Seguramente, una de las mejores carreras que ha realizado Marc Márquez en su exitosa trayectoria en MotoGP es una que no aparece entre las 47 victorias que suma ya en la categoría reina, donde es cuarto en el ránking histórico. Es la que realizó el 22 de mayo de 2016 en el Autódromo del Mugello.
Aquel día, Márquez plantó cara al binomio que formaban Jorge Lorenzo y Yamaha, un binomio que sumaba ya tres títulos mundiales en seis temporadas y que en Mugello se volvía prácticamente letal: después de que el propio Márquez cortase en 2014 la racha de victorias consecutivas del balear –que tras dos segundos puestos había conseguido ganar en 2011, 2012 y 2013-; Lorenzo había conseguido su cuatro triunfo allí en 2015, el annus horribilis del de Cervera.
En ese 2016, Lorenzo y Márquez ofrecieron un gran espectáculo (Valentino Rossi estuvo con ellos hasta que falló su motor en la octava vuelta), con el de Honda realizando una de sus mayores exhibiciones para plantar cara a un rival que, allí, parecía superior. Ese día se puede decir que el 93 lo hizo todo bien, pero el motor de su Honda RC213V no le acompañó y, cuando en el box del Repsol Honda ya estaban festejando la victoria, Jorge Lorenzo le batió sobre la misma línea de meta por 19 milésimas.
Fue, sin ninguna duda, una de las más dolorosas derrotas en la historia reciente de Honda. De las miles maneras que hay de perder una carrera de motos, que la marca rival te arrebate una victoria que ya estabas celebrando porque su motor es mejor que el tuyo es un ataque directo al corazón de Honda, que desde entonces se puso manos a la obra para que no volviera a suceder algo así.
El motor ha mejorado –y mucho- desde entonces. La Honda RC213V ha sufrido una evolución más que evidente en los tres últimos años, y ha llegado la hora de demostrarlo en Mugello, un escenario donde la marca ha encallado en demasiadas ocasiones en la era MotoGP. En el medio litro prácticamente monopolizaban las victorias allí, ganando 12 de las 16 carreras y dejando apenas dos para Suzuki y dos para Yamaha.
Pero desde el cambio de categoría se han cambiado las tornas, con 10 triunfos de Yamaha y solo 4 de Honda: Valentino Rossi siguió con esa racha triunfal las dos primeras temporadas, pero con su marcha a Yamaha se llevó consigo la hegemonía en Mugello, venciendo las siguientes cinco ediciones con la firma de los diapasones. La racha la cortaría Casey Stoner con Ducati, con Dani Pedrosa devolviendo a Honda a lo alto del GP de Italia en 2010. Desde entonces, un solo triunfo (Márquez en 2014) en ocho años, con Ducati ganando las dos últimas: Andrea Dovizioso en 2017 y Jorge Lorenzo en 2018, en el que sería su estreno con la firma italiana.
Puede que perder ante Ducati duela menos en Honda, pero sigue siendo perder. Además, Ducati se ha convertido en la marca rival en estos dos últimos años en los que Yamaha parece haberse desviado del camino, por lo que ser capaz de estar al nivel de potencia de las Desmosedici ha sido otro de los grandes objetivos de la marca: en Qatar, otro de esos circuitos donde el motor hace la diferencia, Márquez sucumbió ante Dovi, pero desde entonces nadie ha podido con él.
Mugello será la prueba del algodón para la Honda, que no para Márquez. El español ha mostrado estar un paso por delante de sus rivales en los últimos cuatro grandes premios, y solamente el fiasco de Austin evita que su liderato sea más holgado. En Mugello la cosa cambiará: no gana allí desde 2014 y sabe que para que no se repita lo sucedido en 2016, necesita que su máquina esté a la altura en la kilométrica recta del trazado transalpino. Si la RC213V pasa la prueba del algodón italiano ante las poderosas Desmosedici, dará un golpe tremendo a la moral de Borgo Panigale y un gran paso hacia el título, aunque quede mucho.
Pero no será su máquina la única que se someta a la prueba del algodón este fin de semana: también lo hará Jorge Lorenzo, que llega a un escenario donde dominó con la Yamaha y en el que se estrenó con Ducati. De ahí que las expectativas de un paso adelante con la Honda sean fundadas.
Sobre todo teniendo en cuenta que en Le Mans ya lo dio: quizás no en cuanto a posición final en carrera, pero en un clima en el que hay tantísimos pilotos en un puñado de segundos, a veces los pasos adelante son más silenciosos; y si se observa la distancia al ganador de carrera, finalizó mucho más cerca de su compañero que en carreras anteriores.
Es decir, que con el nivel demostrado en Le Mans y ese extra en forma de décimas que siempre ha sacado de Mugello, no es ninguna quimera pensar en que pueda estrenarse en el cajón con Honda o, al menos, estar luchando delante, que es donde tiene que estar.