Cuando MotoGP se dio cuenta de que resultaba insostenible, en términos de emoción, tener cuatro pilotos con motos tan superiores que acababan por convertir los podios en un coto vedado, decidió ponerse manos a la obra. Y que tampoco ayudaba una parrilla de apenas 15 motos donde un piloto podía irse al suelo, entrar al box, salir con siete vueltas perdidas y llevarse tres o cuatro puntos a casa.
Dividió, para aumentar las inscripciones, la categoría en dos divisiones. A la 'segunda' empezó por llamarla CRT, unas motos derivadas de la seria con la que animar a nuevos equipos a llegar, otorgándoles un margen de dos años hasta renombrar la categoría como Open, nomenclatura que duró dos años más.
De forma paralela, estableció una serie de ventajas para las marcas que no hubiesen logrado buenos resultados en los últimos años (un claro guiño a Ducati) pero, sobre todo, para las marcas que llegasen al campeonato. Una medida que ha surtido efecto, duplicando el número de constructores con las entradas de Suzuki, Aprilia y KTM.
De esta forma, y pese a no existir ya una nomenclatura que parta la categoría en dos, sigue existiendo una línea invisible entre la primera división y la segunda, en la cual se ubican las marcas cuyos resultados previos les permiten disponer de una serie de ventajas. Una serie de ventajas que se pierden a través de un sistema de puntos basado en los podios logrados por cada marca en carreras disputadas en condiciones de seco.
Honda y Yamaha siempre han estado en primera, Ducati llegó para quedarse y tanto Aprilia como KTM no han conseguido todavía su primer podio, porque lo que permanecen en la segunda división desde su desembarco en MotoGP.
¿Qué sucede con Suzuki? Su retorno a la élite ya estaba previsto desde el mismo momento en el que decidieron irse, dando un paso atrás para coger impulso. Resultó todo un éxito, y de la mano de Maverick Viñales firmaron un 2016 más que ilusionante, con una victoria y los podios suficientes como para perder las ventajas y ascender a primera división.
Sin embargo, la alegría duró poco. Viñales se fue a Yamaha y no renovaron a Aleix Espargaró, optando por el volátil Andrea Iannone como punta de lanza y por Álex Rins como apuesta de futuro. Un proyecto que, a corto plazo, resultó totalmente fallido. Cero podios y 'descenso' a segunda. Recuperar las ventajas puede ser un mal menor, pero no un consuelo para una marca que pasó, en cuestión de meses, de codearse con Honda, Yamaha y Ducati a luchar con KTM y Aprilia para no cerrar la clasificación de constructores.
Eso parece haber quedado atrás. Los tiempos de pretemporada de Iannone y Rins invitan al optimismo. A pensar que volverán al podio y, con ello, a perder las ventajas. A retornar a la primera división. En el argot futbolero, un equipo que sube y baja de división con frecuencia es un equipo ascensor. Y en MotoGP ese ascensor es Suzuki.
Lo es debido a un año en el que todo salió mal. Equivocaron el rumbo en la evolución de la GSX-RR, Iannone se dejó arrastrar por la desidia y Rins vio truncada su progresión por las lesiones. Todo eso quedó atrás. Ahora todo son sonrisas y optimismo en el box de Davide Brivio.
No ha pasado ni un año desde aquel GP de Qatar que Iannone comenzó segundo en parrilla, en el que llegó líder a la primera curva y donde rodaba en puestos de podio hasta que se fue al suelo. En ese momento todo cambió. Como si el tiempo se hubiera detenido hasta reiniciarse un año después.
Para algunos habrá pasado un mundo desde entonces. Para otros, un suspiro. Un instante en el que nada ha cambiado, donde 2017 no sucedió y donde Suzuki parte en Losail en el punto exacto en el que Iannone cayó. Como un punto de reinicio al que volver cuando todo se cuelga.
Precisamente por eso, ver a las Suzuki soñando con todo en la parrilla en Qatar será algo parecido a lo sucedido hace cinco siglos. En 1576, el poeta Fray Luis de León salía de la cárcel, donde había pasado casi cinco años por traducir algunos textos bíblicos (como una peculiar versión de ‘El Cantar de los Cantares’) que no contaron con el beneplácito de la Inquisición.
Al salir, pudo recuperar su cátedra en la Universidad de Salamanca y, ante la atónita mirada de sus alumnos, comenzó la clase dirigiéndose a ellos con una frase que ha pasado a la historia de la literatura española: "Como decíamos ayer..."