A Miquel le pasó algo parecido a Pablo de Tarso (San Pablo), cuando camino de Damasco se cayó del caballo y oyó la voz del Señor: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Nuestro protagonista tuvo una caída 20 siglos más tarde, pero esta vez de una Harley. Mientras se recuperaba del accidente, Miquel decidió dejar su vida de éxito profesional como registrador de la propiedad y conferenciante para dedicarse a viajar en moto por el mundo. Las opiniones de Miquel Silvestre no son políticamente correctas a veces, y quizás esa sinceridad es la que haya ayudado a que su figura sea cada vez más popular en los medios de comunicación.
Tu libro «Un Millón de Piedras» va por la quinta edición, ¿cuál es el secreto de tu éxito?
«No lo sé, pero tengo anécdotas muy bonitas de gente que me dice que ha empezado a leer conmigo. A mí me lee todo tipo de personas. No pensé que el libro fuese a tener mucha trascendencia, por lo que escribí lo que pensaba de las ONG, del complejo de culpa que tenemos los occidentales respecto a la miseria en el Tercer Mundo, del daño que estamos haciendo dando dinero a los niños en África. He sido muy tajante en mis opiniones. Eso a la gente le ha gustado. El relato lo escribe un tío que acaba de salir de una oficina y no tiene experiencia como aventurero. Se va a África con una moto vieja y va sobreviviendo. El mundo no es tan malo y puedes sobrevivir a África tú solo sin ser un “marine”. La gente ve que ellos también lo podrían hacer. Mi mensaje es perder el miedo».
El mundo no es tan peligroso...
«Para nada. Madrid es una ciudad objetivamente peligrosa, si sales por la noche y te equivocas de discoteca puedes tener un problema. Ahora Siria tiene problemas, pero en Damasco no había riesgo de que nadie te matara, salvo que hubiese una motivación política como ahora. Allí sacas dinero de un cajero y al tío que está esperando lo tienes pegado a tu lado. No hay ninguna conciencia que eso pueda ser un gesto amenazante. Hay muchos países por ahí que tienen criterios morales mucho más estrictos que el nuestro».
Como escritor, ¿qué te ofrece la moto que no te da la literatura y qué te da la literatura que no te ofrece la moto?
«La moto me da tres cosas fundamentales para escribir un buen texto literario: libertad, cercanía y emoción. Me puedo mover adonde quiero, como quiero y cuando quiero. Estoy inmerso en el paisaje, soy parte de él. Todos los que montamos en moto tenemos esa sensación. Como viajas solo la gente nunca se siente amenazada. El viaje en moto es el paraíso y el infierno en el mismo día. Todas las sensaciones que vives convierten al viaje en épico. Sin darte cuenta te vas transformando, convirtiéndote en una persona diferente. Si consigues trasladar al papel todo esto, tienes un texto literario de primera calidad. Después de viajar por África me olvidé de la idea de volver a escribir una novela. La realidad que vivía era más surrealista que cualquier argumento que yo me pudiera inventar. Quería contar la gran novela de la vida».
¿Tienes escritores de cabecera?
«Sí, Josep Pla, es un ejemplo de cómo se puede escribir honestamente de la realidad local y convertirlo en universal. Para mí es uno de los mejores escritores españoles. Con Bukowski aprendí que se puede escribir sacando lo que tienes en las entrañas, siendo honesto contigo mismo y no teniendo miedo a desnudarte».
En este mundo tan globalizado y tecnificado, en el que hay billetes de bajo coste a la otra parte del planeta, ¿puede que el viaje se haya convertido en algo obsoleto?
