Disponíamos de Jueves a Sábado para ir donde quisiéramos. Había que intentar no estar todo el día encima de la moto para que me hija Ana Llara, de 14 años, tuviera una agradable primera experiencia de “salida motera" durmiendo fuera de casa. Teníamos pendiente una visita al museo de Dalí en Figueras, lo cual ya era justificación suficiente para el viaje, pero el reciente descubrimiento de la existencia del circuito de Terramar en Sant Pere de Ribes (Barcelona), por una reseña en una revista de motos, le dio un nuevo aliciente a nuestro viaje. Así las cosas, salimos de Valencia el jueves con el objetivo de dormir en Cadaqués,procurando evitar autovías, y aunque esperábamos calor cómo corresponde a finales de Junio, ese fin de semana nos tocaría soportar más de lo normal. Había entrado una ola de calor de esas que nos visitan todos los veranos y llegamos a ver en el reloj de temperatura exterior de nuestra Honda Crosstourer hasta 44ºC.
Del Teatro-Museo Dalí impresionan el tamaño del edificio y la decoración de la fachada
Con las paradas de rigor obligatorias para echar gasolina, comer y descansar un poco, llegamos a las inmediaciones de Roses, y a partir de ahí, la bajada de aproximadamente 15 km a Cadaqués es una sucesión de curvas entrelazadas con unas vistas espectaculares con el mar de fondo. Algo que ya hizo que hubiera merecido la pena el viaje. El navegador se empeñó en que tuviéramos una visión global del pueblo antes de encontrar el camping, lo cual fue estupendo porque pasamos con la moto por todo el estrecho paseo marítimo con el mar a la izquierda, y con la presencia de las casas colgadas en las rocas. Una imagen que creo es una de las postales más bonitas de la zona. Sobre las 18:00 pm llegamos al camping y deprisa pusimos la tienda de campaña, nos pusimos el bañador, y bajamos a darnos un refrescante baño en el mar. Volvimos al camping y después de una ducha bajamos a cenar a la zona del paseo marítimo que tanto nos había gustado. ¡Primera noche en tienda de campaña para mi hija!
Comienza la ruta
A la mañana siguiente, viernes, nos levantamos sobre las 7:00 am y nos bajamos a correr un poco junto al mar, para terminar dándonos un baño en las transparentes y frías aguas de una pequeña calita. De vuelta al camping, y después del matutino aseo y desayuno, empezábamos la ruta por lo que denominan el triángulo de Dalí. 45 km aproximadamente nos separaban de Figueras que era el primer punto de nuestro recorrido. Cuando llegas al Teatro-Museo Dalí impresiona no solo el tamaño del edificio, sino la decoración de la fachada. La construcción es una obra de arte en sí misma. Los colores amarillo y rojo hacen alusión a la bandera de Cataluña, provincia muy importante para el artista. Hay maniquís dorados en alusión a las estatuillas de los Goya y unos enormes huevos que simbolizan un tesoro escondido. Los curruscos de pan simbolizan la hambruna en la guerra civil, alimento este (el pan) básico y escaso en aquella época. Sobre el interior del museo podréis encontrar información en cualquier guía o referencia en internet. Desde luego tiene mucho para ver y no es un museo al uso con salas llenas de cuadros. Es gratamente sorprendente cómo lo es la obra de Salvador Dalí. Salimos del museo entusiasmados, tomamos un refrigerio en las inmediaciones.
De nuevo en la moto y concienciados que el resto de jornada sería de un intenso calor, nos dirigimos a Púboll, que se encuentra a aproximadamente 40 km de Figueras, y es el segundo vértice del triángulo de Dalí. Aquí se encuentra el castillo que Dalí le regalo a su esposa Gala cómo lugar de descanso y refugio. Mucho menos visitado que el museo, pero también muy interesante. Exteriormente es un castillo medieval muy bien conservado, sin excentricidades, y por dentro puedes visitarlo a tu ritmo ya que no hay visita guiada y estuvimos prácticamente solos. Visitas las estancias, el garaje donde conservan algún coche del genial artista y los jardines donde también se conservan obras de este. Me resultó muy curiosa la cripta donde se encuentra tumba de Gala, en la parte más baja del castillo, no sólo por lo peculiar, rodeada de algunos animales disecados cómo una jirafa, si no por que junto a ella debía encontrarse Salvador Dalí tal y como él lo diseño, con una pequeño agujero en su interior que les permitiera tener sus manos enlazadas para siempre. Pero el lugar destinado para él está vacío porque está enterrado en Figueras. De nuevo, los intereses políticos se imponen a los deseos personales.
