Moto Clásica: Montesa Brío 81

En la España de los 50, lo que el público realmente necesitaba era una moto suave, silenciosa y capaz como medio de transporte diario. Montesa creó con este fin la Brío 81, un modelo derivado de su primera Brío, la 90, más deportiva, y menos popular.

Pepe Burgaleta Fotos: Jaime de Diego. Moto: Santiago Fernández

¡Notición! El Reglamento de Vehículos Históricos próximo a su publicación
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Montesa comenzó su producción en 1945 con su modelo A45, que había venido precedido de un prototipo, ambos basados en una moto francesa, la Motobécane B1V2, sobre la que se realizaron algunas modificaciones en el chasis, pero de la que se copió íntegramente el motor. Montesa había nacido por el impulso de dos jóvenes, Pere Permanyer, que se dedicaba a la fabricación de gasógenos para automoción, y Francisco X. Bultó, que tenía una empresa de segmentos, y que precisamente le había regalado a su sobrino la moto que sirvió de base para el nacimiento de las primeras Montesa.

Evolución

Tras el modelo A45, que tuvo una gran aceptación, la empresa aumentó rápidamente de tamaño y amplió su capacidad de producción. La A45 de 98 cc, continuó con la B-46/49 de 125 cc, y posteriormente con la D51, que ya tenía un aspecto más moderno gracias a su depósito redondeado. En cualquier caso, todas estas motos, salvo detalles, tenían el motor de la Motobécane, que entre otras cosas se caracterizaba por tener un pistón con deflector y el carburador colocado en el lateral izquierdo del cilindro. Con el fin de mejorar las prestaciones y modernizar la moto, en 1953, Montesa creó la primera moto a la que bautizó con un nombre propio, la Brío 90. Aunque se mantenía el mismo chasis, el motor estaba más evolucionado, con el carburador colocado tras el cilindro y un pistón plano que ya funcionaba con barrido «Schnurle» más eficaz, de hecho la potencia aumentaba de 4,7 CV a 7,2 CV, y posteriormente a 8,5 CV en la versión «S».

La Brío 90 se llegó a exponer en el Salón Internacional de Ginebra, algo absolutamente inusual en la industria nacional. Sin embargo, era una moto que para una gran parte del público resultaba demasiado deportiva, con un motor que tenía una banda de utilización más estrecha de lo habitual, y en general un comportamiento más radical. La respuesta llegó un año más tarde con una versión complementaria llamada Brío 80, que precisamente se caracterizaba por ser menos deportiva, con la potencia reducida a 6,5 CV, pero una mayor banda de utilización. Si entre las dos Brío 90 Montesa vendió algo más de 2.500 unidades a lo largo de sus años de producción, la Brío 80 logró en cuatro años casi 16.000.

Montesa a mitad de los años 50 se había consolidado como una de las empresas más importantes del panorama internacional, y la de mayor éxito deportivo, y comenzó a multiplicar su número de modelos, creando diferentes versiones. Tras la renovación de las Brío 90 con el modelo 91, ya con una caja de cambios de cuatro relaciones, llegó en 1957 la de la Brío 80, que es esta 81, que recibía algunos cambios, el más importante un nuevo escape más silencioso. Esta moto se separó estéticamente de sus antecesoras, que habían adoptado el color rojo en el depósito, combinado con el negro en el chasis y los guardabarros, y se pintó de color verde, lo que rápidamente le sirvió para ganarse el apodo de «trucha».

La moto que te traemos no tiene este color, que se mantuvo en toda la serie y la siguiente, y también tiene un depósito de gasolina con protectores, que se eliminaron en este modelo, y un asiento monoplaza, que era el estándar hasta el año 1954. Estas Brío también se particularizaban por el filtro de aire, que en vez de estar en una caja cilíndrica sujeta a la parte trasera del carburador, como en los modelos precedentes y posteriores, se colocaba con una caja intermedia para reducir la sonoridad.

Salto adelante

Las Brío conformaron la base de la producción de Montesa, y las 81 y su sucesora, la 82, que tenía muy pocos cambios, lograron venderse hasta cifras más allá de las 25.000 unidades, y también fueron las últimas en las que se mantuvo la asociación de los Permanyer con Bultó. En 1958, Francisco X. Bultó dejó la compañía junto con una buena parte del departamento técnico al no estar de acuerdo con el abandono de la competición que había decidido Permanyer, en busca de aumentar la rentabilidad de la compañía, y las malas lenguas aseguraron que lo hizo con el proyecto de lo que iba a ser la nueva generación de Montesa bajo el brazo.

Además de tener que buscar el capital necesario para hacerse con la participación de Bultó en Montesa, la marcha de los técnicos ralentizó la evolución de las motos y de sus motores. Hasta el año 1962 no aparecieron las primeras Impala con el nuevo motor monobloque diseñado por Leopoldo Milá, y mientras tanto Montesa siguió con el derivado de la B1V2 que llegó a los 142 cc con las Comando 140, creadas a principios de los años ’60, como complemento a la última generación de las Brío, las 110.