Casi cinco años separan el Gran Premio de Valencia de 2013 del Gran Premio de Malasia de 2018. Dos citas que no pudieron terminar de forma más distinta para Francesco ‘Pecco’ Bagnaia.
Hace un lustro, concretamente el 10 de noviembre de 2013, el día en el que el Ricardo Tormo se vino abajo con la lucha por el título de Moto3 hasta la última curva entre Maverick Viñales y Álex Rins. Once vueltas antes –instantes antes de la caída de Luis Salom que enmudeció a la grada valenciana-, Bagnaia había tenido que enfilar la calle de garajes por algún problema en su FTR Honda.
Concluía así, antes de tiempo y decepcionado, su primera temporada en el Mundial de Moto3 en las filas del San Carlo Team Italia, el equipo de la federación transalpina. El bagaje era de cero puntos y un 16º puesto en Malasia como mejor resultado.
Era un año plagado de rookies y casi todos habían logrado puntuar: Philipp Oettl, John McPhee, Ana Carrasco, Livio Loi, Eric Granado, Matteo Ferrari y Hyuga Watanabe lo hicieron. No así el propio Bagnaia, Juanfran Guevara, Lorenzo Baldassarri o Florian Alt. De aquella promoción salieron dos campeones del mundo, coronados en este 2018: Bagnaia en Moto2 y Carrasco en Supersport 300.
Cero puntos en 17 carreras es un resultado que podría haber dejado sin sitio en el Mundial de Moto3 a cualquiera. Sin embargo, alguien vio más allá de los resultados y otorgó una segunda oportunidad a Bagnaia, que ya en el CEV había demostrado su talento.
Ese alguien fue Valentino Rossi. 2014 fue el año de la puesta de largo mundialista de su Sky Racing Team VR46 en la categoría de Moto3 y el nueve veces campeón del mundo reclutó a Bagnaia para acompañar al piloto estrella del proyecto: Romano Fenati.
A la sombra del ‘elegido’ para enarbolar la bandera del futuro italiano, Bagnaia comenzó bien la temporada, acabando en el top ten en cinco de las siete primeras carreras (todas las que acabó) y llegando a acariciar el podio en Le Mans. Una progresión más que interesante que se truncó en el warm up de Assen, donde se produjo una micro fractura en la muñeca.
Se perdió dos carreras y en su retorno apenas sumó ocho puntos en las nueve carreras de la segunda mitad de temporada. Bagnaia, que tras Le Mans era octavo con 36 puntos, acabó el año con apenas 50 puntos y en la 16ª posición final.
Eso le costó el puesto en el equipo por la llegada de Andrea Migno, pero Rossi le encontró acomodo en el equipo de su amigo Jorge Martínez Aspar, en el que ya había colocado a su hermano Luca Marini en el FIM CEV. Una nueva oportunidad con una penitencia llamada Mahindra MGP30.
La moto india no estaba al nivel de las Honda y las KTM, pero Bagnaia la acabaría exprimiendo como no lo había hecho nadie antes. En su primer año se quitó la espina del podio al ser tercero en Le Mans, pero fue una temporada muy irregular donde apenas mejoró las prestaciones del año anterior con KTM: 14º con 76 puntos.
El año 2016 se presentaba casi como un todo o nada. Tres podios en seis carreras y, en la octava, la victoria. Fue nada menos que en Assen, para quitarse la espina de la lesión sufrida allí dos temporadas atrás y para darle a Mahindra la primera victoria de su historia. Además hizo un pacto con el equipo: si ganaba otra carrera, probaría la Ducati Desmosedici GP14 a final de temporada.
Las oportunidades se acababan... hasta que apareció la lluvia en Malasia. En una carrera de eliminación, Bagnaia se largó en solitario y ganó una carrera recortada por bandera roja. Acabó el año cuarto y se ganó el ‘paseo’ en la MotoGP, donde deslumbró en un puñado de vueltas.
Por el camino se había ganado la segunda oportunidad definitiva: volver al Sky Racing Team VR46 como parte de la expansión del proyecto a Moto2. Cuatro carreras tardó en subir al podio en Jerez, logrando tres más a lo largo del año y consolidándose como candidato en 2018, temporada que empezó tras firmar un contrato con Ducati para saltar a 2019 en el Pramac Racing.
Pero antes tenía otro objetivo: conquistar Moto2 en su segundo año, algo que no sucedía desde Marc Márquez. Lo sucedido en este 2018 es bien sabido: se ha convertido en amo y señor de la categoría, siendo el más rápido (ocho victorias), el más constante (doce podios) y el más fiable (ningún cero).
Un cóctel que sólo podía tener un nombre: menos de cinco años después de irse sin puntos de su primer año mundialista, Pecco Bagnaia se convertía en campeón del mundo de Moto2, el noveno más joven de la historia en Moto2/250cc. La mejor prueba de la importancia que tienen las segundas oportunidades.