El sudeste asiático era uno de los espacios en blanco en mi personal mapamundi. Le tenía marcado, hasta finales de 2013, con el cartel de pendiente. En diciembre de ese mismo año estaba dispuesto a quitarle el cartel. Tres meses después y con casi 8.000 km recorridos por sus carreteras y caminos, puedo asegurar que me gusta y mucho. Ha pasado a ser uno de esos destinos que se encuentran en el grupo de cabeza, para mí, entre los mejores países del mundo para montar en moto. Tailandia es llamada la Europa de Asia y, aunque no tiene mucho parecido físico, cualquiera que conozca otros países de Oriente, sí que podrá afirmar que tiene grandes similitudes con el Viejo Continente. En Tailandia casi todo funciona al modo occidental, no fue un país dominado por ninguna potencia extrajera; ni británicos, ni franceses ni chinos controlaron política ni militarmente el territorio de Siam a lo largo de su historia. Es, por tanto, una excepción en el sudeste asiático, y un país que se ha desarrollado, y sigue, por un camino de prosperidad y hasta cierto modo, estilo de vida similar a occidente.
Conocer Tailandia
Se puede recorrer Tailandia de muchas formas. Las más habitual es la del turismo de playa. Un paquete de vacaciones, todo incluido, en una paradisíaca playa del sur tailandés, que suele incluir una visita de unas cuantas horas a Bangkok y listo. Otra forma, más común entre los mochileros, también pasa por unas horas en Bangkok, pero luego viajar al norte, a las montañas, con sus multi-actividades y su forma de vida relajada y tranquila. En ambos casos todos los turistas vuelven hablando bien, y además es barato.
Para nosotros nada mejor que conocer el país desde el medio más divertido inventado para viajar: la moto. Tanto había leído y oído de este país que estaba dispuesto, no solo a conocerlo , sino también, como hago los últimos años, a que todo el que quisiera acompañarme, se viniera conmigo para disfrutar de sus encantos. Lo primero un viaje de reconocimiento, con Chelo, durante el mes de diciembre. Plan de trabajo: patear Bangkok, sus barrios tradicionales y sus lugares de marcha, sus monumentos y monasterios, seleccionar hoteles y actividades. Después el norte, con Chang Mai como base de operaciones. Seleccionar y elegir proveedor de motos de alquiler, tanto «on» como «off road», visitarlos y a continuación hacer las rutas para que un mes después ya en compañía de mis amigos pudiéramos aprovechar al máximo el tiempo de unas vacaciones en moto.
No solo nos gustó en el viaje de exploración, sino que cada día nos preguntábamos cómo habíamos tardado tanto en viajar por esta nación. Magnífica naturaleza, gentes amables, magnífica comida, buenos precios, mejor servicio y además todo funciona como en Europa, desde los infinitos cajeros automáticos en la calle, hasta wifi gratuito en todas partes. Al contrario de otros países asiáticos donde cada día te levantas dispuesto a solucionar los inacabables problemas que conlleva la diferencia cultural y de funcionamiento hasta de las cosas más comunes. Todo estaba listo a primeros de 2014 para empezar con las aventuras.
Ruta enduro Triángulo de Oro
Empezamos con la ruta «off road» a final de enero 2014, para lo que contamos con la colaboración de Hans, un austriaco que vive tranquilamente en las afueras de Chang Mai y se conoce bien todos los caminos y senderos para hacer rutas de enduro de diferente dificultad. Eso sí, siempre integrando bajo mi petición, los lugares más espectaculares y algunos otros, que aun con el sello de turísticos, me parecen imprescindibles. Acordamos una ruta de nivel medio/alto aunque Hans no pensaba que los españolitos fueran capaces de montar tanto como le aseguraba su «road leader». En la primera toma de contacto con las motos (Kawasaki KLX 250), y un corto recorrido, ya se dio cuenta de que el grupo de hispanos era de los que le gusta complicarse la vida por los lugares más remotos. Antonio con Karen y Álvaro con Ana en la misma moto, David, Javier y yo componíamos con Jesús en el coche todoterreno de apoyo y los guías nativos, un grupo homogéneo. Si alguien piensa que por ir dos en una moto de enduro no se pueden hacer caminos, es que no ha rodado con Antonio y Álvaro, dos amigos que solo tienen dos modos de pilotaje: sport y racing. Tanto es así que el guía nativo que abría ruta, respiraba aliviado cada vez que parábamos para tomar alguna foto.
