Mi mejor carrera. Sito Pons. Bélgica 1988

Si aspiras a un título mundial, derrotar en el cuerpo a cuerpo al campeón de la temporada anterior siempre es un paso decisivo. Es lo que consiguió Sito Pons con Anton Mang en Spa.

Venancio L. Nieto Fotos: Gold & Goose

Mi mejor carrera. Sito Pons. Bélgica 1988
Mi mejor carrera. Sito Pons. Bélgica 1988

Sito Pons era a principios de la década de 1980 un piloto español de nueva generación que ya no aceptaba correr en los peligrosos circuitos urbanos de nuestro campeonato nacional y solo tenía sus miras en el título mundial de 250 cc.

Lo había intentado en inferioridad de condiciones alcanzando el podio en el GP de Finlandia de 1983 y en 1984 consiguió incluso su primera victoria en la categoría en el GP de España. Pero después de una dura temporada en 500 con Suzuki en 1985, Pons regresó al «cuarto de litro» al año siguiente como piloto de Honda y con el apoyo de la petrolera española Campsa, más decidido que nunca a conquistar el título de 250 que tanto se había resistido a los pilotos españoles.

Ningún otro había conseguido hasta entonces una montura ganadora de origen japonés en la categoría, y en eso Pons también fue pionero.

En esa primera temporada con Honda en 1986 Sito acabó segundo en los puntos tras el campeón venezolano Carlos Lavado y su Yamaha, mientras que en 1987 el barcelonés sería tercero empatado a puntos con el subcampeón Reinhold Roth y ambos tras el veterano campeón alemán Anton Mang, que conseguía así el último de sus cinco títulos mundiales a los 38 años de edad.

Pero Sito se impuso en la carrera final en Argentina y ese triunfo resultó todo un aviso de lo que habría de venir en la temporada siguiente.

Al comenzar la temporada de 1988 Mang partía nuevamente como favorito, pero Pons debió entrever en su interior que había llegado su propio momento: «Al comienzo de la temporada del 88 me sentía muy optimista y seguro de mí mismo», comienza rememorando el propio Sito.

«En 1987 había sido tercero, pero en las últimas carreras había estado luchando por la victoria de forma continuada. A principio de temporada había estado sufriendo distintas averías, el motor se gripaba y me caí en varias ocasiones por esa razón. Eso condicionó todo. A mitad de temporada cambiamos de responsable técnico y a partir de entonces las cosas empezaron a ir mucho mejor. Tanto, que terminé ganando la última carrera en Buenos Aires.

Así que la temporada 88 la afronté en plenitud de condiciones con el equipo técnico y humano adecuado pero, en cambio, aún no tenía la mejor moto de Honda. Mang había ganado el título el año anterior y también era el preferido de la marca en 1988. Tenía la mejor moto y también le llegaban las mejoras antes que a ningún otro. Por lo tanto, si yo quería ser campeón, Mang era el piloto al que tenía que derrotar.

Tenía que demostrar a Honda, a mi equipo y a mí mismo que se podía confi ar en mí para ser campeón. Había comenzado la referencia para el desarrollo de la moto, y es algo que también acabé consiguiendo ese año, lo que resultó ser muy positivo».

«Aunque más tarde me jugaría el título contra un piloto de Yamaha, que fue Juan Garriga, al principio fijé mi objetivo en Mang. Él también había ganado la primera carrera en Japón, en la que yo acabé segundo, y recuerdo una anécdota de ese día que nadie sabe.

En carrera Kobayashi terminó tercero, pero me había estado estorbando, por lo que no pude luchar por la victoria. Yo no suelo ser tan impulsivo, pero cuando acabó la carrera estaba tan encendido que en el pasillo de camino a la conferencia de prensa abordé a Mang en una esquina y, cuando nadie podía escucharnos, le dije en inglés mientras le miraba a los ojos: “Esta es la última carrera que me vas a ganar”. Él se quedó parado, no dijo nada y apartó la vista. Afortunadamente pude cumplir mis palabras, pero fue algo que me salió de dentro y no pude reprimir», reconoce Pons con cierto rubor incluso casi 25 años después.

Sin embargo, después de la victoria en Suzuka Mang empezó a tener distintos problemas mientras que Pons se afianzaba al frente de la clasificación provisional.

A pesar de que la temporada no parecía propicia para el campeón en título, cuando se disputó la novena carrera en Bélgica, Mang daba la impresión de encontrarse de nuevo en forma: «Para entonces», continúa Pons, «yo estaba entre los aspirantes al título y supongo que por todo un poco, en Spa Francorchamps vivimos una carrera fraticida para los dos. Era el momento de demostrar defi nitivamente a la marca quién debía ser el referente entre sus pilotos».

