“Como la mayoría sabéis, no corro desde 2015. Muchos me habéis preguntado: ‘¿Por qué no?’, pero nunca ha respondido completamente. La verdad es que tenía miedo de hablar de ello por el miedo a perder el apoyo de amigos, familia, fans, patrocinadores y mi comunidad de las carreras. También pensé que podía enterrar la verdad, dejarla atrás y seguir adelante como siempre he hecho. Pero estaba equivocada, y ya no puedo callarme más”.
Estas palabras están sacadas del propio Facebook de la piloto norteamericana Elena Myers, que continúa:
“Un día después de la última carrera de 2014, fui agredida sexualmente por un masajista terapéutico en el spa del Loews Philadelphia Hotel. Informé de la agresión a varios empleados del spa y del hotel, pero nadie me ayudó. Este artículo, que sale hoy en Philadelphia Magazine, es un comienzo para compartir la dolorosa verdad sobre lo sucedido durante y después de la agresión.
Espero que esto ayude a que otros hombres y mujeres en circunstancias similares consigan la ayuda necesaria para lidiar con el trauma de una agresión sexual. Por favor, no os calléis”, concluye Myers, enlazando a la noticia donde se detalla lo sucedido en septiembre de 2014.
La noticia de la retirada temporal de la joven piloto estadounidense Elena Myers sorprendió a propios y extraños, pero nadie podía imaginar la terrible historia sufrida por la joven piloto californiana, y que fue la que acabó desencadenando la decisión: la agresión sexual que sufrió por parte de un masajista después de una carrera en 2014.
Corría el mes de enero de 2016 cuando una noticia entristeció al paddock de MotoAmerica: la prometedora Elena Myers, el gran talento del motociclismo femenino estadounidense, anunciaba que no competiría en dicha temporada. El motivo expuesto fue la falta de patrocinio, algo que no terminaba de encajar, dada su popularidad en el deporte de las dos ruedas en Estados Unidos.
No en vano, Myers era reconocida como un prodigio de la velocidad: sólo tenía 16 años cuando hizo historia al ganar una carrera del AMA Pro Supersport en Sonoma, campeonato en el que se medía a pilotos de la talla de Cameron Beaubier o J. D. Beach. Un año después, se convirtió en una de las primeras mujeres de la historia en pilotar una MotoGP, la Suzuki GSV-R de Álvaro Bautista, a la que pudo subirse en Indianápolis.
En 2015 compitió con su propia estructura en el recién creado MotoAmerica, compitiendo en la categoría de Superbike y finalizando en una más que meritoria quinta posición, solamente superada por Cameron Beaubier, Josh Hayes, Roger Lee Hayden y Jake Lewis. No había cumplido aún los 22 años y tenía todo el futuro ante sí.
Por eso, resultó incomprensible cuando unos meses después, anunció que no había conseguido financiación para continuar en 2016, y que paraba un tiempo para “pagar facturas”. Ahora, ha desvelado a Philadelphia Magazine lo sucedido algo más de un año antes.
Concretamente, en septiembre de 2014, cuando Myers tenía 20 años. Durante una carrera en New Jersey, una caída con su Triumph le produjo una hinchazón en la rodilla y dolor de espalda. Unas lesiones menores pero que decidió tratarse con una sesión de fisioterapia en el spa del hotel Loews de Philadelphia, en el que se hospedaba junto a su madre.
UNA EXPERIENCIA ATERRADORA
Allí comenzó una pesadilla que Myers ha tardado más de dos años en revelar. El masajista que la recibió se llamaba Jerome McNeill, que había recibido su licencia del estado de Pennsylvania apenas cinco meses antes, y que apenas dos meses antes había sido acusado por otra clienta de ‘asalto indecente’.
En realidad, con Myers son tres las mujeres que han revelado los mismos tratos por parte de McNeill, que -según ha podido saber Philadelphia Magazine- en 2007 ya había sido acusado de violar tres veces a una niña de 12 años; del que fue absuelto gracias a que un testigo clave no compareció en el juicio.
Evidentemente, Myers no sabía nada de eso. Para ella, sólo era otro masaje más, algo casi rutinario para una deportista de élite. Pero lo que sucedió allí no tuvo nada de rutinario. Según ha revelado la piloto al mencionado medio, comenzó a tocarla sus genitales por encima de sus bragas, y a apretar sus nalgas. Ella se quedó paralizada.
“Me he dado cientos de masajes”, cuenta Myers. “Nada remotamente similar me había ocurrido antes. Me quedé en shock. Él era mucho más grande que yo y no quería que fuera a más. Fue terrorífico”, confiesa la piloto, que asegura que no recuerda cuánto tiempo transcurrió hasta que McNeill terminó y se fue de la habitación.
Nada más recuperarse del shock, presentó una queja… y lo único que recibió fue indiferencia y una vaga disculpa: “Fue algo como ‘lamentamos que no haya quedado contenta con el servicio’”, explica Myers; que todo lo que recibió por parte de la gerencia del hotel fue una invitación a una comida gratis para compensar la mala experiencia.
NO HA VUELTO A SER LA MISMA
“Pensé en ir a la policía”, relata la piloto californiana. “Pero no quería pasar por eso. Quería seguir adelante y olvidarlo”. Más adelante, lo explicó en más detalle, asegurando que después de ver cómo en el spa y en el hotel habían minimizado su caso, le daba miedo ir a la policía en una ciudad extraña y tener que verse las caras con su asaltante; y que si más adelante se decidió a hacerlo fue para evitar que otras mujeres tuvieran que pasar por lo mismo.
Ahora se arrepiente de no haberlo hecho antes, una sensación de culpa con la que convive a diario: “He tenido cinco operaciones en mi vida , y en todas ellas me dieron un bote de pastillas para el dolor. Y sólo en una ocasión me he tomado una. Una pastilla. Soy el tipo de persona que soporta el dolor. Lo absorbo. Y supero las cosas”, prosigue Myers para intentar explicar su forma de ser, y por qué se calló cuando sucedió todo.
Sin embargo, lo sucedido fue demasiado para Myers. Pasó de ser una piloto valiente a una joven miedosa y ansiosa, y que en ese estado no podía estar pilotando a más de 300 por hora. Y por eso no ha vuelto a competir desde septiembre de 2015.
“Solía ser una persona muy feliz. Me gustaba salir, nunca había tenido ningún problema. Pero me convertí en una persona muy temerosa, no me reconocía. Tenía ataques de ansiedad, lo que no cuadraba en absoluto con mi carácter”, admite.
Tres semanas después, según desvela también Philadelphia Magazine, otra mujer llamada Rachel pasó por lo mismo, pero intentó luchar y McNeill fue más allá. Rachel sí acudió a la policía, como Myers haría finalmente en septiembre de 2016. “No lo hago por dinero”, asegura la californiana. “Se trata de lanzar un mensaje ahí fuera. Conseguir que otras víctimas salgan”.
El caso todavía está abierto, pero de momento Elena Myers no tiene “ningún deseo de volver a subirse a la moto”. Ojalá con el tiempo cambie de opinión, sería la mejor noticia tanto para ella como para el motociclismo.