Partiendo de Chiang Mai, la primera etapa surcó las montañas entre profundos bosques, camino de Mae La. Calor y humedad, pero soportable al transcurrir la mayor parte del día a la sombra de frondosas selvas, donde el bambú forma bosques espesos y las plantas tropicales adornan la ruta. Frecuentes vadeos de poca profundidad y escaso polvo, hacen pensar que este terreno en época de monzón, con las lluvias, y bien empapado, debe ser completamente intransitable. Una buena toma de contacto, con algún sendero, que sin llegar a ser trialero, ya nos ponía en situación. La segunda etapa ya fue algo más complicada. El destino Mae Hon Song, capital de la provincia y un gran pueblo, con su lago y su monasterio budista, muy cerca de las aldeas de las mujeres jirafa. No podía faltar la visita a estos poblados donde las mujeres adornan sus cuellos y tobillos con anillos. Van añadiendo aros con el paso de los años, sin quitarlos en ningún momento, con lo que su cuello se va deformando de tal manera que se estira haciendo imposible su retirada pues se fracturarían las cervicales. Claro que el turismo ha desvirtuado el modo de vida tradicional de esta etnia asentada en los confines de Tailandia y Birmania (Myanmar) pero tampoco es menos cierto que gracias a sus ingresos pueden seguir manteniendo su estilo de vida. La eterna pelea entre los beneficios y perjuicios del turismo tiene aquí otro punto caliente.
En el camino unos nativos y sus elefantes nos proporcionan otra de las actividades clásicas en Tailandia, un paseo en elefante por la jungla. Como siempre habrá quien opine que estas «turistadas» son insoportables, hablará de maltrato animal y bla, bla, bla. Pero te aseguro que si yo fuera extranjero y visitara España, no me perdería una noche en un tablao flamenco, ni un espectáculo de cómo bailan los caballos andaluces. ¿Tú sí?
Entre Mae Hon Song y Pai, una buena pista, bastante rápida, con montañas en su primer tramo y valles tapizados de arrozales al final. La hicimos en tiempo récord. Los guías locales nos aseguraron que necesitaríamos cinco horas, pero como salimos a las dos de la tarde y a las seis se hace de noche, y no queríamos circular a oscuras pues… gas y pocas paradas. En tres horas y media listo llegamos a Pai. Capital de los mochileros de Tailandia con su notable población flotante de «backpakers» de todo el mundo. Ya nadie busca su Shangri-La, su valle de la eterna juventud como en los años 70 del pasado siglo, pero todos aprecian el agradable clima y la tranquilidad de este rincón del mundo.
Con base en Pai teníamos una jornada de ida y vuelta, que nos dijeron era la más dura de toda la ruta y la esperábamos con ansiedad. Las chicas y el coche (que no podría pasar por los estrechos senderos) se quedaron en Pai y los demás nos fuimos en busca de las prometidas trialeras en los límites con Birmania. Lo prometido se cumplió, en una de esas jornadas inolvidables. Mucha pista, mucho sendero estrecho, muchos vadeos y unas cuantas trialeras, de esas que te aceleran el pulso y ponen a prueba tu resistencia y habilidad. No faltaron tampoco los puentes colgantes. Lo primero, mirar si eran capaces de aguantar el peso del conjunto moto/piloto, y después, uno a uno pasar por estos puentes, que en ocasiones se mueven tanto, que lo mejor es pasarlos bajado de la moto, so riesgo de caerte al agua desde varios metros de altura. No faltaron tampoco los bueyes semisalvajes, a los que Javier intentó «rejonear» desde la moto, hasta que la llegada de un macho de notables proporciones intimidó al torero y seguimos camino. Parece que la prueba de nivel de los que por aquí vienen a hacer enduro es alcanzar un helicóptero accidentado en la jungla y por su puesto el grupo de españolitos se tomó la foto como prueba de su capacidad off road.
Regresamos a Chiang Mai tras una semana de intensas emociones, fantásticos paisajes y muchas anécdotas vividas en pueblos remotos tailandeses. En la cena de despedida muchos recuerdos, risas y para mí el comienzo de la siguiente ruta esta vez por carretera.