«En Spa hice una de las carreras que mayor satisfacción me dejaron durante aquella temporada. Fue una victoria en un mano a mano con el campeón en título y también el piloto que tenía la moto más evolucionada, la que yo quería tener. Para mí era fundamental demostrar que le podía ganar incluso con una moto inferior».

La carrera se disputó a dos mangas, ya que la caída múltiple obligó a detener la prueba. Hasta entonces Pons, Garriga y Mang se mantenían en el grupo de cabeza. Pero a partir de la segunda salida Garriga tuvo problemas, mientras que solo Pons y Mang se encontraron en disposición de luchar por la victoria en ese esperado duelo entre campeón y aspirante: «La última vuelta fue electrizante », continúa Sito, «porque Spa tiene curvas de quinta a fondo en las que pasas tan cerca del guardarraíl, que te parece que vas a rozarlo con el casco.

Cuando llegamos al gran curvón que precede a la chicane, pasé a Mang por fuera para coger la mejor posición al llegar a la frenada. Él siguió acelerando al lado para mantener su sitio, pero pude aguantarle hasta el momento de la frenada y entrar primero en la chicane. Después llegamos a la última curva, el lento ángulo de la “La Source”, y yo sabía que le tenía justo detrás de mí.

Frené tanto como pude por el interior. Sin mirar siquiera, sabía que le tenía en el exterior porque era la posición que naturalmente habría elegido para poder acelerar antes, pero cuando yo aceleré me abrí completamente para entorpecer su trazada. Aquello no solo funcionó conmigo, sino que Mang perdió incluso la segunda posición porque también le adelantó Jacques Cornu antes de cruzar la meta».

«Cuando llegamos los tres al podio, Mang me miraba de una forma muy particular, pero después supe que había declarado a la prensa alemana: “Sito me ha ganado de la forma que a mí me gusta ganar las carreras”, lo que me pareció muy honesto por su parte. Precisamente a partir de ese momento él empezó a considerar la idea de retirarse».

Para Anton Mang la siguiente carrera en Yugoslavia sería la última de su trayectoria deportiva. Había sido décimo en entrenamientos y en carrera sufrió una caída. Después de aquello el pentacampeón se retiraba definitivamente sin finalizar siquiera la temporada: «Pienso que Mang estaba en aquel momento en el declive de su carrera, mientras que yo estaba al principio de mi mejor momento», matiza Sito en tono respetuoso.

«Seguramente todo eso supuso el desencadenante de su decisión de retirarse. Para mí aquella carrera fue muy emocionante, no solo por la victoria en sí, sino por la lucha interna que se libraba en las filas de Honda. Era algo que no se veía desde fuera, pero lo recuerdo como una etapa decisiva en mi carrera».

La temporada continuó y el domingo 17 de septiembre de 1988, durante el Gran Premio de Brasil, por primera vez un piloto español conseguía el título mundial de 250 cc. Aquello no solo resolvía una cuenta pendiente para nuestro motociclismo desde el fallecimiento del legendario Santiago Herrero en el TT de la Isla de Man de 1970, sino que también abría una nueva era en la que un piloto español con una moto japonesa podía dominar la categoría intermedia del Campeonato del Mundo:

«Aquella temporada fue muy interesante porque en España se vivió como algo excepcional desde el plano deportivo. La televisión ya llevaba tiempo volcada en las retransmisiones y, que un piloto español fuera líder y otro como Garriga también luchase por el mismo título, era algo que no había ocurrido antes».

«De la rivalidad con Garriga también tengo buenos recuerdos: mi objetivo era el campeonato porque ya había sido segundo y tercero, así que más que ganar a Garriga, el objetivo era el título fuera contra el rival que fuera. Intenté afrontar todo aquello de la forma más profesional. Quería el título y por eso no afectó disputarlo contra otro piloto español. En todo caso fue beneficioso porque atrajo mayor expectación aún.

Garriga era una persona con un carácter más explosivo que el mío, que quizá era más calmado. Yo me llevaba bien con él. Podíamos hablarnos y cuatro años antes habíamos corrido incluso en el mismo equipo, por lo que le conocía desde que empezó a correr. Evidentemente, nuestra relación se tensó aquel año porque todo era más difícil. Cada uno iba a lo suyo, pero no era una cosa que afectase a la falta de convivencia.

Por supuesto, la prensa magnificaba todo aquello y desde fuera podía parecer que no podíamos ni hablarnos. Hombre, la verdad es que hablábamos poco, pero sí podíamos charlar cuando nos reunían para hacer alguna foto. De hecho, cuando volvía a Barcelona siendo campeón, me acompañaron Garriga y Carlos Cardús al recibimiento en el Palacio de la Generalitat. Toda aquella temporada fue maravillosa y al año siguiente volví a ganar el título más fácilmente, con la confianza y la templanza que quizá me había faltado la primera vez».