“Hay una mancha gris, y una mancha verde. Yo intento mantenerme en la gris”. Es difícil sintetizar mejor en una sola línea en qué consisten las road races. Lo hizo Joey Dunlop, claro. El mayor icono de la historia de la modalidad, ganador de 26 carreras en el Tourist Trophy de la Isla de Man, la carrera en carretera por antonomasia.
Seguramente esa sencillez (que no simplismo) sea la característica fundamental de las road races; y al mismo tiempo explica por qué el bueno de Joey se metió a todo el mundo en el bolsillo sin necesidad de excentricidades. Era todo lo contrario a las estrellas del deporte en el panorama actual, donde cuesta diferenciar el final del deportista y el inicio del producto de marketing.
Joey era un tipo normal que se ponía el casco y se jugaba la vida entre farolas y bordillos a velocidades de infarto. Al terminar, se quitaba el casco y lo celebraba con una buena pinta de cerveza en un ambiente familiar, propio de las road races. Tan familiar que, en muchas ocasiones, compartía carreras con su propio hermano, Robert.
En ese ambiente crecieron William y Michael, los hijos de Robert, que evidentemente continuaron la tradición familiar. Desgraciadamente, la peligrosidad golpeó con fuerza y repetidas veces a los Dunlop, la familia más querida de las carreteras: Joey falleció en 2000 en Estonia, su hermano Robert murió en la North West en 2008 y, diez años, después, en 2018, falleció William en la Skerries 100.
En 2007, un año antes de la muerte de su padre, cinco veces ganador del TT, Michael cumplió el sueño de debutar en la madre de todas las carreras. En 2009 logró su primera victoria, con apenas 20 años. Estaba claro que se trataba de un auténtico prodigio. Lo que era difícil de imaginar es que, década y media después, superaría a tío Joey.
Un triunfo en 2011 y otro en 2012 dieron paso a un 2013 demencial en el que ganó cuatro carreras y solo se le escapó el Senior, donde fue segundo. Un año después añadió otras cuatro con su primer Senior. Desde entonces, solo se fue en blanco en 2015: dos en 2016, dos en 2017, tres en 2018, una en 2019…
Tras dos años sin TT por la pandemia, siguió sumando: dos en 2022 y, de repente, cuatro en 2023. Ya acumulaba 25, a una del récord de Joey. Sin embargo, lo más maravilloso es que estaba a punto de convertirse en el piloto más laureado de la carrera más mítica de la historia del motociclismo y no le daba importancia.
Lo igualó el primer día en Supersport y, tras rozarlo en Superbike, lo superó en Supertwin. Después vendrían dos más en esas dos mismas categorías. Ya suma 29 triunfos y, a sus 35 años, le quedan cuerda y velocidad para rato. No le preguntéis en cuánto piensa dejar el récord, porque no le importa. A Michael solo le importa mantenerse dentro de la mancha gris.
