Si hay un subcampeón por antonomasia en la era moderna del motociclismo es el español Dani Pedrosa, triple campeón mundial pero al que se le resistió el título más codiciado de todos.
El joven piloto catalán se postuló desde muy pronto como el joven valor del pujante motociclismo español, del eslabón entre los Álex Crivillé, Carlos Checa o Sete Gibernau y la generación que empezaba a asomar la pata en el octavo de litro. En su segundo año mundialista logró sus primeras victorias, y en 2003 llevó la Honda RS125 al título mundial con una suficiencia extraordinaria. Ya empezaba a ser señalado como el potencial rival del por aquel entonces imbatible Valentino Rossi.
La ilusión comenzó a desbordar con su exitoso salto a 250cc, proclamándose campeón a la primera y revalidando el título un año después. Había estado siempre con Honda y la marca del ala dorada no titubeó a la hora de subirle a la RC211V de MotoGP en la temporada 2006. Tardó cuatro carreras en ganar y acabó el año quinto pero a tan solo 37 puntos del campeón, su compañero Nicky Hayden.
Al año siguiente la cilindrada de la categoría bajaba de los 990cc a los 800cc, y el pequeño Pedrosa se convertía en la gran esperanza de la Honda RC212V. Sin embargo, Casey Stoner y Ducati no dejaron ni las migas, y Pedrosa tuvo que conformarse con resolver a su favor por un solo punto la lucha por el subcampeonato ante Rossi.
No fueron los mejores años de Honda, que se vio superada tanto por Ducati como por Yamaha. Aun así, Pedrosa siguió siendo el mejor piloto de la marca las siguientes temporadas: en 2008 y 2009 acabó tercero, ambos con título de Rossi pero cambiando al subcampeón: primero Stoner y después Jorge Lorenzo. Cada vez eran más genios para repartirse una sola tarta.
El subcampeonato de 2010 dolió. Tras un inicio irregular empezaba a meter presión a Jorge Lorenzo… hasta que se lesionó en Japón y se perdió tres de las últimas cinco carreras. Un 2011 echado a perder en la cuarta carrera por una lesión en Le Mans en un lance con Marco Simoncelli dio paso al tercer subcampeonato, más doloroso incluso que el anterior, en el primer año de la RC213V de 1.000cc.
De nuevo contra un Lorenzo que no fallaba: siempre primero o segundo. Pedrosa tenía un cuarto como peor posición, y tras ganar en Indianápolis, la victoria en Brno en el épico mano a mano que tuvieron hasta la última curva le ponía a 13 puntos del liderato y en una inercia claramente ascendente.
La mala suerte reapareció, esta vez en Misano. Había hecho la pole pero su moto no arrancó y un problema con el calentador le mandó a la última posición de parrilla. Desde ahí empezó a pasar pilotos, pero en la primera vuelta Héctor Barberá le tiró. Ahí acabó su carrera y sus opciones de título: ganó las tres carreras siguientes pero Lorenzo no falló.
2013 fue su último año con opciones reales. Con el novato Marc Márquez al lado y Lorenzo como gran rival, los tres protagonizaron un año increíble, pero una lesión en Sachsenring y un cero en Aragón le apartaron de la lucha, acabando tercero en el que fue su último gran año.
A partir de ahí, la tiranía de Márquez y varias lesiones más le privaron de luchar por el título y tras un horrible 2018 optó por retirarse y meterse a probador de KTM, dejando caer el telón a una trayectoria espectacular donde la mala suerte y la coexistencia con cuatro mitos históricos como Rossi, Stoner, Lorenzo y Márquez le privaron de lograr el título en MotoGP, categoría en la que logró 31 victorias (muchísimas más que cualquier otro no campeón) y 112 podios que le sitúan, indiscutiblemente, en el olimpo de las grandes leyendas del motociclismo.