«El viaje en moto es la última gran aventura que nos queda. En el planeta todavía queda mucho por asfaltar. Llegar en moto te convierte en un explorador. A veces me critican porque me defino como explorador. Para mí, explorador es aquel que abre una ruta nueva y la documenta. A los vikingos que llegaron a Terranova no los considero exploradores, no documentaron su viaje. Llegaron, aquello fracasó y se desvanecieron en la historia. Colón fue y lo documentó. Fui el primero en llegar en moto a Filipinas desde España, cruzando toda Europa, África y Asia. Salto a salto, isla a isla, sin meter la moto en un contenedor, llegué a Filipinas en moto y lo he documentado. Estamos perdiendo un poco la devoción por las motos deportivas y nos estamos involucrando en la ruta. Un tío de 40 años ya no puede soñar con ser un piloto. En cambio, sí que puede soñar con un gran viaje a Turquía».
¿Qué lugar ocupa el patrocinio en tus viajes?
«Las ayudas las he conseguido con muchísimo trabajo. Hay gente que critica que se viaje patrocinado, y si te lo pagas tú todo entonces eres un pijo. Nadie le critica a Fernando Alonso que tenga patrocinadores. Publicando mucho he podido alcanzar algunas ayudas. En mis comienzos nadie me echó una mano».
¿Irías más cómodo con una moto más pequeña, tipo Suzuki V-Strom?
«El debate de la moto ideal siempre está ahí. Tengo un patrocinio de BMW, pero la moto no me la han regalado. La he comprado a buen precio. Si la moto fuera una vez una “tres y medio” y luego se convirtiese en una gran RT, pues sería fantástico. Tiene que ser como una navaja suiza. El bóxer cuenta con unos grandes bajos, es como un tractor. El cardan hace que me olvide de la cadena y sus problemas. El punto definitivo es que las llantas son sin cámara. Si pincho reparo la avería en cinco minutos. No llevo una Adventure porque para mis 170 cm sería demasiado, no podría levantarla. Además, arrastro muchos kilos de equipaje, es un error que nunca se acaba de aprender del todo. Solo el equipo fotográfico y el ordenador ya son 10 kg».
¿Cuál ha sido el mayor percance?
«Un accidente que tuve en Sudáfrica, encima iba sin chaqueta porque hacía calor. Me rompí un tobillo y tuve erosiones muy graves. Allí los delincuentes fingen accidentes para atracar. Estuve sangrando sin que nadie parase. Encima era un blanco de lo más frágil. Te matan y se llevan todo. Me rescató una persona. El mayor miedo lo pasé en Mauritania cuando me quedé sin gasolina. En aquel momento había tres catalanes secuestrados. Me dijeron que no habría gasolina hasta el día siguiente. En ese momento era consciente que mi cabeza valía cinco millones de dólares si me quedaba allí. Por fortuna llegó un camión y me llevó a mí y a la moto a Nuatchock».
¿Qué le dirías a la gente que quiere viajar pero no se atreve a dar el paso?
«No hay que irse al fin del mundo para vivir una aventura, creo que nos estamos equivocando. Te vas solo al desierto de Tabernas, a los Monegros, a los Pirineos. En España hay de todo, no hace falta irte a Uzbekistán. Si quieres sentirte extranjero, que es una experiencia muy importante, pues tienes a Marruecos por cuatro perras.Coges un ferry y en tres días estás en Albania, que es surrealismo puro. La aventura está en medirte tú mismo, en superar tus propias limitaciones. Lo bonito de la moto es que la arrancas y enseguida empiezan a pasar cosas».
¿Por qué decidiste abandonar tu trabajo de registrador de la propiedad?
«Me caí de la moto que tenía y me rompí un codo. En aquella época trabajaba mucho. Profesor, registrador, daba conferencias, editaba la revista del colegio de registradores... Iba siempre con prisa. El accidente me obligó a parar. Recuerdo verme en la camilla del fisioterapeuta y me di cuenta que no me gustaba mi vida. Dejé mi trabajo 15 meses para escribir una novela. Me fui a Irlanda en moto a estudiar inglés. Allí me encontré con la historia de los náufragos de la Armada Invencible. Entonces me di cuenta que viajar en moto puede ser muy interesante desde el punto de vista literario. Así empecé a publicar sobre exploradores españoles y viajes en moto».
