Siete años, tres meses y cuatro días pasaron desde que Andrea Dovizioso surgió, vestido de Honda Repsol, para quebrar –aunque fuese por un día- la tiranía establecida por Valentino Rossi, Dani Pedrosa, Jorge Lorenzo y Casey Stoner; hasta su segunda victoria, en la penúltima cita de este 2016. Allí, en Donington, se había erigido como claro candidato a quinto magnífico.
Muchas cosas cambiaron desde ese 26 de julio de 2009. De los pilotos que compartieron parrilla con Dovizioso aquel día, sólo continúan en MotoGP –y siguen ganando- Rossi, Pedrosa y Lorenzo. Y cabe preguntarse dónde estaban los otros cinco ganadores de este 2016, conocido ya por el hito de los nueve triunfadores distintos, el día que Dovi se estrenó:
Marc Márquez lograba salir con un punto de Donington con la KTM de 125cc, al batir al irlandés Paul Jordan para hacerse con la 15ª posición. En la misma carrera, Andrea Iannone no llegaba a cruzar la meta. Ese día, tampoco acabaría su carrera Cal Crutchlow pese a salir desde la pole en Brno, complicándose un título de Supersport que acabaría conquistando.
Maverick Viñales disfrutaba del parón vacacional del CEV Buckler de 125GP –que acabaría como subcampeón-, mientras que Jack Miller ni siquiera había pisado Europa: tras haber despuntado en dirt track, estaba inmerso en su primera temporada de velocidad en Tasmania, en la que salió campeón del octavo de litro. En este 2016, Miller, Iannone y Viñales habían igualado las victorias de Andrea, y Crutchlow incluso le había superado.
Impotente, a Dovi sólo le quedaba trabajar en silencio. Trabajar y recordar que él vivió lo mismo, ansiando revivir el día en que batió al ya retirado Colin Edwards y al actual probador de KTM, Randy De Puniet, surcando el temporal británico para coronarse en MotoGP tras haber conquistado el título de 125cc y ser doble subcampeón del cuarto de litro, ambos tras Lorenzo.
Con esas credenciales, no era extraño que estuviera considerado la gran apuesta italiana de futuro, el heredero de Rossi (uno de tantos). De ahí que, en el momento, su victoria no fuese concebida como excepción, pese a llegar bajo las singulares condiciones británicas. Se veía como la primera de muchas. Empezó a considerarse excepcional al no repetirse.
Finalmente, la anhelada reválida ha tenido que llegar en otro país con un clima cuanto menos peculiar como es Malasia, donde ya fue segundo en 2010. Donde por fin ha logrado revivir lo que sintió aquel día. Desde fuera, sólo podemos saber que entre Donington y Sepang pasaron más de siete años y 131 carreras, en las que Dovi subió al podio 31 veces, deambulando entre Honda y Yamaha antes de recalar en una Ducati venida a menos que ha acabado yendo a más.
Sin embargo, sólo él sabe qué pasó por su cabeza en ese tiempo, en el que ganar se convirtió en una obsesión cuya ausencia tornó en pesadilla. Sólo él sabe lo que vivió entre dos aguas.
ROSSI, EL PRIMERO DE LOS NO GANADORES
Para ganar, Dovizioso tuvo que madurar la carrera y ver cómo caían las Honda de Márquez y Crutchlow y su compañero Iannone. Descolgado Lorenzo, sólo quedaba Rossi. El árbol que le cobijó en sus albores pero cuya sombra se alargó hasta minimizarle.
Esta vez, apoyado en ese misil llamado Desmosedici, aprovechó el único error de Rossi –que vueltas antes había perpetrado uno de los adelantamientos del año al pasar, en una sola frenada, a Iannone, Márquez y Lorenzo- para largarse a por el triunfo y dejar a Rossi festejando el subcampeonato con el agridulce champán de la segunda posición.
Por tercer año seguido, Valentino Rossi aparecerá en los libros de historia en segunda posición, cuyo propietario suele ser coloquialmente denominado ‘el primero de los perdedores’. Una generalización que pierde sentido al contextualizar casos concretos, como el de Il Dottore; a quien parece más justo considerar, un año más, como el ‘primero de los no ganadores’.
Es su sexto subcampeonato, que unido a sus nueve títulos hace un total de 15 de sus 21 temporadas acabando entre los dos primeros, 17 en el top 3. Esa es la medida del mito.
Una medida cuyo valor crece al bajar un escalón y ver al tercero, tanto en Malasia como en el global: Jorge Lorenzo, que tuvo una semi redención lluviosa al pescar, por eliminación, un podio balsámico que parece finiquitar un mal que amenazaba con volverse endémico.
Por detrás, Héctor Barberá y Loris Baz invirtieron los papeles de Brno para darle al Avintia su segunda gran fiesta de este 2016, donde la miel del podio volvió a acariciar sus labios pero tuvieron que ‘conformarse’ con meter a sus dos pilotos en el top 5, que no es moco de pavo.
Sexto, Maverick Viñales sigue evidenciando que ni a él ni a Suzuki les gusta el agua; seguido por Álvaro Bautista, que carrera tras carrera hace cabecear las paredes a los mandamases de Aprilia al pensar que el año que viene pacerá en box ajeno. Jack Miller salvó unos valiosos puntos para que Honda pueda rematar el título de constructores en Valencia, donde Pol Espargaró (noveno) soñará con la machada de robarle a Crutchlow el título de independientes.
LA CITA DOBLE DE JOHANN ZARCO
En la parrilla de salida de Sepang, toda la presión del mundo descansaba sobre las espaldas de un hombre que desprende una esencia de otras épocas: Johann Zarco. El atípico francés representa los valores ya ocultos de la vieja cultura motera, donde la gasolina ocupa un lugar muy superior en la escala a los medios de comunicación y las redes sociales.
Ya un año atrás huyó de los presurosos cantos de sirena que le catapultaban a MotoGP en un salto sin red, optando por mantener una cita, ciega y doble, con la historia. Ciega porque es una categoría donde los colores se fusionan en un arco iris que escupe a cada uno a su antojo. Doble, porque no sólo tenía ante sí la ocasión de ser el primero en reeditar título en Moto2, sino también de ser el primer francés de la historia en duplicar corona.
Rubricó la hazaña con un doble backflip cargado de simbolismo, después de perpetrar una magistral exhibición sobre la lluvia, donde antes de ser un piloto total fue un consumado especialista que se ganó el sobrenombre de ‘Charco’, venciendo ante Franco Morbidelli y Jonas Folger ante la impotente mirada de Thomas Luthi y Álex Rins.
BAGNAIA NADA ENTRE LA NADA
El absoluto caos vivido en Moto3, fruto de una endiablada combinación donde el exceso de fogosidad actuaba de forma inversamente proporcional al drenaje del reasfaltado Sepang, provocó diversos sustos y un sinfín de abandonos que se tradujeron en un porcentaje de abandonos mucho más propios de la resistencia que de la velocidad.
Las caídas de Joan Mir, Brad Binder y Jorge Navarro dejaron a Pecco Bagnaia en medio de la nada, y el italiano de Mahindra lo aprovechó para, entre los parches húmedos de un asfalto supuestamente seco, nadar hasta su segunda victoria del año. Le escoltaron en el cajón Jakub Kornfeil y Bo Bendsneyder, en una carrera terminada por una bandera roja que llegó muy pronto para algunos y muy tarde para la gran mayoría de espectadores.