Terminada la visita volvemos de nuevo a coger la moto. No tuve ni que buscar las llaves, ¡las había dejado puestas! y con el contacto dado, mucho más cómodo así… En fin, una vez superado el despiste sin consecuencias nos ponemos en carretera para volver a Cadaqués a completar el tercer vértice del triángulo en la Casa de Dalí en Port Lligat. Esta casa fue la única realmente estable de Salvador Dalí y en la que trabajó y vivió desde 1930 hasta 1982, hasta que muriera Gala. Antiguo refugio de pescadores que fue ampliando con el paso de los años para convertirla de taller a vivienda. Aquí la visita si es guiada y con explicaciones muy amenas a la par que interesantes, no ya tanto por abrumarte con datos y fechas, sino con múltiples curiosidades de tan excéntrico artista.
De aquí nos dirigimos a Cabo de Creus, que es el punto más oriental de la península ibérica, por una sinuosa carretera con buen firme que te lleva hasta el faro con unas preciosas vistas de acantilados en los que rompe el mar. De hecho, uno de los motivos de la elección de este sitio para establecer la vivienda y taller que tuvo Dalí fue el ver antes que nadie los primeros rayos de luz del día… Aunque no debía ser muy madrugador, ya que ideo un sistema de espejos para verlos tumbado desde la cama.
Después de tan “cultural" jornada en moto, volvimos al pueblo para cenar y por fin regresar a nuestra tienda de campaña, para poder descansar y pensar en afrontar la última e intensa jornada que nos esperaba al día siguiente.
Autódromo de Terramar
Ya era sábado y hoy nos tocaba regreso a casa, pero no sólo era un viaje de vuelta sin más, ya que teníamos por delante el objetivo de visitar el Autódromo de Terramar. Nos levantamos temprano y tocaba recoger la tienda de campaña y volver a componer todo el equipaje para que nos entrara en las maletas. Dicho y hecho, y a las 9:00 am estábamos saliendo por la puerta del camping dispuestos a afrontar los algo más de 600 km que teníamos por delante.
Realmente no tenía mucha información de la ubicación del circuito. Sólo que estaba en el pueblo de San Pedro de la Ribas, y sin saber si había posibilidad de visitarlo y el estado en el que se encontraba. Os contaré un poco de la curiosa historia de este desconocido circuito del cual yo tuve conocimiento poco tiempo antes de realizar este viaje leyendo un artículo en la revista de motos Fuel. El artículo decía que la casa de accesorios para moto Touratech había realizado las fotos para su catálogo en este circuito, que era el primero construido en España, y el no haber oído nunca antes me hizo que me pusiera a indagar. Inaugurado el 28 de Octubre de 1923, fue primer circuito de España y cuarto en el mundo. En el momento de su construcción solamente existían el de Indianápolis (EEUU), Brookland (Reino Unido) y el de Monza (Italia). El Autódromo de Terramar fue diseñado por el arquitecto catalán Jaume Mestres Fosas.
Inaugurado en 1923, fue primer circuito de España y 4º del mundo
El circuito está rodeado de datos curiosos, cómo los solo 300 días que tardaron en construirlo, o los 4 millones de pesetas que costó hacerlo. Aunque ahora nos parezca poco dinero en aquella época era una importantísima cantidad y los problemas económicos estuvieron presentes desde el primer momento. El dinero de las entradas de la carrera inaugural no dio para premios, por lo que la Federación Internacional del automóvil prohibió la celebración de carreras puntuables en él. Y es que se inauguró para la celebración del Campeonato de España de Fórmula 1, en la que participaron 8 coches, y dieron un total de 100 vueltas a su trazado ovalado de 2 km, completando un total de 200 km.
