Los Ancares, el último refugio

Existen unas tierras donde hace más de dos mil años había tribus como la de los zoelas, tribus prerrománicas pertenecientes al pueblo de los astures. Tribus de origen desconocido y probablemente las más antiguas de la Península. Vivían donde una enorme serpiente de pizarra y granito recorre la frontera galaico-leonesa.  

José Ramón Noguerol

Los Ancares, el último refugio
Los Ancares, el último refugio

Iniciar un viaje en moto saliendo del garaje de casa siempre me produce una emoción especial y si es a primera hora de la mañana más aún. Salir un poco antes del amanecer y que la luz del día te alcance conduciendo es la primera sensación que hace de un viaje en moto tu aventura personal. Este año mi amigo Nando Dívar y yo nos disponíamos a adentrarnos en una zona de paisajes y leyendas desconocida para nosotros.

Había hecho mucho calor en Madrid los días anteriores pero a las 7:00 de esa mañana la temperatura era muy agradable para ir en moto. La ruta del día nos llevaría hacia las tierras de Babia, una poética y elevada comarca leonesa que fuera famoso cazadero de los reyes de León, que «estaban en Babia» cuando querían descansar; concluiríamos  la jornada en territorio de osos, Somiedo.

Nuestro primer encuentro es con el pantano de Barrios de Luna, embalse de una gran belleza natural sobre cuyas aguas cruza el gigantesco puente que forma parte de la autopista León-Asturias y recibe el nombre del ingeniero Fernández Casado. Pasando por debajo del puente y en dirección a Villablino alcanzamos la localidad de San Emiliano. Esta población está situada en un valle al abrigo de la ingente mole de Peña Ubiña, una de las de mayor altitud y más impresionantes vistas de toda la Cordillera Cantábrica pero «la encaimada» se fue adueñando del aire y de su transparencia y el majestuoso Ubiña desapareció de nuestra vista mientras ascendíamos hacia el Puerto de Ventana. En un día despejado este alto es una ventana abierta a un enorme paisaje pero hoy la niebla le ganaba la partida al sol de la mañana y la panorámica era imposible.

Desde aquí la bajada hasta La Plaza (Teverga) nos introdujo en un bosque primitivo lleno de castaños, robles y helechos. La sinuosa carretera tan pronto cruzaba el bosque como se encajaba en el angosto paso que el desfiladero permitía y en ocasiones tenía que atravesar la roca para abrirse paso. Dejamos La Plaza y entramos en el concejo de Somiedo por el puerto de San Lorenzo. La carretera es ancha y tiene buen asfalto. En Pola de Somiedo terminaba la ruta. Llegamos a media tarde lo que nos permitió, después de instalarnos en nuestro alojamiento, dar un largo paseo por la población antes de la hora de cenar.

Desde Pola ascendemos para coronar el Puerto de Somiedo. Hace buena mañana, fresquita pero para ir en moto la temperatura es ideal. La panorámica durante el ascenso de la hoz del río Pigüeña es muy bella. De Piedrafita de Babia a Villablino, importante centro minero (carbón). A partir de aquí nuestra ruta va paralela al río Sil, cuyas aguas se remansan en los distintos embalses que jalonan su curso, y al ferrocarril de vía estrecha que separa la explotación carbonífera de la zona construyera en 1919 la Compañía Minero Siderúrgica de Ponferrada, que fue la mayor compañía carbonera privada de España. Llegamos a Estación de Páramo donde dejamos la carretera principal para adentrarnos en el territorio de Los Ancares Leoneses.