Mejores carreteras del mundo
Últimamente he visto publicadas, sobre todo en Internet, muchas clasificaciones de las 10 mejores rutas del mundo para la moto. A las fijas como Karakorum pakistaní, o la Carretera de la Muerte boliviana, se suele unir también el Mae Hon Song Loop en Tailandia. A este tramo, que en verdad merece estar entre las mejores, nosotros uniríamos otros bonitos cientos de km más por el llamado Triángulo de Oro, en los límites de Tailandia, Birmania (Myanmar) y Laos. Esta vez el grupo estaba compuesto por: Cristina, Eva, Jesús, Xavi, Javier, Paco, Palo, Pierre, David y Simón, más el que escribe y Pablo como guía local. Las motos Kawasaki Versys y Honda 500. Un buen grupo con ansias de hacer kilómetros.
Iniciamos el primer tramo con la travesía del parque nacional Doi Hintanon, presidido por la mayor montaña de Tailandia. Curvas, lo que se dice curvas hay muchas, y se han tomado la molestia de contarlas. El bucle completo, con principio y fin en Chiang Mai pasando por Mae Hong Song, y Pai totaliza 3.934 curvas, y el tramo más afamado la N-1095 suma 2070 curvas en apenas 180 km. Es algo así como si comprimes una ruta transpirenaica. ¿Cómo es posible? Pues debido a la orografía. Las montañas no son muy elevadas, pero sí están muy juntas, lo que hace que la carretera suba y baje continuamente. Tres km de subida y dos de bajada, seguidos de cinco y cuatro y así continuamente, todos con fuerte pendiente, vamos una montaña rusa, ideal para la moto. ¿Y la moto ideal? Una supermotard. Mas no es solo la carretera, los paisajes boscosos, los pueblos con sus casas de madera entre las que se levantan los coloristas templos budistas, los alojamientos con encanto, la amabilidad de los nativos y la gastronomía, entre las más apreciadas de Oriente, suman para hacer de esta ruta algo inolvidable.
Entre Mae Hon Song y Pai, tuvimos un incidente de esos que se guardan, para que, con el paso que da el tiempo, se pueda relatar en un libro de anécdotas, pues al final en eso quedó, en una anécdota. Por ahora me quedo con el espíritu de equipo y la solidaridad con que todos actuaron para seguir disfrutando de un viaje fantástico.
Las orillas del Mekong
Desde Pai hacia el norte, bordeando la frontera con Birmania, vigilada por puestos de control militares que acabaron con el tráfico de opio, siguiendo una carretera estrecha y de fuertes pendientes, pasamos por campos de té, jardines botánicos impresionantes y alcanzamos el río Mekong en la frontera con Laos. En un viaje turístico no todo es montar, así que tomamos unas lanchas rápidas y cruzamos el río para pisar Laos y sus mercadillos de variopintas mercancías. El Mekong es uno de los ríos más importantes en Asia, y en la historia de la humanidad. Uno de esos cauces que a uno le atraen, para seguirlos en todo su curso hasta el lejano Tíbet… algún día. Es lo bueno que tiene viajar, cuanto más conoces más ganas te dan de conocer aún más rincones y la mente no deja de trazarse nuevas rutas. En los bordes del Mekong se suceden los pueblos con encanto, y para el viajero los hoteles integrados en la naturaleza, en los que despertar te hace sentir feliz. Abres los ojos, y aún adormilado, sin saber dónde estás, miras a tu alrededor. Ves el casco. Estás de viaje con amigos. Las motos te esperan a unos pasos. Luce el sol, te levantas con alegría, como te gustaría hacerlo cada día de tu vida.
Sabes que cada jornada te regalará agradables sorpresas, íntimas sensaciones, recuerdos inolvidables. Cada uno vive sobre su moto sus propias experiencias, y recordará algún momento exclusivo como el más destacable. Quizá alguien piense que le gustaría hacer palpable para todas sus experiencias; en un álbum de fotos, en un libro, o en un vídeo. Quizá alguno lo consiga materializar de forma tan deslumbrante como Chalermchai Kositpipat. Este artista construyó el templo blanco de Wat Rong Khun en la provincia de Chiang Rai, el más delirante y singular de toda Tailandia, un país donde cada templo compite en colorido y suntuosidad. El templo blanco de Chag Rai con sus infinitos detalles alegóricos es la materialización de un sueño. Para mí viajar con amigos por Tailandia fue la materialización de un sueño.
Tailandia, un país donde puedes pasar un rato con un enorme tigre, pasear en elefante por la jungla, o encontrarte con una gigantesca pitón, pero también visitar monasterios budistas multicolores, frondosas junglas, etnias singulares, comer exquisiteces y darte cada día un masaje a precio irrisorio. Pero sobre todo, donde puedes disfrutar, y mucho, montando en moto. Lo dicho, un sueño. Repetiremos.