“Nieva y nadie dice nada, / quedan sólo las pisadas / de los que salen de escena", canta Ismael Serrano en uno de sus últimos temas. Lo sucedido en Silverstone en domingo, donde sólo faltó la nieve, recuerda dos momentos mundialistas, ya pretéritos: el Gran Premio de las Naciones de 1989, y el Gran Premio de Austria de 1980. El segundo no fue. El primero fue sin serlo.
El primero fue un esperpento en el que se desoyó a los principales pilotos. En Misano (Santa Mónica por aquel entonces) la carrera llegó a empezar y se paró cuando Kevin Schwantz levantó la mano por la lluvia. La pista estaba tan peligrosa que todos los principales pilotos se negaron a salir: el ‘Pajarito’, Eddie Lawson, Wayne Rainey, Christian Sarron, Wayne Gardner, Mick Doohan, Niall MacKenzie, Ron Haslam, Freddie Spencer, Randy Mamola… Salieron los privados y Pierfrancesco Chili.
Por suerte, se recuerda aquel día como la única victoria del italiano en 500cc; por los únicos podios mundialistas de Simon Buckmaster y Michael Rudroff, o por la octava posición del ‘Nani’ Fernando González de Nicolás. Por suerte no se recuerda por una desgracia, pero se tentó a la suerte.
El segundo fue la única vez en la historia que un gran premio no se disputó por las condiciones meteorológicas. Y no, Silverstone 2018 no ha sido la segunda. Austria 1980 sigue siendo la única, porque la cancelación del Gran Premio de Gran Bretaña (y esto hay que repetirlo tantas veces como sea necesario) no se debió a las condiciones meteorológicas, sino al deficiente estado del trazado británico, incapaz de hacer frente a las mismas.
La lluvia hubiese permitido correr en cualquier trazado que no se hubiese convertido en una auténtica piscina. Se han corrido muchas carreras con esa cantidad de lluvia, incluso más. El problema no estaba en el cielo, estaba en el suelo.
Porque una nevada de proporciones bíblicas es un gran motivo para suspender una cita de la competición más importante del mundo del motociclismo. Un fenómeno meteorológico incompatible con la disputa de las carreras de velocidad en circuito (para eso está el Ice Speedway). La lluvia no lo es: es un fenómeno meteorológico que cambia las condiciones de la carrera, pero que no impide su disputa siempre y cuando no sea torrencial. La de Silverstone estaba muy lejos de serlo.
Fueron las deficiencias del reasfaltado las que, a efectos de la seguridad, transformaron el agua en nieve. Las que convirtieron lo que debió ser una carrera en mojado –seguramente de eliminación- en la primera cancelación total en casi cuatro décadas. La diferencia entre un circuito delicado y una trampa llamada aquaplanning cuyas consecuencias resulta mejor ni imaginar, porque al final se tomó la decisión correcta.
Como si hubiera nevado en Silverstone, transcurrió el domingo y, tras una larga espera, el circuito se fue quedando vacío. Los aficionados se fueron marchando hartos de jugarse una hipotermia para nada, y finalmente los pilotos se plantaron, por más que Jack Miller o Scott Redding quisieran hacerse un Chili.
Como si hubiera nevado, Silverstone se fue quedando en silencio, dejando sólo las pisadas de los que –maldiciendo al cielo por un problema que estaba en el suelo- iban saliendo de escena.