California en noviembre. El sol va cayendo mientras un hombre posa delante de una puerta metálica en Los Alamitos, un distrito de Los Ángeles. En el asfalto todavía se ve la huella de una brutal quemada de rueda. Aquí alguien le ha dado al mango sin cortarse un pelo. Estamos justo delante del taller de Roland Sands. Nos recibe Kristina Thompson, su asistente, que además podría pasar por una modelo profesional. La bella ayudante nos informa que su jefe se encuentra ocupado, pero que en breve nos atenderá para responder a todas las preguntas que queramos formularle. Puede que incluso nos permita entrar en su almacén secreto, donde guarda sus diseños y tesoros varios. Roland Sands vive en la playa, y desde su oficina hasta el hogar del diseñador solo hay unos ocho kilómetros. Una vez delante del edificio donde tiene su taller y oficinas, al ver lo impresionante del conjunto, uno no puede dejar de preguntarse cómo será el hogar donde vive este afamado diseñador. El taller de Roland Sands es un edificio asimétrico de color tierra con enormes ventanas. Encima de un gigantesco logo de la compañía RSD (Roland Sands Design) hay un gran reloj empotrado en la fachada. Ya en el interior, la zona de exposición dedicada a las ventas también está diseñada con sumo gusto. En el ambiente domina una mezcla de roble y acero, todo está presentado de forma noble y atractiva. Vemos la nueva colección de ropa creada por Roland Sands, además de algunas de las motos que le han hecho famoso en todo el mundo. Entre medias no faltan piezas y accesorios de lo más originales: embellecedores para filtros de aire, tapas para los depósitos de gasolina, ruedas... Todas las piezas de producción propia.
Roland Sands es mucho más que un diseñador, es un hombre que marca tendencias, un pensador... Para él todo parece posible, nada es imposible. Da la impresión de que no hay nada a lo que no quiera meterle mano. Así convirtió una Ducati Desmosedici en una ligerísima «flat tracker» o de una Yamaha T-Max acabó sacando una moto de carreras. Sands es, sencillamente, uno de los diseñadores de más éxito del momento. Compañías de renombre mundial llaman a su puerta para que el estadounidense le dé el toque mágico a sus productos. Roland no le dice que no a ningún reto. Ya sea poner patas arriba una Vmax por encargo de Yamaha, hacer una custom de la MotoGP KRV5 de Kenny Roberts, o cumplir los deseos de Victory para transformar uno de sus modelos en una unidad para hacer pruebas de alta velocidad en el lago salado de Bonneville. RSD, entre sus muchos trabajos, ha diseñado motos para la marca Hurley de tablas de surf. El resultado, como no podía ser de otra manera, fue espectacular, nació la «Hurley-Harley», inspirada en una Sportster, con unos anclajes para llevar la tabla de surf, el motor protegido bajo una especie de «capó», alto respaldo, suspensiones de primera y semimanillares. Sí, nos dimos una vuelta en la «Hurley-Harley» y podemos dar fe de que funciona. Lo decimos sin estar bajo la influencia de ninguna sustancia psicotrópica, palabra...
En el taller oímos un ruido, la puerta comienza a abrirse. El sol entra de golpe y en medio de la claridad aparece Roland Sands, como si se tratase de una estrella de Hollywood. El diseñador se rasca un poco los ojos y nos da la mano, de forma honesta y sólida, yendo más allá del simple cumplido de saludar a un extraño. Sands es pequeño, no estoy seguro que llegue a los 170 cm. Lleva vaqueros y unas desgastadas zapatillas de color marrón. El pelo rubio oscuro se lo tapa una gorra de béisbol con el logo de su compañía.
En una zona de unos 200 metros cuadrados hay una docena de motos en las que se está trabajando. Entre otras se encuentra la de Mickey Rourke: «Mickey quería algo en negro y dorado», me dice Roland mientras subimos la escalera que lleva a su despacho. «Hemos puesto muchos detalles en la montura de Mickey. No faltan las inscripciones en números romanos en la tapa de las válvulas de la fecha del nacimiento y muerte de Loki, su perro». El despacho de Roland es el espacio donde diseña, además del puente de mando, la sala de reuniones y el museo, todo en uno. Hay cantidad de objetos que ha diseñado o transformado. Cascos, ropa, motos... En esta zona también domina el acero. A través de una gigantesca ventana el travieso sol californiano se cuela y muestra cómo trabaja un mecánico en el taller, dando los últimos toques a un depósito de gasolina. «Nuestro equipo es pequeño. Me gusta delegar y trabajo con poca gente, pero de gran valía», dice Roland. Pintores, aerógrafos, preparadores de motores, mecánicos, el diseñador ha elegido con sumo cuidado a cada uno de los componentes de su equipo.
