La puesta en escena de OSSA desde su renacimiento ha venido asociada a la excelencia, tanto de concepto técnico como de diseño estético, dotada de muchísimos componentes en los que recrearse visualmente. No quisieron hacer con la TR una moto convencional y sorprendieron con ideas únicas en el trial como el depósito en la parte frontal, la inyección electrónica, el cilindro «girado»…
Para 2012 se ha mejorado su calidad y su comportamiento, manteniendo en su gama la propuesta de una lujosa versión para los más sibaritas, denominada Factory, producida en cantidad limitada, que por vez primera ahora probamos. Un lujo de modelo y un lujo disfrutarla pues no hemos tenido muchas ocasiones de subirnos a las OSSA TR.
La lista de componentes incluye piezas de increíble realización como el escape completo Termignoni, obra de arte cubierta de fibra de carbono. A ello se unen los cárteres de magnesio, la culata de alta compresión -anodizada en rojo-, la doble curva de encendido o detalles estéticos como la corona y las estriberas en rojo. Porque está claro que el envoltorio y la presentación siempre tienen un papel importante para decidir nuestra compra. Más aún en la OSSA, cuya adquisición tiene una importante carga emocional, tanto hacia la marca del trébol como hacia el propio producto. La TR es un capricho, por encima de todo, una trialera especial que, dinámicamente, se comporta de forma muy neutra. Si algo tiene de diferente la 280 es la facilidad de conducción que le aporta al piloto tanto porque no es una alocada en sus reacciones dinámicas como porque tampoco tiene un motor todopoderoso y exigente que saque a relucir las carencias del usuario.
Pero vayamos al inicio, el arranque. Sencilla operación, como en ninguna otra trialera, pues no hay que hacer más que dar la patada, despreocupados de tener que abrir la llave de la gasolina, tirar mando del aire… componentes que la inyección elimina. Arranca perfecta la mecánica «atrebolada» tanto en frío como en caliente, e incluso si se nos cala dentro de la zona. Sonido peculiar el del motor, quizás tipo «retro» de los propulsores clásicos con gran cilindro refrigerado por aire, que de los actuales, que suenan con tonos más metálicos.
Tacto duro en el mando del embrague pero nada brusco en su actuación, quizás algo lento para los «pro» pero ideal para el resto. Justamente el mismo sentir que nos transmite el motor, realmente equilibrado para el uso de todos los públicos. Por una lado la inyección lo suaviza mucho, puede que demasiado, y su primer golpe de gas no resulta imponente. Por ello, nos pide subir más de vueltas el motor para tener la patada que en otras rivales encontramos. Cosa buena para los que practicáis una conducción de nivel medio, pues deja ir a ritmo, más que saltando por las piedras, subiéndolas. Y cuando queremos probar a imitar a los buenos, con la OSSA podemos pues aunque nos pasemos de vueltas para atacar un escalón, ella responde progresiva. Por esa mayor suavidad a bajo régimen, sí que tendremos que usar una marcha menos que en otras motos y la primera en la TR siempre hay que tenerla en cuenta. A veces transmite la OSSA sensación de que no estira mucho, pero luego eso no es real, pues lo que pasa es que su suavidad nos transmite ese sentir de que arriba no «tira». Sobre todo porque la nueva culata de la Factory nos aporta un extra de prestaciones apreciable. ¿Qué pasa con los pilotos que tenéis nivel? Pues que os encontráis algo extraños porque vuestra técnica os permite tener un mayor control de la moto y os gusta más patada, aunque si le cogéis el truco a la OSSA ganáis en un apartado, el menor cansancio que genera. Pero está claro que algunos echaréis de menos un motor 300, con mayor «punch» desde cero y una solidez mayor del par a todo régimen.
El mismo comportamiento neutro del motor lo tiene la parte ciclo. La OSSA es ligera, como las que más, aunque en esta versión especial, curiosamente, en nuestra báscula ha marcado algo más de peso -también porque esta vez nos ha llegado completa, hasta con la pata de cabra-. La TR transmite sensación contrapuesta de juguetona pero mezclada con cierta «pesadez», sin ser tan ágil delante. Lo apreciamos así quizás porque al ser ancha en la zona central del bastidor, donde se aloja el radiador, no llegamos a movernos del todo sueltos. Aunque eso, para muchos, será otra buena noticia, pues elimina el nerviosismo que sí nos muestran otras rivales, ofreciendo así, de nuevo, más facilidad en el manejo. La TR no responde tan excesivamente sensible al movimiento del cuerpo y actúa de forma más permisible ante los errores.
Sí que se mueve de maravilla el trasero, permitiendo colocar la rueda con precisión sintiendo además, el sensacional trabajo del amortiguador Öhlins. Aunque, como en otros amortiguadores trialeros de tipo «pro» multirregulables, al principio se siente raro pues absorbe tanto y tan bien que no rebota en exceso quedando todo bajo control. Así nos lo decía también David León, nuestro piloto invitado: «clava bien el amortiguador tras los golpes fuertes, pero parece que no quiere jugar con nosotros y acompañar nuestros movimientos del cuerpo. La moto parece quedarse quieta». Por ello resulta importante en esta Factory trabajar con los múltiples reglajes que permite el amortiguador. Muy bueno el trabajo de la horquilla Marzocchi, con un gran tacto, sensible y cómoda.
Los frenos trabajan bien, como se puede esperar en una trialera «top», manteniendo la pinza trasera el agujero exclusivo dedicado al pequeño antirrobo.
Exclusividad, contraste, comportamiento dócil, detalles únicos… Así es la TR 280 Factory, versión exquisita que ronda en su precio casi los siete mil euros, 799 de diferencia sobre el modelo estándar. Ciertamente, hay que pensárselo y tener recursos.