El trazado del Autódromo es impresionante. La pista tiene 20 m de ancho y su forma es arriñonada. Lo más característico son sus curvas peraltadas, que cuentan con una inclinación máxima del peralte de hasta 90º. Para que nos hagamos una idea de lo que eso supone, basta con decir que Indianápolis tiene solo 35º de inclinación. Otra curiosidad, es que es el único circuito del mundo que mantiene intacto su trazado desde el día de su inauguración. El pavimento estaba formado por placas de hormigón de 12 centímetros de grosor, las cuales contaban con un curioso sistema para sustentarse unas apoyadas sobre otras.
En 1932, el Autódromo fue adquirido por un gran aficionado, aristócrata y piloto, Edgar de Morawitz, que organizó algunas carreras y pruebas espectáculo, como el desafío entre avionetas y coches, que el mismo protagonizó, ganando en la primera manga el coche y el avión en la segunda; hasta consiguió celebrar el Campeonato de España de Motociclismo. Posteriormente durante la guerra Civil se convirtió en cuartel republicano. Y actualmente es propiedad de la familia Ricart Lloret. La última competición celebrada allí se disputó en el año 1956. Desde entonces el trazado no ha vuelto a albergar grandes competiciones, y actualmente se utiliza para sesiones fotográficas por las marcas de coches. Han hecho algún intento de reflotar el circuito, quizás demasiado ambicioso, hace años pero todo ha quedado en el olvido.
En 2012 tuvo lugar allí una demostración a cargo de Carlos Sainz y Miguel Molina, conduciendo sendos Audi R8 LMS. Sainz estableció entonces el record oficioso del circuito en 42,6 segundos a 170 kilómetros por hora, batiendo la anterior marca de Louis Zborowski (45,8 segundos a 157 kilómetros por hora), conseguida en 1923 con un Miller.
Cuando llegamos, nos encontramos metidos en una urbanización de chalets y en frente separado solo por un pequeño descampado se encuentra este pedazo de la historia del mundo del motor. Con aspecto de absoluto abandono, con unas vallas que impiden la entrada, y carteles que dejan claro que es una propiedad privada y que el paso está prohibido. Pero aunque no esté bien y desde luego no invito a que lo hagáis, no habíamos llegado hasta ahí para no pisar la pista y hacernos unas fotos… Con el mayor respeto posible, y sin demorarnos mucho, nos metimos en la pista y efectivamente los peraltes son impresionantes, no puedes subir andando hasta arriba por que la inclinación te lo impide, y el cemento que conforma el circuito está muy deteriorado y agrietado. Aun así la sensación de estar dentro e imaginarte lo que debió ser aquello para la época y la cantidad de vivencias que habrán acontecido te pone los pelos de punta, lo que unido a la emoción de lo prohibido nos hizo “vivir peligrosamente" el momento.
Al regreso y contándole la experiencia a un amigo, experimentado viajero en moto, me dijo que sus padres había tenido una casa en Sitges y en el 1976 aproximadamente se coló él en circuito con una Bultaco Frontera y estuvo experimentando (con el ardor de la juventud), la sensación de rodar por aquellos peraltes. ¡Qué arte¡ Y yo que me sentía el único sabedor de desconocido hallazgo… A veces la edad con experiencia es un grado.
El circuito está muy cercano a Sitges y para los que queráis visitarlo la dirección exacta es: San Pedro de Ribas, Barcelona, España Coordenadas 41°14´18" N 1°46´50"E De nuevo a coger la moto y a afrontar el tramo final hasta casa, hasta Valencia. Cuando llegamos habíamos hecho 1.300 km y vivido un montón de momentos para el recuerdo los tres: mi hija, la Honda Crostourer y yo. Concluyo diciendo que montar en moto es siempre estupendo si lo compartes con quien quieres, y si además aprovechas para ver cosas que te interesan le da ese plus que hace que lleve enganchado a esta actividad más de 30 años.