MYMSA X-13: la moto que nació de un sueño

La MYMSA X-13 no fue una moto más de las creadas en la postguerra, fue el sueño y la pesadilla de Josep y Jaume Aragall.

Pepe Burgaleta | Fotos: Joan Carles Orengo | Motocicleta propiedad de la Familia Aragal

MYMSA X-13: la moto que nació de un sueño
MYMSA X-13: la moto que nació de un sueño

En la España de la postguerra era evidente que las necesidades de motorización del transporte individual pasaban en gran manera por la motocicleta. El automóvil no era todavía una alternativa, y para todos esos trabajadores que tenían que desplazarse hasta sus centros laborales, las dos ruedas eran la primera alternativa al transporte público o al lento recurso del Coche de San Fernando, ese de «un ratito a pie y otro andando». España se vio repletas de firmas de motos, la mayoría de ellas poco más que pequeños talleres, que montaban lo que encontraban a mano.

En esta tesitura, Josep y Jaume, hijos de un apasionado de la automoción, Francesc Aragall, que después crear un taller de reparación había seguido transformando camiones Ford en autobuses, decidieron empezar a construir motocicletas con la premisa de que fueran fiables, económicas y sencillas de mantener, las reglas básicas que se necesitaban a principios de los años 50 en nuestro país. Partiendo de sus instalaciones en el barrio del Clot en Barcelona, convirtieron en realidad su sueño.

No querían utilizar los motores Hispano Villier habituales, y se embarcaron en la tarea de construir uno propio, que tuvieron terminado en 1951. Se trataba de un motor de dos tiempos de un cilindro refrigerado por aire, con cárter monobloque y una caja de cambios de tres relaciones. Cubicaba 124 cc, con cotas cuadradas de 64 x 54 mm, y dos transfers desdoblados siguiendo en diseño de los alemanes de DKW.

La MYMSA X-13 fue el sueño de la familia Aragall

En ese momento, obtener el permiso para fabricar motocicletas era lento, tedioso, y no exento de dificultades, así que mientras llegaba, probaron el motor instalándolo en el chasis de una Ardilla y rodaron con éxito a lo largo de toda una semana en un circuito improvisado que aprovechaba el trazado de la pista de Pedralbes de F1. Los pilotos eran los trabajadores de la fábrica, a los que se daba cama y comida en un campamento montado en el jardín del monasterio. Tuvieron que pasar dos años hasta obtener el permiso de las autoridades y el lanzamiento de su primera moto, la MYMSA A-1, dotada ya entonces de chasis tubular de doble cuna, horquilla telescópica, y suspensión trasera con basculante y dos amortiguadores, un diseño que en ese momento era realmente avanzado. Como los plazos se habían prolongado y la empresa se tenía que dedicar a otros quehaceres, los dos hermanos habían tenido que realizar el diseño y la fabricación en sus ratos libres, normalmente de noche y en fin de semana.

Las instalaciones, que cambiaron de sede en 1954, no estaban pensadas para fabricar motos en serie, la maquinaría de calidad era difícil de encontrar y aún más de importar, la energía eléctrica iba y venía, y ahí empezaron las dificultades y los problemas de calidad. En 1953 se fabricaron 263 motos, y la buena aceptación llevó a la ampliación de la gama, con un motocarro, y en 1957, con la llegada del motor de 175 cc. Ese año ya se fabricaban 1.000 unidades, que llegaron a alcanzar las 2.000, con una amplia variedad de modelos. Se inauguró una nueva fábrica en el barrio de Sant Andreu, de la que salieron la renovación de la MYMSA A-1, denominada MYMSA X-11, y esta MYMSA X-13 de 175 con un diseño completamente distinto. El chasis tubular se sustituyó por otro de chapa estampada, con la horquilla y el basculante también realizados con el mismo material. Era más sencillo de fabricar en grandes series, pero requería una fuerte inversión en la cadena de producción, y los problemas llegaron debido a la mala calidad de chapa, que provocó que rápidamente aparecieran grietas en la estructura, especialmente en la horquilla. Se tuvo que volver al chasis tradicional, con un perjuicio económico considerable.

En 1963 la empresa cerró después de fabricar unas 11.000 motos, motocarros y prototipos de más de tres decenas de modelos. La tormenta perfecta formada por la conjunción de los problemas de la MYMSA X-13, la llegada del SEAT 600 y la denegación del permiso para fabricar automóviles, y el cambio de la normativa de ciclomotores en 1961, que reducía a 50 cc su cilindrada, cuando los de la marca eran de 74 cc, la hicieron económicamente inviable.