La lluvia hace acto de presencia lo que nos obliga a detenernos, ponernos el «equipo de agua» y conducir con precaución. Nuestro alojamiento está cerca de la población de Villar de Otero. Bajamos hasta Vega de Espinareda con intención de encontrar un lugar para comer. El majestuoso puente medieval, de un solo arco, es el símbolo de una villa donde la agricultura y la ganadería tradicionales cedieron el paso, en su día, a la minería. Por la tarde llegaríamos hasta el valle del Burbia, donde termina el asfalto y comienza el reino de las trail pues desde el pueblo parten pistas que comunican con otras aldeas sin necesidad de hacer rodeos más largos. Burbia está situada en la parte más ancha de la cuenca con un fondo de cumbres que son el techo de Ancares, la forma de U del valle la conforman paredes de 1500-1750 metros de altitud. Es la alta montaña galaica. Burbia es una aldea propia de Ancares: calles estrechas, techos de viejas losas que en su día fueron de paja, muros de pizarras irregulares, corredores con barrotes tallados, madera de roble y castaño en puertas y ventanas. Tuvo un aserradero donde se confeccionaron durante años las traviesas para las vías de tren utilizando los robles de sus bosques. La iglesia de San Esteban luce orgullosa en la aldea. Y Burbia respira vida gracias a una juventud que intenta hacer rentables proyectos turísticos y poder vivir en el lugar que nacieron.

El regreso hacia Penoselo nos dio otra panorámica del camino. La carretera, suspendida en lo alto de un precipicio, remonta el Alto do Couso y pasa por ser la más peligrosa de la red ancaresa a pesar de ser ancha y estar bien asfaltada. Cuando el descenso no hace más que empezar aparece Penoselo, «villa de vértigo» con casas que cuelgan hacia el precipicio. Finalizado el descenso sucumbe también la montaña y la vegetación cambia, aparecen encinas, brezos y prados. Alcanzamos San Martín de Moreda, localidad medio montañesa medio berciana. Como teníamos tiempo decidimos alargar la ruta y seguir hasta Cacabelos para retornar hacia Vega de Espinareda por otro camino.

Amanece nublado pero parece que el día irá abriendo a medida que el sol se haga fuerte. El buen desayuno nos prepara para una jornada de montaña a través de la cordillera que recorre, de norte a sur, toda la línea que hoy separa Galicia de las tierras leonesas del Bierzo. Se trata de un gran macizo de granito y pizarra que alcanza casi los 2000 metros de altitud, con valles profundos y surcado de arroyos y ríos de montaña acogiendo los mejores arbolados del noroeste peninsular. Partimos hacia Candín, la capital municipal, superando el Alto de Lumeiras desde el que se ve medio Bierzo.

De pronto el sosegado trazado de la carretera asciende hasta los 1648 m del puerto de Ancares. En la cima hay un llano para aparcar y poder acercarnos al mirador de Balouta que mira a Asturias y al valle de las gargantas del Rao. Descendemos hacia Balouta, una pequeña villa asentada en la boca del valle del Mingatón que parece ser la tradicional vía de penetración del oso en Galicia desde las reservas asturianas.

Dejando Balouta nos adentramos en uno de los recorridos más espectaculares que hemos hecho, las gargantas del Rao. El itinerario hasta Navia de Suarna va por una serpenteante carretera que se construyó a finales de los 70. En los primeros kilómetros se atraviesan las gargantas del Rao donde el río se encaja de forma salvaje formando a través del bosque un desfiladero sobrecogedor. Al salir del cañón se abre un ancho valle. No nos cruzamos con nadie, estábamos solos inmersos en el aroma, el silencio y la calma del bosque. Tuvimos el privilegio de sentir la esencia, la nobleza del “último refugio”. Dejamos el río para llegar a Murias, Robledo, Folgueiras y finalmente alcanzar Navia de Suarna. El descenso es todo un espectáculo.

Navia de Suarna debió tener un señorial esplendor en el pasado. Callejas estrechas, el castillo que preside la villa y la llamada Ponte Vella, un puente medieval que se eleva sobre el Navia.

Desde Navia a Pontes do Gatín donde nos salen al encuentro las leyendas de Ancares. No es extraño que en esta tierra dura pero hermosa nacieran leyendas, manías, conjuros y brujas. Es una tierra donde se rindió culto al sol, la luna, a los ríos y al fuego. Se va haciendo la hora de comer y decidimos avanzar hasta Ponte de Doiras. Solo encontramos abierto uno de los dos mesones que hay en la pequeña localidad. De nuevo fuimos los únicos clientes del local que también debió tener mejores tiempos.

