La trayectoria de Joan Barreda en el Dakar no se debe medir en resultados. Ni en los buenos (victorias de etapa) ni en los malos (ni un solo podio final).
A Joan se le mide en ilusión.
En la ilusión que generó en la afición española con su irrupción, en un momento donde las dos ruedas del raid más duro del mundo estaban polarizadas por el duelo entre Marc Coma y Cyril Després; que se cargó a las espaldas cuando el cinco veces ganador decidió colgar el casco y cuya llama ha sabido mantener viva a lo largo de una década.

Es bastante posible que el Dakar 2014 haya sido el último disparo de ‘Bang Bang’, que después de una honda trayectoria con la marca del ala dorada quiso darse una última oportunidad para intentar ser un héroe con final feliz.
No ha podido ser.
Si el Dakar fuese un cómic, la última página de Barreda consistiría en un festín en torno a una hoguera devorando algún jabalí.
Sin embargo, por muy galo que sea -y aunque haya cambiado desde que ya no está Thierry Sabine tal y como la aldea gala ha cambiado sin René Goscinny y Albert Uderzo-; el raid más duro del mundo sigue dando dunas de arena por cada palada de cal.
Dentro de varias décadas, miles de personas que todavía no han nacido ojearán el palmarés del Dakar y no encontrarán el nombre de Barreda en el podio. Seguramente, muchos de ellos también echarán un vistazo al número de victorias de etapa, y ahí se toparán con su nombre.

Ahí es cuando se harán la pregunta: ¿quién fue Joan Barreda?
La Wikipedia o su equivalente de la época les contará que nació en Castelló en agosto de 1983 y que en su palmarés brillan cinco victorias en la Baja Aragón, dos en la mítica Vegas to Reno y una en escenarios tan icónicos como el Rally de los Faraones, el Rally Merzouga, el Qatar Cross-Country, el Rally Andalucía o el China Grand Rally; además de tres podios en el Rally de Marruecos, dos en el Abu Dabi Desert Challenge y uno en el Desafío Ruta 40 o el Rally de Atacama.
Encontrarán también un relato aséptico de su trayectoria en el Dakar.
Lo que no encontrarán es la epopeya que ha supuesto este viaje de casi década y media entre dunas, piedras, fesh-fesh y hasta interminables salinas.
Nadie les contará que Barreda pudo ganar el Dakar varias veces.
Que una vez no lo ganó porque su equipo se la lio parda.
Que los problemas mecánicos también se cebaron con él.
Que, en su ‘prime’, nadie volaba como él por los desiertos.
Que siempre tenía un plan A en el que creía a pies juntillas.
Que ese plan era darle al mango y ser más rápido que el resto.
Que no le importaba lo más mínimo abrir pista una y otra vez.
Que su plan B era como el A, pero estando lesionado.
Que hizo temblar como nadie al imperio KTM en su ‘peak’.
Sobre todo, nadie les contará que, primero en Sudamérica y después en Asia, durante dos semanas al año en el mes de enero modificaba los ritmos circadianos de muchísimas personas.

Que, en una prueba que carece de cobertura televisiva en directo, tenía a la gente pegada a la pantalla de un ordenador esperando el momento en el que apareciese un número en el punto en el que se cruzaba el eje horizontal de su nombre con el vertical del siguiente ‘waypoint’.
Nadie les contará que era tan increíblemente bueno que, pese a que pasaban los años y no había logrado subir al podio final del Dakar, cada vez que aparecía en la lista de inscritos del siguiente Dakar era situado en las quinielas de favoritos de forma unánime.
Ni que durante años fue un foco de debate en redes entre quienes siempre postularon que mereció ganar al menos un Dakar y/o que es una injusticia histórica que ni siquiera subiera al podio; y entre las voces críticas que le recriminan la falta de estrategia o la ausencia de un plan alternativo al de estrujar el puño del gas como si cada metro fuese el último.

Las futuras generaciones merecen saber que, durante el mes de enero, el epicentro del mundo del motociclismo dejaba de ser MotoGP y se convertía en el Dakar. Y que aquel hombre llamado Joan Barreda era capaz de generar, durante quince días al año, más clicks que Marc Márquez y Valentino Rossi juntos.
Las hojas de resultados y clasificaciones estarán disponibles para quien quiera consultarlas, claro.
Pero, quienes quieran conocer realmente cuál fue la historia de Joan Barreda, tendrán que escarbar más allá de los números y sumergirse a profundidades más hondas. A las profundas fosas donde habitan las emociones.
Cuando lo hagan, descubrirán que ‘Bang Bang’ fue el número uno de su época a la hora de generar esas emociones. Y, si algo distingue al Dakar del resto de competiciones en el mundo de las dos ruedas, es la capacidad de poner las emociones en el centro del tablero y convertir los resultados en algo adyacente.
Así que, si hay que medirle por las ilusiones y emociones que generó, la medida de Joan Barreda en el Dakar tiende a infinita.
Y así hay que contarlo.
