Cuando Laia Sanz decidió aparcar el trial para centrarse en el enduro y los raids, dejó un vacío de poder en la modalidad más técnica del motociclismo. Al contrario de lo que suele suceder en estos casos, donde tiende a abrirse un periodo casi caótico sin un liderazgo claro, la británica Emma Bristow se apoderó del trono e instauró su particular tiranía al volverse imbatible.
Ya había avisado al ser subcampeona en los tres últimos títulos de Sanz, pero su compatriota Rebekah Cook y la española Sandra Gómez se mantenían también al acecho y prometían plantar cara a la piloto de Lincolnshire, que ya en su último subcampeonato había cambiado a Sherco tras haber logrado los dos anteriores con Ossa.
En 2014, ya sin Sanz, logró hacerse con el título con tres triunfos y un segundo puesto tras Cook, repitiendo en 2015 con un bagaje parecido: cuatro triunfos y un segundo, también tras Cook. Lejos de aminorar, en su tercer título arrasó llevándose las cinco pruebas de la temporada.
Volvió a dejarse un triunfo por el camino en 2017 -esta vez ante la alemana Theresa Baeuml- en la última carrera del año, donde aseguró el título. Fue su última derrota en tres años: lo ganó todo en 2018, 2019 y 2020 para enlazar la friolera de 15 victorias consecutivas acumulando ya la nada desdeñable cifra de siete títulos mundiales. Parecía indudable que 2021 sería el año del octavo, hasta que saltó la noticia: Laia Sanz anunciaba su vuelta al trial.

Ocho años después, la catalana regresaba como aspirante. El trono era de Bristow por derecho propio. Aun así, con su mera presencia Sanz ya se situaba de entrada, como poco, al mismo nivel de favoritismo de la de Sherco, que encaraba un reto imposible: batir a la más grande de toda la historia de las dos ruedas.
A favor de una, su increíble talento y su aura de imbatibilidad en todo vehículo motorizado con dos ruedas. A favor de la otra, su excelso nivel durante las últimas temporadas y una simbiosis extraordinaria con su máquina. Por delante, seis pruebas repartidas en cuatro citas. La primera, doble, acabó en empate: Sanz golpeó primero y Bristow respondió.
De Italia fueron a Francia y Bristow se llevó la única prueba en juego y el liderato en el ecuador de temporada. En España pasó por todos los estados: llegó con opciones de dejar el título casi sentenciado, lo vio perdido al ser tercera el primer día tras Sanz y Berta Abellán, y ganó el segundo día para llegar líder a la cita final de Portugal con un solo punto de ventaja.
Una carrera y, delante, la eternidad. La diferencia no era pasar de siete títulos a ocho, era algo mucho mayor: batir a la mejor de todos los tiempos. No pudo ser. Sanz se mostró imperial y Bristow (que más tarde ganaría el primer X-Trial Women ante la ausencia de Sanz) se quedó sin hazaña, sumando su cuarto subcampeonato mundial tras rozar lo imposible.