“Tendrá todo el dinero del mundo…”, rezonga el popular Homer Simpson frente a la tele en su sofá… “pero hay algo que jamás podrá comprar”, reflexiona. “¿El qué?”, le pregunta Marge, su solícita esposa. “¡Un dinosaurio!”, sentencia Homer en una de sus frases más míticas.
Valga este absurdo ejemplo para ilustrar una consabida realidad que en ocasiones tiende al olvido. El dinero no lo puede comprar todo, ni siquiera en mundos donde un buen cheque te abre puertas de par en par, como el motociclismo. De ambas cosas saben, y mucho, Karel Abraham y su padre. Saben qué puede comprar el dinero y qué no.
Pueden comprar una moto, y lo han hecho. Más de una vez y más de dos. Como tantos y tantos ricos a lo ancho y largo de la historia de los deportes de motor, algunos de ellos creando situaciones esperpénticas: sufriendo para entrar en el 107% con máquinas realmente competitivas y/o siendo doblados en repetidas ocasiones.
No es, ni mucho menos, el caso de Abraham. Es cierto que, de los pilotos actuales de MotoGP, probablemente sea el que menos méritos necesitó en su día para llegar a la categoría reina; y tampoco es que sus credenciales en su paso por el Mundial de Superbike invitasen a pensar que su sitio estaba de vuelta en MotoGP. Motivos por los cuales se ha convertido en blanco habitual de críticas entre la afición.
Él dice que sí, que MotoGP es su sitio. Lo dice aprovechando su segunda posición en la parrilla del Gran Premio de Argentina con una Ducati Desmosedici GP15, una de las dos motos de 2015 de la parrilla 2017. En el Team Aspar. Nadie duda que Abraham llegó a la estructura española con un buen puñado de coronas checas debajo del brazo, pero al menos ya no tiene un equipo para él solo: el Cardion AB Motoracing es historia desde hace dos temporadas.
Y no es cuestión de escandalizarse ahora porque un piloto ha accedido a un equipo a base de billetes, la cual es una práctica más vieja que andar hacia delante. Lo que realmente sería un escándalo sería contar, en la categoría reina, a un piloto cuyos tiempos estuviesen lejos del penúltimo clasificado. Y no es, ni mucho menos, el caso.
Porque en la parrilla de Termas de Río Hondo, sólo Marc Márquez se interpone entre el checo y el semáforo. Y eso es algo que el padre de Karel Abraham no puede comprar. Igual que en 2010 no pudo comprar el podio de su hijo en Motegi, donde fue tercero tras el campeón –Toni Elías- y el subcampeón –Julián Simón- de aquel año.
Ni muchísimo menos pudo comprar la victoria de su hijo en la carrera final de ese mismo año en Cheste, donde Abraham se impuso en un cuarteto en el que viajaban Andrea Iannone, Julián Simón y Thomas Luthi. Estos dos últimos son campeones del mundo, igual que Toni Elías, Stefan Bradl, Kenan Sofuoglu, Mike Di Meglio, Gabor Talmacsi… sólo por nombrar a los poseedores de títulos mundiales a los que Abraham superó para ganar aquel día.
Otra cosa que el padre de Karel Abraham no pudo comprar fue la lucha que su hijo mantuvo en 2011 por ganar el Rookie del Año de MotoGP, y que sólo perdió en la última carrera ante Cal Crutchlow. Tan cierto como que a partir de ahí sus trayectorias en la categoría reina fueron contrapuestas, pero el nivel actual de Crutchlow demuestra el talento de Karel.
En definitiva, Abraham sólo es uno de tantos pilotos que ha visto su trayectoria facilitada por su solvencia económica, pero con un matiz: sus tiempos no desentonan. Y conviene no olvidar que hitos como ganar una carrera de Moto2 o meterse en primera fila de MotoGP son el equivalente a un dinosaurio: cosas que todo el dinero del mundo no puede comprar.