Los deportes de motor han cargado, desde siempre, con el sambenito de resultar ‘injustos’ por la importancia del factor mecánico en los éxitos y/o fracasos de los pilotos. Motociclismo incluido, claro está. Son deportes de equipo donde absolutamente todo influye, y donde por suerte, la diferencia final todavía la marca el piloto. Sobre todo en el motociclismo, también hay que decirlo.
En las principales competiciones del mundo, llámese MotoGP, Superbike, MXGP o FIM EWC, por citar unas pocas, el desafío de la victoria final ha de abordarse desde la simbiosis moto-equipo-piloto. Las mejores marcas del mundo invierten ingentes cantidades de dinero en todas las áreas: el desarrollo de la mejor moto posible, la formación del equipo ideal y la contratación del piloto perfecto.
Eso es lo que sucede en la cima de la pirámide del motociclismo. En la base, cada vez con más ahínco, se tiende a la creación de categorías monomarca. Motos idénticas y equipos reducidos al mínimo con un único objetivo: descubrir a los mejores pilotos y potenciarles para que lleguen, con el paso de los años, a la cima de la pirámide con las mejores motos posibles y rodeados de los mejores equipos.
Tiene todo el sentido: si se pone a niños (que también se hace) a competir con evidentes diferencias mecánicas, resulta casi imposible calibrar la valía real de cada uno, discernir qué porcentaje del éxito atribuir a la moto y qué al piloto. Para evitar estas injusticias existen las copas monomarca: cuando el apartado mecánico se iguala por completo, el factor diferencial pasa a ser el talento.
Luego está el componente del espectáculo: la igualdad mecánica suele derivar en carreras con enormes grupos y sinfín de adelantamientos; y la juventud de los pilotos redunda en la ausencia casi total de estrategias más allá de meter la moto donde haya un hueco. Por lo general, todo eso se traduce en clasificaciones muy igualadas y títulos que se deciden por pequeños detalles en la carrera final.
Por eso, cuando hay un piloto que domina a los demás en un clima de igualdad mecánica y a tan tempranas edades, se advierte que se trata de un talento especial.
También con ese espíritu nació el Mundial de Supersport 300, que sin llegar a ser monomarca, se le acerca bastante: el reglamento buscó igualar al máximo las motos homologadas y los equipos tienen un reducido margen de maniobra a la hora de retocarlas. Si a eso se le suma que apenas hay tres marcas involucradas (la presencia de Honda es testimonial) y cada una cuenta con un gran número de pilotos, si alguien destaca de forma evidente por encima de los demás, se puede atribuir a una cuestión de pilotaje.
GONZÁLEZ, SUPERCAMPEÓN
En 2019, ese alguien ha sido Manu González. Si en las dos temporadas precedentes la igualdad fue la nota dominante hasta el punto de que ambos títulos estaban en el aire hasta la última vuelta –o última curva- de la última carrera, en 2019 le ha sobrado una carrera y cerca estuvo de ser campeón en la antepenúltima. Y todo ello pese a que se vio obligado a perderse una por lesión.
González llegó a Supersport 300 tras foguearse en las dos copas monomarca más importantes del panorama internacional: primero pasó por la Red Bull MotoGP Rookies Cup, pero todavía era muy joven y, pese a que ya dejó destellos de su clase, los resultados no terminaron de acompañar. Después se plantó en la edición inaugural de la European Talent Cup en 2017, donde se llevó el título.
Solamente logró una victoria, pero hizo gala de una regularidad inusitada para un chico de 15 años en una categoría con decenas de pilotos rodando en marabunta: con cinco podios (y un cero) en las seis primeras carreras empezó a presentar su candidatura, que refrendó a base de constancia en las cinco últimas mangas: no pisó el cajón pero nunca bajó del séptimo puesto.
Desembarcó en 2018 en el Mundial de Supersport 300, donde ya había acudido como invitado el año anterior. No había cumplido los 16 cuando llegó y, aunque empezó pagando la novatada, acabó el curso con tres podios seguidos, anticipo de un 2019 en el que sus números son apabullantes: ha corrido siete carreras, con tres victorias, tres segundos puestos y un cuarto como peor resultado. No es solamente que sea el campeón del mundo más joven de la historia, es su forma de ganar a su edad: ha sido un supercampeón.
TATAY, MEGAROOKIE
Si la cosa va de ganar de forma sobrada entre la igualdad, en este 2019 la Red Bull MotoGP Rookies Cup ha asistido a la coronación absoluta del español Carlos Tatay en su segundo año en la copa monomarca que acompaña por Europa al Mundial de MotoGP.
Ya el año pasado logró ganar en Jerez –en su segunda carrera y con 14 años- y sumó cuatro podios, todos en trazados españoles. En este 2019, tras ser segundo en la primera manga en Jerez encadenó cuatro victorias consecutivas. Después, dos segundos, dos terceros y un 14º (se saltó la salida y recibió un ride through) para ser campeón antes de llegar a la última ronda. Es decir, cuatro victorias y nueve podios en diez carreras.
A la vez, lleva tres victorias en el Mundial Junior de Moto3, donde va segundo, y ha puntuado en sus dos wild cards en el Mundial de Moto3. Tiene tan solo 16 años y en la Rookies ya ha demostrado cómo es capaz de hacer sobresalir su talento entre la igualdad mecánica.
GUEVARA, ULTRATALENTO
Finalmente, de vuelta a la European Talent Cup, en este 2019 se ha producido la mayor demostración de poderío de los tres años de vida de dicha categoría. El protagonista no ha sido otro que el piloto de la Cuna de Campeones, Izan Guevara, que venía de ser subcampeón de España de PreMoto3 en 2018 en su primer año en el RFME CEV.
Discreto en su debut bajo la lluvia de Estoril, terminó décimo y octavo. Nada presagiaba lo que estaba por llegar: doblete en Valencia, victoria en Barcelona, doblete en Aragón y victoria en la primera manga de Jerez para proclamarse campeón a falta de tres carreras.
Seis triunfos consecutivos en una categoría donde nunca otro piloto ha ganado tres carreras, ni seguidas ni alternas. Su superioridad ha sido casi insultante y, con 15 años, se ha metido en el bolsillo a toda la afición del FIM CEV.
En 2020, seguramente los tres tendrán que lidiar con diferencias mecánicas: González apunta al Mundial de Supersport, Tatay ya está confirmado en el Mundial de Moto3 y Guevara seguramente salte al Mundial Junior de Moto3. Seguirán construyendo su historia, pero dentro de unos años se recordará que, para ellos, todo empezó cuando, en un clima de igualdad mecánica, su talento actuó de factor diferencial para destacar por encima del resto. No hay mejor prueba.