Una prueba de fuego para Jorge Lorenzo

En un año complicado, el español afronta un fin de semana importante.

Nacho González

Una prueba de fuego para Jorge Lorenzo
Una prueba de fuego para Jorge Lorenzo

No es ningún secreto que el 2017 de Jorge Lorenzo no está transcurriendo por los cauces esperados. Superado el ecuador de la temporada, ocupa la décima posición de la general con 66 puntos, menos de la mitad de su compañero Andrea Dovizioso (133) y por detrás de la otra Ducati Desmosedici GP17, la de Danilo Petrucci, octavo con 75 puntos.

El podio de Jerez y el cuarto puesto de Montmeló han sido sus mejores momentos, pero haberse quedado en la mitad de carreras fuera del ‘top ten’ es algo duro de asimilar para todo un pentacampeón del mundo. Sin embargo, lejos de obsesionarse, Lorenzo es consciente de que su apuesta al rojo no era un órdago cortoplacista, sino un envite a la grande donde las cartas se descubren al final.

Su objetivo siempre ha sido 2018. Un año de adaptación que le permita pelear por todo la próxima temporada. En ello está. Cuando se dio cuenta de que la adaptación iba a requerir un engorroso cambio de estilo, seguramente fue un baño helado de realidad. Pero lo transformó en empeño.

Saber, casi de antemano, que no podría pelear por el título 2017 no tuvo que resultar nada sencillo; pero a su vez le permite afrontar los fines de semana con la tranquilidad de saber que puede permitirse errores, que la fase aprendizaje en que se encuentra no sólo los tolera, sino que incluso los requiere. En cierto sentido, no es tan mala la libertad que da saberse alejado de la dictadura de los puntos, porque de acabar el año sexto a acabar décimo la diferencia no es sustancial.

Ahora bien, Lorenzo es un ganador. Y de igual forma que este año no precisa pensar en los puntos, lo que sí necesita es empaparse en champán. La felicidad de Jerez no puede quedar como un burbujeante oasis en medio de un desierto de 18 fines de semana. Cada carrera, la sed se hace más y más grande, y las ganas de beber se tornan en necesidad si aparece delante un nuevo oasis.

En ese sentido, el Red Bull Ring se presenta como el mejor manantial de todo el año. No en vano, es el escenario donde Ducati se reencontró con la victoria hace un año, poniendo fin una sequía mucho mayor de la que ahora sufre Lorenzo. Y lo hicieron de forma incontestable, con un doblete inapelable que volvía a poner a la firma italiana en lo alto de MotoGP.

Es más: seguramente, aquel día, se empezó a cincelar el fichaje de Lorenzo. El asalto a la corona. Aquel día, Ducati se sintió superior, y el 99 les acompañó en el podio, aún vestido de azul. Tras toda la carrera detrás de las balas rojas, tuvo que claudicar y reconocer su superioridad en el decorado de Spielberg. Sólo él sabe cuánta importancia tuvo esa carrera en su decisión de vestirse de rojo, pero parece claro que alguna influencia tuvo.

Ahora, vuelve a ese escenario. Ya de rojo. Consciente de que todavía no es capaz de exprimir las bondades de la GP17 como Dovizioso, pero decidido a batirle como hiciera en Jerez, sabiendo que si lo consigue, es posible que obtenga la victoria como premio.

Por eso, y a diferencia de otros fines de semana, alcanzar el podio se presenta casi como obligatorio para Lorenzo. Y la victoria como una opción real. Aunque el reto definitivo llegará en 2018, Austria será una prueba de fuego para Jorge. Seguramente la mayor de todo el año.