La cara B de Marc Márquez

Ha pillado por sorpresa a todos sus rivales, en cuyas mentes ha implantado una certeza.

La cara B de Marc Márquez
La cara B de Marc Márquez

Sus rivales estaban aprendiéndose los tempos. Tratando de entender sus partituras, esa forma de abordar las carreras con esporádicos crescendos en momentos señalados. Casi podían empezar a atisbar un patrón en sus improvisadas creaciones, adivinar de antemano en qué momento llegaría el solo que le catapultaría hacia la victoria. Se sabían el disco de memoria.

Entonces, Marc Márquez se dirigió al tocadiscos y puso la cara B.

Les pilló a todos de sorpresa, sobre todo porque nadie podría pensar que le hacía falta cambiar su forma de correr: ya ganaba con su estilo habitual. Acostumbrados durante tantos años a unas melodías un tanto anárquicas, con ese toque de genio autodidacta siempre al borde de la polémica, de repente Marc Márquez ha adoptado un ritmo tan académico que parece estar recién salido del conservatorio. Sale, se pone primero y se va. Si alguien intenta seguirle, rápidamente le deja claro que esa no es una opción. No deja hueco ni para la polémica.

Es normal que todos sus rivales estén a cuadros: cuando creían estar empezando a entender las respuestas, el 93 ha cambiado las preguntas.

¿Por qué? Porque puede, ni más ni menos. Porque hace ya muchos años que la batuta de MotoGP es suya, y el nivel de confianza que tiene con la actual Honda RC213V le permite ampliar sus registros. Hasta ahora, cuando se escapaba en una carrera era casi por inercia. Por lo general, durante las primeras vueltas buscaba la diversión, los adelantamientos, la adrenalina. Nunca lo ha negado: eso es lo que le hace feliz.

La cara B de Marc Márquez

La cara B de Marc Márquez

Sin embargo, parece que el ilerdense ha puesto las cosas en perspectiva, y ha notado que aunque durante los últimos ha ido coleccionando victorias y títulos hasta hacerse con la batuta, no en pocas ocasiones esa anárquica improvisación también le ha granjeado disgustos, unas cuantas derrotas y, sobre todo, la pérdida de un título que con el paso del tiempo empieza a pensar que sí pudo ganar.

Si algo distingue a las leyendas es su capacidad para seguir evolucionando en la victoria. Porque aprender de las derrotas es lo fácil, pero no dejar de hacerlo cuando se gana es vital para seguir ganando. Tener una cara B en el disco incluso cuando la cara A es un éxito, sin esperar a que sea la aguja del tiempo la que raye el disco.

Márquez se ha dado cuenta de que la mejor forma de minimizar errores no es otra que retirar el mayor número posible de las variables de la ecuación que se establece entre semáforo y bandera. Esas variables son los demás pilotos. Las reacciones de los demás en pista es lo único que no podrá controlar, y ese descontrol es lo único que le puede privar de un nuevo título.

Porque la (su) percepción a 19 de mayo de 2019 es que no hay ningún piloto que le pueda arrebatar el octavo título si él no falla. Desde ese axioma nace todo su pensamiento: la sensación es que, en carreras como las de Le Mans, el único incordio podría haber sido Jorge Lorenzo con la Ducati, un binomio que se le empezó a descontrolar a mediados de 2018. Con el balear al otro lado del box, esa preocupación desapareció por completo, al menos hasta que Lorenzo se haga con la Honda.

La cara B de Marc Márquez

La cara B de Marc Márquez

Sabe que eso pasará algún día, y que ese día Lorenzo volverá a ser un rival temible. También sabe que Andrea Dovizioso será un hueso realmente duro en escenarios como Mugello y Montmeló, donde si la Ducati sigue al nivel de los últimos años en dichas pistas, pilotos como Danilo Petrucci o Jack Miller también serán un incordio.

Sabe también que contratiempos como el de Austin pueden repetirse, que a lo largo de la temporada ya se producen demasiadas situaciones que escapan a su control como para crear más. Incluso aunque eso le implique aburrirse, convertir las carreras en una tanda en solitario de 40 minutos. Lo necesita para tejer un colchón. El fin del título justifica los medios.

¿Significa eso que no volveremos a ver al Marc anárquico que juega en las primeras vueltas con sus rivales? No, ni muchísimo menos. Puedes sacar al niño del barrio, pero jamás sacarás al barrio del niño. Márquez es un jugador y lo será siempre. Cuando tenga el colchón, reaparecerá. Sencillamente, ahora sabe que puede darle la vuelta al disco tantas veces como quiera y, lo que es mejor para él, sus rivales también lo saben.

Saben que, ahora, Marc Márquez es más versátil, o lo que es lo mismo, mejor. Y haber conseguido implantar esa certeza en la mente de sus rivales es una victoria que vale muchísimo más que 25 puntos. Porque es muchísimo más difícil invertir tiempo y esfuerzo en buscar nuevas respuestas cuando sabes que en cualquier momento te pueden cambiar las preguntas.

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