¿El viajero tiene que ir solo?
«Viajar acompañado te separa mucho de las cosas. Si quieres contar una historia debes ir solo, porque entonces es cuando suceden las cosas. Es cuando más abierto estás a los demás y ellos, por otro lado, te aceptan. Te conviertes en dueño de tus errores y de tus aciertos. Eres libre. El único problema es “la tiranía del yo”, solo escuchas a tu cabeza. No hay nadie que te contradiga».
¿Hay algún sitio especial en el planeta para ti?
«Turquía, que es un lugar seguro, barato, grande y diverso. Para disfrutar en moto, Los Alpes. Además el norte de Canadá, más que Alaska, el Yukón... Es un lugar muy salvaje y abierto».
¿Tienes algún explorador de cabecera?
El capitán Francisco de Cuéllar, que fue náufrago de la Armada Invencible y consiguió escapar. Después de siete meses pudo llegar a Holanda y le escribió una carta a Felipe II, se convirtió en cronista, hizo historia. Él documentó su peripecia y lo hizo con mucho sentido del humor. A Fernando de Magallanes también lo admiro mucho. Demostró que la Tierra era redonda. Fue inflexible con sus hombres para conseguir sus objetivos. De cinco naves y 250 personas solo regresó un barco y 18 supervivientes. Salió sin GPS, sin rumbo, sin saber qué había más allá. Encontró el paso del Atlántico al Pacífico. Lo mataron en Filipinas, no llegó a completar el viaje, pero hizo lo más difícil».
¿Cómo definirías el sentirte extranjero?
«No me siento extranjero en ningún sitio. Lo más maravilloso de viajar en moto es que te conviertes en conquistador de esos sitios. No hablo el idioma, o no conozco las costumbres, pero no siento vergüenza. Sé que me ha costado mucho llegar allí. La gente lo nota y te respetan. No me siento extranjero, porque no me considero un extraño, sino huésped».
¿Te han cambiado los viajes?
«Ahora soy creyente. Me han pasado muchas cosas y esto me ha llevado a pensar que existe algo. Lo llamo Dios porque lo tengo que nombrar de algún modo. Yo era agnóstico, ahora creo que hay una razón por todo. No existe el azar, sino que casi todo está diseñado por alguien. Cada uno tenemos una pequeña misión en la vida. Me reconozco como cristiano y en mi moto llevo una cruz. Así todo, nunca he tenido por ello ningún problema, ni siquiera en países musulmanes».
¿Cómo ves la España actual?
«Llevaba un año y medio fuera y me llegaban noticias muy negativas de España, pero por otra parte particulares me mandaban mensajes positivos. Los más activos están intentando reinventarse. La crisis ya no existe, ya pasó. Ahora tenemos un nuevo modelo. La España real está intentando reinventarse y la oficial sigue anclada en los viejos modelos. Muchos españoles han tenido huevos, han conquistado medio mundo, pero ahora estamos acomplejados. Ni somos los más listos, ni los más tontos».
¿El ser humano es diferente en un lugar del planeta y en otro?
«No, somos muy parecidos. Cambian las creencias. El ser humano quiere tres cosas muy básicas: comer, hacer el amor y reír. Quiere tener un trabajo, una familia y amigos. Necesita tener la confianza de poder salir de casa sabiendo que regresará por la noche. Queremos las mismas cosas. Por eso el planeta funciona. La gente no es mala».
¿Cómo es el proyecto que tienes para gestionar la basura del planeta?
«He visto que hay cada vez más basura en el planeta. Para 2025 se va a duplicar la producción de desechos. Es un problema enorme que los países pobres no están gestionando, allí tiran los escombros a las puertas de sus casas. Por otro lado, me he dado cuenta de que los jugadores de fútbol del Madrid y del Barça son dioses en la tierra, para millones de personas de todas las religiones e ideologías. Si ellos hicieran un spot a favor de un medio ambiente más limpio el planeta cambiaría».