Andrea Dovizioso, el subcampeón que MotoGP se merece

Ya nadie se olvidará de él cuando toque hacer las quinielas de MotoGP 2018.

Nacho González

Andrea Dovizioso, el subcampeón que MotoGP se merece
Andrea Dovizioso, el subcampeón que MotoGP se merece

Todos los años hay un subcampeón, pero no todos los años hay un gran subcampeón. Basta con añadir un prefijo a la frase pronunciada por el irrepetible Ayrton Senna para explicar que el italiano Andrea Dovizioso no es un subcampeón cualquiera.

Andrea Dovizioso ha sido el triunfo de la normalidad, la estrella oculta en el cielo de MotoGP cuyo brillo ha eclipsado, en varios puntos de la temporada, al astro con más luz del panorama actual de la categoría reina del motociclismo: Marc Márquez.

Hay dos tipos de títulos mundiales: los que se ganan por tiranía y los que se ganan por oposición. Márquez lleva dos de cada: 2014 y 2016 los ganó por tiranía, aunque de distintas formas. En ambos se proclamó campeón con mucha antelación. Por el contrario, 2013 y 2017 han sido títulos por oposición. La de Jorge Lorenzo primero y la de Andrea Dovizioso después.

Por lo tanto, hay dos formas de ser subcampeón. Cuando el título es por tiranía, el subcampeonato se gana batiendo al tercero. Cuando es por oposición, llevando al campeón al límite. Evidentemente, Dovi es de los segundos.

En el año de los duelos inesperados en MotoGP, la rivalidad entre Marc Márquez y Andrea Dovizioso, entre Honda y Ducati, ha sido una bocanada de aire fresco en el anquilosado panorama de la categoría reina, instalado en una cuasi monótona dualidad Honda-Yamaha y donde sólo parecía haber sitio para los durante tantos años llamados magníficos: los originales Valentino Rossi, Casey Stoner, Jorge Lorenzo y Dani Pedrosa; y los herederos de ese olimpo: Marc Márquez y Maverick Viñales.

Precisamente entre estos dos se vislumbraba la nueva dicotomía que había de presidir el paradigma a corto y medio plazo de MotoGP. Dos jóvenes talentos que habían ido quemando etapas a pasos agigantados. Dos elegidos.

Pocos contaban con Ducati. Casi nadie con Andrea Dovizioso. Una década en la élite siempre uno o dos escalones por debajo de los relucientes focos. Asiduo al podio, pero nada más. Una victoria cada siete años, y gracias. ¿Del título? Ni hablar. Eso era para otros.

Sin embargo, Andrea Dovizioso nunca tiró la toalla. Durante varios momentos de su carrera, se había visto capaz de plantar cara a la mayoría de esos elegidos. En otros, se había inmiscuido entre ellos con mecánicas inferiores. Primero con la Yamaha satélite del Tech 3 y después con Ducati, cuando Ducati vivía en el yermo páramo en el que sólo habitaban las motos de temporadas anteriores que las japonesas cedían a sus estructuras privadas.

Todo ello intentando olvidar su paso por Repsol Honda, donde no fue capaz de estar a la altura de dos de los elegidos: Dani Pedrosa y Casey Stoner. Una sola victoria en el equipo más laureado de la historia reciente de las dos ruedas era más que un pobre bagaje: era una carga muy pesada de cara al público.

Necesitaba mejorar. Después del claro paso atrás que suponía pasar del Repsol Honda al Monster Yamaha Tech 3, parecía que irse a Ducati suponía aún más retroceso. Al fin y al cabo, con su único año en el equipo satélite de Yamaha, subió hasta seis veces al podio en 18 carreras, acabando cuarto, su segundo mejor resultado en MotoGP después del tercero en la temporada anterior, su despedida en Honda.

Para él, esta vez no era un paso atrás. La diferencia con lo sucedido un año antes era clara: en Honda le enseñaron la puerta de salida, con una sonrisa de agradecimiento y poco más. Del equipo de Hervé Poncharal se fue por su propio pie.

Dejaba atrás el equipo privado más sólido del panorama reciente de MotoGP. Delante, se le abrían las puertas de una fábrica que buscaba encontrarse a sí misma. Precisamente como él. A diferencia de Honda, no había presión. No consistía en llegar y demostrar. Se trataba de crecer juntos, de unir sus caminos en un destino común.

Un camino que empezó empedrado, con un 2013 en el que Dovizioso se quedaba sin subir al podio, algo que no le sucedía desde 2002, su primer año completo en 125cc. Poco a poco, fueron sorteando obstáculos y haciéndose más fuertes, hasta llegar a la victoria de Sepang 2016. Para muchos, una bonita excepción. Para Dovizioso, el extra de confianza que necesitaba.

En 2017 comenzó luchando hasta la línea de meta en Qatar y lo ha terminado igual. Mientras todos preveían un duelo entre Viñales y Márquez, ha sido él el que se ha medido a los dos. Y les ha ganado. Al de Yamaha, en Silverstone, sacándose la espina de Losail. Al de Honda, en Austria y Japón. En total, seis victorias. Se han ganado títulos con menos.

El sueño terminó el domingo de Valencia. No importaba mucho. Las caras en Ducati no eran las de un equipo que acaba de perder el título. Irradiaban felicidad. La felicidad de un equipo que sabe que ha llegado para quedarse.

Para muchos, Andrea Dovizioso es el subcampeón que MotoGP se merece. Para Dovi, su 2017 es la demostración de que puede ir más allá y ser campeón. Ya nadie se olvidará de él en la quiniela de MotoGP 2018.