No es ningún secreto. Ducati vive una época de vino y rosas... con un regusto a vinagre y una espina clavada en el fondo de su orgullo. Con Andrea Dovizioso y Jorge Lorenzo han encontrado la dupla más completa de su historia en MotoGP, pero se dieron cuenta tarde y ahora saben que esa felicidad caduca en apenas tres meses.
Dovizioso ya ha demostrado hasta dónde puede llegar. Con su excelso conocimiento de la Ducati Desmosedici logró forzar a Marc Márquez hasta el Ricardo Tormo, cuajando una temporada que reforzó su estatus dentro de la marca, que priorizó la renovación de su contrato.
Mientras, Lorenzo sufría en su proceso de adaptación. Pese a lo evidente de su evolución a lo largo de 2017, un par de contratiempos a inicios de esta temporada sembraron la duda en Bolonia. Un titubeo lógico pero cuya extensión en el tiempo acabó colmando la paciencia del balear, que ante los rumores que colocaban a Danilo Petrucci (que finalmente sería el elegido) o Jack Miller en su moto optó por coger el toro por los cuernos, descolgar el teléfono y pedirle a Alberto Puig la Honda que Dani Pedrosa dejaba libre. Y claro, Puig no es un hombre que deje pasar las gangas.
De repente, la evolución de temporada y media cristalizó. Para colmo, lo hizo en Mugello. Allí ya hubo quien se tiró de los pelos. La cara de Gigi Dall’Igna era un poema. El genio italiano, gran valedor en su día del fichaje del pentacampeón, no daba crédito a la precipitación de hechos que habían truncado la continuidad de su sueño.
La segunda victoria consecutiva del mallorquín en Montmeló se clavó como una estaca, y el doblete de Brno comandado por Dovizioso fue la confirmación definitiva de la magnitud del error cometido con el 99.
Cargados en su día de razones por lo abultado del contrato con el que le vistieron de rojo y la contraposición de su salario con el número de puntos (antes de Mugello apenas tenía 16 puntos y era 14º en la general), se dieron de bruces con la realidad: el valor de mercado del binomio Lorenzo/Ducati por fin se había disparado. Y ellos ya habían vendido las acciones en el peor momento posible. La falta de paciencia en su activo dio al traste con su gran inversión cuando empezaba a vislumbrarse el retorno.
Ya no pueden ocultarlo. No tiene sentido. Por muy bueno que sea Petrucci, que lo es, dejar escapar a un tricampeón de MotoGP cuando su adaptación a la moto es casi plena ha sido un error garrafal. El jefe, Paolo Ciabatti, ya lo dice claro: “Es triste cuando te das cuenta de que después de nueve carreras estará en otro equipo", reconoce en MCN.
“Se toman decisiones y a veces hay arrepentimiento, pero es un piloto Ducati hasta el último día en Valencia y le apoyaremos y le ayudaremos a ganar carreras hasta entonces", continúa el italiano, que cuenta que tras la carrera de Brno, Lorenzo le dijo que “cada vez entiende más y más pequeñas cosas de la moto que le permiten pilotar con todo su potencial".
No es extraño. Lorenzo, al que Ciabatti califica como “una gran persona" pese a que “a veces dice mucho lo que piensa y no es políticamente correcto", lleva dos victorias y un segundo puesto en las cinco últimas carreras, en las que ha sumado más puntos que nadie: 89 por los 86 de Márquez, los 76 de Valentino Rossi o los 67 de Dovizioso.
Ni siquiera el discreto resultado de Assen –cuando se diluyó tras liderar la primera parte de la carrera para acabar séptimo- o el semi descalabro de las oficiales en Sachsenring –donde ganó a Dovizioso pero quedó sexto por detrás de Danilo Petrucci y Álvaro Bautista- hicieron mella en la progresión demostrada sobre la Desmosedici. Al contrario, fueron la prueba de que todavía tiene margen de mejora.
Y, sobre todo, fueron la prueba de que su nivel de entendimiento de la máquina italiana es inversamente proporcional al tiempo que le queda vestido de rojo. Ahora, con nueve carreras por delante, Ducati tiene ante sí escenarios a priori muy propicios como Austria, Japón o Malasia. Escenarios donde tanto Lorenzo como Dovizioso serán favoritos claros a la victoria.
Sin embargo, diversos factores han puesto el título muy difícil. Lorenzo tuvo algunas actuaciones más bien flojas, lo que unido a desastres como el de Jerez –donde ambos cayeron junto a Dani Pedrosa- han condicionado la temporada.
Por eso, el año para el asalto definitivo al título por parte del binomio Lorenzo-Ducati debía ser 2019. Su progresión así lo indica, y en la marca lo saben. Por eso, aunque ahora se abonen al doblete, la felicidad de sus festejos se ve ensombrecida por una mueca de la tristeza que les produce saber que es efímero. Que el vino se pica y las rosas se marchitan. Que cada éxito de Lorenzo está más cerca de su adiós.