El Gran Premio de Argentina dejó, por segundo año consecutivo, a un piloto que se estrenaba en lo más alto del podio de MotoGP. Fue la primera vez que ‘Bez’ -nombre coloquial de Marco Bezzecchi- no tenía a nadie por encima al término de un fin de semana de la clase reina, en la que aterrizó hace un año sin que nadie le tuviese como una superestrella en ciernes.
Tardó once carreras en subir al podio con un gran segundo puesto en Assen 2022 y ha tardado 22 en convertirse en el 119º ganador en la máxima categoría. No solo eso: ha pasado a liderar la clasificación general en una escalada imparable: tras caerse en el Sprint de Portimao se resarció con un tercer puesto en la carrera lusa, subiendo otro peldaño en el Sprint de Termas de Río Hondo para, finalmente, ganar la carrera dominical con una autoridad aplastante.
Fue una de esas victorias que alegran a casi todo el mundo porque, de alguna forma, era como si todo tuviese sentido. Como si durante años las señales hubiesen estado ahí latentes y lo sucedido sobre el empapado asfalto argentino fuese la última pieza de un puzle que el universo había estado engarzando durante años.
En primer lugar, es inevitable recordar a Marco Simoncelli al ver a su tocayo Bezzecchi, haciendo aflorar la pregunta de si hubiese sido el elegido para suceder a Rossi. No solamente por esos pelos que ni el casco es capaz de ordenar, sino por esa contagiosa sonrisa que tienen las personas que enseñan más la lengua que los dientes y a los que no cuesta imaginar viviendo en una cueva del Sacromonte granaíno.

Cuando llegó el segundo podio de ‘SuperSIC’ en Phillip Island (el primero había sido unas cuantas carreras antes en Brno) todo el mundo tenía claro que su primera victoria era cuestión de tiempo, pero desgraciadamente el macabro destino tenía otros planes. Por eso, cuando hace una semana llegó el segundo podio de ‘SuperBez’, todo el mundo sabía que el triunfo de Marco esta vez sí llegaría. Apenas siete días bastaron para poder verlo.
Fue también la primera victoria en categoría reina del VR46 Racing Team, el equipo cuyo germen está en la academia montada por Valentino Rossi y cuyas raíces están también en la figura del propio Simoncelli; al que ‘Il Dottore’ adoptó como un hermano pequeño y con el que descubrió cuán gratificante puede ser la transmisión de conocimientos.
Sobrado de carisma, Bezzecchi no dudó en enfundarse una elástica de la selección de fútbol de Argentina, flamantes campeones del mundo con Leo Messi como estrella. Rápidamente a todo el mundo le vino la imagen de otro italiano de pelo rizado con una casaca casi idéntica -con el 10 de Diego Armando Maradona- tras llevarse la victoria en el mismo escenario allá por 2015.
No fue otro que Valentino Rossi, claro. El hombre sin el que ni Bezzecchi no estaría donde está y al que ha devuelto la confianza al darle su victoria 90 en la categoría reina: después de 89 como piloto ya tiene una como dueño de equipo. No le hizo falta estar presente para estar en el podio: estaba su valido Uccio Salucci.

Y, saliendo del núcleo de Rossi pero más cerca en el tiempo, otro déjà vu. Tras lograr subir al cajón como rookie, nada más comenzar su segundo curso en MotoGP ha aprovechado el hecho de tener la versión previa de la Desmosedici -evolucionada a tope durante todo el curso anterior- para sorprender a todo el mundo, incluidos los pilotos con la Ducati más nueva, para elevarse al primer puesto del podio y de la clasificación general a sus 24 años.
Fue exactamente lo sucedido hace un año con su compatriota Enea Bastianini, que deslumbró bajo los focos de Qatar 2022 nada más comenzar su segunda temporada aprovechando la Ducati del año anterior para dar la sorpresa en el preludio de su temporada de consagración. Ah, y tenía 24 años.
Ahora todo adquiere sentido. Como sucediese un año atrás con Aleix Espargaró, su victoria en Argentina desmonta toda crítica sobre la idoneidad de su presencia en la categoría reina, donde se ha llegado a un punto en el que parece que si no eres campeón del mundo en las categorías de acceso tienes que estar demostrando cada dos por tres que mereces llevar una MotoGP.

Bezzecchi no es campeón del mundo, pero su palmarés va sobrado de méritos: en 2017, como rookie, logró subir al podio de Moto3 con la Mahindra del CIP aprovechando el agua de Motegi; y un año después acabó tercero en el Mundial, siendo la única KTM de un top 6 lleno de Honda.
En Moto2, tras un año difícil con el chasis KTM del Tech3, cuajó dos grandes temporadas ya en las filas del VR46, convenciendo a la estructura de Rossi para abrirle las puertas de MotoGP. Un año después, se ha convertido en el 26º piloto en hacer sonar el himno italiano en la clase reina. Ahora que ya ha disfrutado de esa melodía única, solamente se le puede pedir una cosa: “Tócala otra Bez, Marco”.