Shifty 900

A caballo entre los años 70 y 80, algunos ingenieros se empeñaron en instalar motores de automóvil en chasis de moto como forma de ofrecer al público una alternativa europea a las superbike japonesas.

Pepe Burgaleta. Fotos: Juan Sanz

Shifty 900
Shifty 900

A mediados de los años 70, la industria europea ya tenía claro que había sido barrida por la japonesa en el sector de las dos ruedas. Los nipones fabricaban motos como churros y encima lanzaban año tras año modelos que los europeos ni podían soñar construir. En 1976, Suzuki fue la última de las marcas japonesas en presentar su superbike de cuatro cilindros y cuatro tiempos, la GS 750, pronto reconvertida en 1000.

Los europeos no tenían dinero para desarrollar estas motos, así que unos simplemente desaparecieron, como fue el caso de los británicos; otros se aferraron a su identidad, los alemanes de BMW; y otros, sobrevivieron como pudieron con ayudas públicas haciendo motos deportivas diferentes, caso de los italianos. Estaba claro que competir de tú a tú con Honda y sus compatriotas no era posible, porque el desarrollo de los motores nipones de cuatro cilindros y la velocidad con la que lo hacían, era inimaginable. Pero el caso es que los clientes lo que querían eran motos de cuatro cilindros, así que a algunos se les ocurrió que se podía aprovechar un motor de este tipo procedente de un coche pequeño, de los que había un montón, y además bastante baratos. No eran motores especialmente potentes, pero sí con un rendimiento decente, y más fáciles de reconvertir a las dos ruedas de lo que se podía imaginar en un primer momento.

La Shifty no fue la única que materializó esta idea, pero sí una de las más peculiares, porque no desaprovechó nada, se quedó hasta con el cambio del FIAT 127 del que partía.

La Shifty –sospechosa–, tenía un nombre que le venía que ni pintado. Había sido diseñada y construida por un ingeniero italiano, Ugo Grandis, a su vuelta de Sudáfrica, donde había trabajado para Chrysler. En un pueblo cercano a Pádova se dedicó a ensamblar partes de moto y un motor de 127 sobre un chasis tubular, y logró construir entre 1977 y 1982 unas 70 unidades de la Shifty, lo que no está nada mal. El chasis lo construyó para aprovechar los anclajes originales del cuatro cilindros, sujeto con gomas. Para poder encerrar convenientemente el propulsor y al tiempo sujetar la parte delantera y la trasera, la parte superior izquierda era desmontable. Aunque hay variaciones en las motos construidas dependiendo del momento en que se ensamblaron y la disponibilidad de componentes, la parte delantera era bastante semejante a la de la Benelli 906, mientras que la trasera se correspondía con la de la Laverda SF 750.
Con las dimensiones del motor y la estructura tubular creada, que básicamente soportaba los esfuerzos en la parte superior, el depósito, proveniente de un FIAT 500, se trasladó debajo del asiento. Así, en el falso depósito, además de otros componentes, se encajó el cuadro de instrumentos del propio 127. La transmisión secundaria, que mantenía la cadena habitual, obligó a montar un conjunto intermedio de piñones desde la salida del diferencial del cambio, hasta una posición en la que la cadena no sufriese cambios de tensión insoportables con el funcionamiento de la suspensión.

La Shifty, como es lógico, adolecía de todos los problemas inherentes a su construcción; era pesada, voluminosa, muy «ancha de caderas», no tenía mucha potencia, pero, sobre todo, mantenía el cambio del automóvil. Aunque en las siguientes series el problema se resolvió con un apaño, la palanca de cambios necesitaba realizar el clásico recorrido en «H». La primera y la segunda se engranaban en un plano, y luego había que mover la palanca hacia el exterior con el tobillo al mismo tiempo se empujaba para meter la tercera. Era una tarea que requería la máxima concentración, una técnica ejemplar, y que en poco tiempo acababa con tu tobillo destrozado. Después se idearon sistemas para evitar que el pie tuviese que hacer todo el trabajo a base de un motor eléctrico para preseleccionar el plano de trabajo de la palanca.

En cualquier caso, y a pesar del aspecto mastodóntico y las dudas por su origen, la Shifty era una moto que se podía utilizar, con un peso colocado bastante bajo, motor de funcionamiento muy agradable y, al final, sorprendente en su funcionamiento. De hecho, cuando se probó por vez primera en nuestro país, nuestro actual editor, por entonces probador de la revista escribió: «Los esquemas mentales que inevitablemente tenía formados después de la contemplación de esta Shifty se están empezando a desmoronar. Sorprendente moto, sorprendente por el propulsor utilizado y por su manejabilidad, y no espero que nadie me crea, porque yo no me lo creería al ver las fotos de esta sensacional Shifty 127, perdón, de esta Shifty 900»