Desde Doiras ascendemos ya a más de mil metros hasta Degrada, dejando a la derecha toda la cordillera y más abajo el frondoso bosque, en la altitud dominan los brezos y las matas de piorno. Siguiendo la carretera que pasa por Donís llegamos a la aldea de las aldeas, Piornedo. No me pareció la más bonita y quizás el atractivo turístico de sus pallozas bien conservadas la ha perjudicado, pero es un lugar de obligada visita. Dejamos atrás Piornedo y nos dirigimos a Suárbol, considerada la última aldea leonesa. Parece ser que esta villa ardió en 1957 y por eso ya no quedan pallozas.

Una encrucijada de caminos llamada A Cruz da Cespedosa nos pone en dirección hacia el puerto de Ancares cerrando así el círculo que nos ha permitido recorrer esta zona que en el año 2006 la UNESCO declaró Reserva de la Biosfera. El descenso hacia Villar de Otero fue entretenido pues la carretera está bien y permite disfrutar de la conducción.

Nuestro objetivo del día son Las Médulas, ese sensacional vestigio de la explotación de oro más gigantesca y ambiciosa de todo el Imperio Romano. Desde Villafranca ascendemos hacia el Mirador de Corullón que ofrece una espléndida panorámica de la Sierra del Pico de Ancares. Un poco más adelante una pequeña y perdida carretera comarcal nos permite encontrar el camino hacia Las Médulas. Es recomendable ir primero a Orellán para acceder a la balconada y contemplar de conjunto ese paisaje de fantástica belleza. En 1997 la UNESCO reconoció a este lugar como Patrimonio de la Humanidad.

Desde Las Médulas desandamos un poco el camino para llegar a Puente de Domingo Flórez y tomar la carretera hacia Pombriego, que está en un tranquilo valle donde parece que el tiempo se ha detenido para descansar junto a la ribera del río Cabrera.

Como ruta de regreso nos planteamos adentrarnos en el Valle del Silencio situado en la otra cara de los Montes Aquilanos para llegar hasta la aldea de Peñalba de Santiago. Dejamos La Ferraría y volviendo sobre nuestros pasos salimos a Puente de Domingo Flórez. Entre Castroquilame y Vega de Yebra parte una pista forestal en buen estado que termina en Las Médulas… lástima de trail.

En Ponferrada tomamos la carretera comarcal que nos llevaría a San Esteban de Valdueza y desde allí en un recorrido de 14 km para hacerlo muy despacio a Peñalba. Peñalba descansa asomada a ese valle de impresionante belleza que es el Valle del Silencio. El pueblo está muy cuidado y destaca la iglesia mozárabe de Santiago.

Dejando Peñalba, a unos 4 km, una derivación nos acerca a otro bello paraje: Montes de Valdueza, bastante menos cuidada que Peñalba pero que sorprende por la presencia del monasterio de San Pedro (siglo XI) que fue pasto de las llamas en 1842 y que hoy aparece en estado ruinoso pero que bien merece una visita. De vuelta hacia Ponferrada paramos en San Esteban de Valdueza a comer.

La tarde era para regresar pero no teníamos muchas ganas de salir a la autovía así que atravesamos los Montes de León por una ruta muy interesante: Molinaseca, Riego de Ambroz, El Acebo. Desde aquí parte una pista… lástima de trail, a Esteban de Compludo, muy bello lugar. Nosotros llegamos hasta aquí, dando un rodeo desde Ponferrada por Salas de los Barrios buscando el paso hasta El Acebo pero tuvimos que regresar por el mismo camino porque la pista no era apta para nuestras motos. Más arriba de El Acebo, Manjarín, la última aldea berciana, e, inmediatamente el Puerto de Foncebadón que corona la famosa Cruz de Ferro, sencillo monumento constituido por una pequeña cruz clavada en lo alto de un mástil de unos cinco metros y que a su vez se levanta sobre un montículo artificial formado por las piedras que los peregrinos depositaban en su marcha. Cumplimos con el rito.

Muchas gracias a Ángel Martínez y su equipo de MOTOS ULLA. Nuestras motos han ido perfectas. Y a todas las personas que han hecho que nuestra estancia en sus alojamientos haya sido muy grata: Casa Cesáreo (www.casacesareo.com), La Ferraría (www.laferraria.com), Casona Los Trobos (www.lostrobos.com), especialmente a Mª Antonia, Félix y sus hijos por su hospitalidad.