Controla sólo lo que puedas controlar. Parece un lema vital de coaching barato, pero es muy real. Es real en la vida misma, donde es muy poco lo que puedes controlar, y es aún mucho más en Moto3, donde suele imperar el caos y cada piloto se ve continuamente rodeado por una multiplicidad de pequeños sucesos que escapan totalmente a su control.
¿Y qué puede controlar un piloto de Moto3? Su ritmo, su velocidad. Ser más y más rápido cada vez, ganar unas milésimas en cada curva. Ser el más rápido no te va a asegurar ganar una carrera en la que una veintena de pilotos se agrupan en cada vuelta, pero si te va a dar más papeletas que a los demás cuando se trata de sumar más puntos que nadie a lo largo de una temporada.
Porque si tu ritmo de carrera es de uno o dos segundos inferior al de los mejores te podrá sonar la flauta una, dos o hasta tres veces, pero no 18. En un momento dado las puertas de la victoria se pueden abrir para una veintena de pilotos, pero no las del título. Esas están reservadas a quien lucha delante como norma y no como excepción.
A partir de ahí pueden suceder dos cosas: o bien que haya un piloto que logre unos niveles de velocidad y regularidad claramente superiores a sus rivales y se escape en la general desde el inicio como hicieron en su día Brad Binder o Joan Mir, o que haya varios pilotos en la lucha y el título se acabe decidiendo por pequeños detalles.
En este sentido, 2018 ha sido un año un tanto extraño. Desde el principio Jorge Martín demostró ser el más rápido de la categoría, en ocasiones con notable diferencia, pero algunos episodios de mala suerte y un puñado de errores concretos impidieron que cogiera distancia desde el inicio, lo que ayudó a dar alas a sus perseguidores, que poco a poco se iban definiendo.
Al principio no resultaba algo realmente importante, ya que todo hacía pensar que el paso de las carreras ejercería de factor de corrección y la lógica de su velocidad se iría imponiendo. No fue así. Avanzaba la temporada y cada vez que parecía amenazar con escaparse en la general sucedía algo que le complicaba las cosas y dejaba abierta la lucha por el título, como sucedió con su caída en Motegi.
La tensión iba en aumento: Marco Bezzecchi llegaba crecido y dispuesto a reventar las quinielas, con Fabio Di Giannantonio acercándose en silencio a base de no fallar. Cada vez quedaban menos carreras y el caos iba en aumento, con carreras totalmente locas donde muchos pilotos buscaban colarse en el podio, envolviendo a los candidatos en una nube donde las posibilidades de ser derribados aumentaban.
Fue ahí cuando Jorge Martín se confío a las dos leyes matemáticas que imperan en el motociclismo: la ley del cronómetro y la de los puntos. Uniendo ambas, en Sepang consiguió imponer su particular orden dentro del caos: escaparse y dejar al resto peleando por la segunda posición para proclamarse campeón de forma matemática y dejar en orden el caos de Moto3 2018.