Desde su infancia, RS ha estado rodeado de motos, con solo dos años sus padres ya le daban paseos en Harley. Perry, su progenitor, iba a los mandos, él en el medio y su madre Nancy (que también va en moto) de paquete. «Eran unos paseos cortos, un par de vueltas a la manzana, aunque bastaron para quedar enamorado de este mundo», confiesa Sands. Su padre fue el fundador y durante mucho tiempo el dueño de «Performance Machines» (PM), una empresa que fabrica desde manetas hasta llantas completas. En este ambiente creció Roland y con 14 años se puso a trabajar en el negocio familiar. La filosofía de PM es bien sencilla y es la misma que mueve a RSD: «Diseñado en América y producido en América con la mayor calidad». En el año 2005 Roland fundó su propia compañía y su padre vendió la suya, a pesar de ello, PM sigue produciendo la mayor parte de las piezas diseñadas por RSD. Cuando tenía cinco años su padre le regaló una moto de cross. A los tres minutos ya estaba en el suelo, pero su pasión por las motos quedó intacta. Perry lo llevaba a todas partes. «En Daytona, en un fin de semana, viví los tres grandes mundos. Por la mañana veíamos calles y calles llenas de custom, por la tarde nos íbamos al circuito y por la noche a las carreras de MX». Estas experiencias e influencias se han visto luego plasmadas en los diseños de RS.
Como regalo de 18 años pasó por la Superbike School del famoso instructor Keith Code. «Desde que empecé a rodar en el circuito me di cuenta que aquel era mi hogar. Lo tenía claro, mi objetivo era simple y llanamente convertirme en una estrella de MotoGP», los ojos se le iluminan a nuestro interlocutor. Su vida gira de forma ineludible alrededor del mundo de la moto. «Mi primer tatuaje fue la palabra velocidad escrita en caracteres chinos. Lo hice con la intención que me ayudase a ir más rápido», dice el diseñador de 38 años mirando hacia el suelo y guardando silencio durante un largo minuto. «Era rápido, pero me alegro de haber podido dar el salto a otros intereses». Alcanzar el éxito en las competiciones le llevó 10 años. Durante ese tiempo ganó 11 carreras, compitió en el Campeonato Británico, consiguió cuatro récords en circuitos como Daytona, Sears Point y Laguna Seca, e incluso en 1998 ganó el campeonato AMA de 250 cc. «En 10 años tuve 36 fracturas, incluidas la cadera y la espalda. Las carreras te obligan un poco a olvidarte de la realidad. No es un acto creativo, te peleas por un segundo, por llegar primero a la bandera de cuadros. Los ojos de los que han perdido lo dicen todo, no son felices. Yo quería ser feliz. Deseaba crear algo que no fuese transitorio, que permaneciese. No quería vivir solo para la fracción de segundo que te da la victoria».
RS emana felicidad, porque vive a fondo su creatividad, a través de motos, piezas y ropa. Desde el año 2002 disfruta de un éxito sin precedentes. ¿A quién si no se le podría ocurrir la idea de construir una café racer a partir de una KTM EXC 525? Está a punto de anochecer. Roland, junto con algunos empleados, se encarga de una barbacoa donde se preparan filetes y salchichas. El diseñador está muy relajado. Como si la vida fuese un simple juego, que siempre se puede volver a empezar. Se está terminado el primer prototipo de la nueva colección de ropa, que en este caso se trata de una chaqueta con una imagen de piel envejecida. Roland la coge, la extiende frente al sol californiano, y se queda pensativo. Se la pone y camina ante el griterío de sus empleados: «Vuélvela a mandársela al proveedor. Así es como debe ser el “look” usado. De esta manera deben entregarnos todo el pedido». Sí, estamos ante un hombre que siempre sabe lo que quiere. Roland ha podido mantener una actitud de juego ante su trabajo, de disfrutar con la labor bien hecha. Una mezcla de ambición y creatividad mueve sus trabajos y lo hace casi invencible. Se nota que disfruta cada segundo de su vida, sobre todo cuando está encima de una moto. En su garaje tiene más de 20, desde una Desmosedici, pasando por una WR 450 o tres TZ 250. Cuando se le pregunta con cuál se quedaría si las tuviese que vender todas menos una, contesta: «¡Mierda!».
Siempre está en cada sesión fotográfica o cuando se rueda un vídeo, y no para de aportar ideas. Derrapadas, caballitos, todo lo que sea con tal de divertirse. Cuando la Hammerhead (basada en una Victory Hammer) de 330 kg está lista, RS se sube en ella y la dirige a una rampa para la sesión de fotos. «Me siento como si tuviese 20 años, lleno de energía. Es algo que no quiero perder y hago esfuerzos para conservarlo», asegura el diseñador, posando con su cuerpo cosido por cicatrices y tatuajes. Bajo su apariencia de tío macho, RS es un tipo muy sensible. Un hombre que ha dedicado su vida a hacer lo que le place, es decir, fabricar las motos imposibles. Por encima de todo sigue siendo un motero empedernido, dispuesto a darse un garbeo siempre que tiene tiempo. Dejar California no nos fue fácil. Es una tierra con un clima maravilloso, un mar mágico y unas vastas praderas. Conocer a un tipo tan interesante con RS es otra razón para querer quedarnos un poquito más bajo el travieso sol californiano.