que fuera la tensión acumulada, pero ello también coincidió con una magistral actuación de Kocinski, que se mostró intratable.
Carlos solo necesitaba la segunda posición para ser campeón, ya que entonces el ganador se llevaba 20 puntos, el segundo 17 y el tercero 15. En carrera Bradl -también con Honda-, rebasó a Cardús, que se vio incapaz de contener al alemán con Kocinski en cabeza.
El tercer puesto les empataba a puntos, pero el mayor número de victorias haría campeón a Kocinski en caso de empate. Cuando la carrera estaba llegando a su fin Cardús pasó por meta haciendo extraños gestos y mirando a la palanca de cambios, y a la vuelta siguiente se retiró al entrar en el pit lane alegando una rotura en la varilla del reenvío del selector. Aquello acabó dramáticamente con todas sus esperanzas de ser campeón del mundo.
En 1990 hizo una magnífica temporada, aunque también reconoce algunos errores importantes: «Quizá lo peor que hice fue confiar en las personas equivocadas. Creo sinceramente que Vuckmanovich manipuló la palanca del cambio en Australia, y eso es algo de lo que fueron testigo algunos periodistas. No hablé de ello hasta hace solo unos años en el diario AS. Era algo que en su momento me resistí a creer, pero estoy convencido de que fue así.
Él tenía planeado en secreto volver con Kanemoto -el gurú de Spencer-, para correr con Honda y Cadalora, por lo que si yo ganaba el título, ellos no lo tendrían tan fácil para conseguir la primera Honda en 1990. Pero yo perdí el título y Cadalora ganó los dos siguientes con Honda y los dos técnicos mencionados», algo que al menos le da sentido a la teoría de la conspiración denunciada por Cardús: «Me equivoqué porque quizá fui demasiado inocente. De Honda y Repsol jamás podré quejarme por la gran ayuda que recibí, pero con Vuckmanovich me equivoqué. Y quizá, si no hubiera sufrido la rotura en Austria, puede que hubiera ganado el título»