Pocas horas antes de su fallecimiento, Pere Tarragó aún estaba mostrando orgulloso y amable en Facebook los toques finales de su última creación, dos unidades de MV Agusta 750 S creadas por encargo, como todas sus obras, a las que dedicaba largos meses de trabajo en cada una de ellas para entregar, como siempre, una joya perfecta, en la que la calidad y fidelidad de reproducción eran siempre las únicas prioridades.
Fue a mediados de la década de los ‘90 cuando recibí una llamada de un amigo que me comentó que en una tienda de productos de alta fidelidad de Molins de Rei (Barcelona), compartiendo espacio en el escaparate junto a amplificadores y altavoces de alta gama, había expuestas un par de maquetas de motos con una calidad de detalle inusitada. Como aficionado al maquetismo, además de por supuesto a las motos, aquello me despertó una gran curiosidad y no tardé en visitarle.

Allí descubrí no tan solo a un increíble artesano, sino sobre todo a una bellísima persona, que me abrió de par en par las puertas de du casa y su taller, dando lugar al primer reportaje sobre su obra que publicamos en la revista La Moto Nº 77 del mes de septiembre de 1996. Se trataba de una Bultaco Metralla MK2 a escala 1/6, artículo al que siguieron algunos más, el último, dedicado a una Matchless G50 de 1958 publicado hace apenas un par de meses en la revista MOTOCICLISMO.
Pere Tarragó no era en absoluto un profesional del modelismo, sino un gran aficionado a las motos con un don mágico en sus manos y en su mente, que le permitía trasladarnos al reino de Lilliput en forma de unas alucinantes reproducciones a escala de motocicletas que había que ver y tocar para creer. Aquel primer reportaje fue como una ventana abierta a que muchos aficionados se pudieran en contacto con él para encargarle diferentes modelos, encargos que tan solo aceptaba si no se le ponían trabas a su forma de trabajar, es decir, que no hubiera ningún condicionante ni en cuanto a tiempo de entrega ni, por supuesto, en la calidad de la obra con el objetivo de rebajar su precio. ¡Ah! y por supuesto, ¡que la moto a reproducir le gustase!

Año tras año, reproducción tras reproducción, joya tras joya, Pere fue evolucionando y mejorando su técnica, explorando nuevos procesos de fabricación de todas las piezas que componen una moto, reproduciendo prácticamente el proceso de fabricación de una moto real. Así, técnicas como el modelado a mano, la mecanización, la fundición de diferentes materiales, la pintura, la planchistería y muchas otras más surgían de sus manos con una precisión micrométrica para crear modelos con una calidad y fidelidad de reproducción extrema.
Además de trabajar por encargo, Pere exploró también una vertiente comercial fabricando una corta serie de algunos modelos, que de esta forma podrían adquirirse a unos precios algo más económicos, pero alguna decepción y discrepancia con los intermediarios que debían colaborar provocó que este proyecto no tuviera continuidad.

Con su desaparición, Pere deja un legado de más de 50 motocicletas, que ahora descansan tristes y añoradas por la muerte de su creador en vitrinas de afortunados coleccionistas de todo el mundo, además de otras obras mucho menos conocidas, como reproducciones de motores de aviación, de ferrocarriles o de armas bélicas.
Durante los últimos años, Pere Tarragó había descubierto la plataforma de Facebook como un magnífico escaparate para que sus obras no las disfrutaran tan solo los afortunados coleccionistas que podían permitirse pagar estos incunables, mostrándose en esta red social como el auténtico “antidivo” que era, agradeciendo todos los elogios con humildad y respondiendo a todas las preguntas sin esconder ninguna de sus técnicas, porque su único secreto era la magia que tenía dentro, tanto como artesano cómo en su vertiente humana, de la misma calidad que sus maravillosas motos. Descanse en paz. Fins sempre, Pere.