Romano Fenati ha recibido el peor castigo que puede recibir un piloto de motociclismo. De forma merecida, además. No me refiero a las irrisorias dos carreras de sanción que le han aplicado los comisarios de MotoGP y que le harán perderse las citas de Aragón y Tailandia. Ni siquiera a un posible paso por los tribunales.
Me refiero, evidentemente, a la (casi) unánime reprobación de su comportamiento por parte de toda la afición motera. Aficionados de unos y otros países, de unos y otros pilotos, coinciden en señalar lo antideportivo del comportamiento del piloto italiano, que en un arrebato de temeraria locura cogía el freno de su compatriota Stefano Manzi en plena recta, como particular e inadmisible vendetta por un lance anterior entre ambos.
El compañero de Manzi, Isaac Viñales, ha confirmado en Movistar TV que la telemetría dice que la Suter MMX2 del italiano bajó de 217 km/h a 121 km/h en apenas siete metros. Un dato que no hace sino confirmar la peligrosidad de la acción de Fenati, totalmente inexplicable.
Por eso, mientras la organización de MotoGP se mostraba benévola y le mandaba dos carreras a casa, las redes sociales eran un clamor. Muchas voces pedían una inhabilitación de por vida, otras pedían un castigo de lo que queda de temporada. Nadie (o casi) excusaba el comportamiento del joven piloto italiano. Lógico: ese comportamiento es, a todas luces, inexcusable. Poner en peligro de forma deliberada a un contrincante es la última frontera del motociclismo, y accionar el freno de un rival que se encuentra a 217 kilómetros por hora es una maniobra muy peligrosa.
Nadie olvida el incidente de Fenati con Niklas Ajo en el Gran Premio de Argentina 2015, cuando primero le tiró una patada y, después, cuando se disponían a ensayar la salida, le apagó la moto. Tampoco la sorprendente expulsión de la estructura que dirige Valentino Rossi, por motivos que a día de hoy todavía no se conocen con certeza.
Ya en su día hubo dudas sobre si su carrera estaba acabada, y el Marinelli Snipers le dio una oportunidad que ha destrozado en pedazos. Se dijo entonces que había cambiado. Se dibujó, incluso, un bonito relato en el que –durante su obligada ausencia en el Mundial al quedarse sin moto- haber ido a ayudar a los damnificados del gravísimo terremoto que sacudió Italia había actuado de proceso trasformador en su comportamiento, generando un Fenati nuevo y ejemplar.
Hoy, 9 de septiembre de 2018, Romano Fenati ha puesto a todo el mundo de acuerdo… en su contra. Todo el mundo coincide en señalar su actitud como el ejemplo a no seguir. Hoy, Fenati ha sido el ejemplo de lo que no hay que hacer. Se ha convertido en el paradigma de la antideportividad en el motociclismo. La afición le señala y nadie le disculpa. “La voz del enemigo nos acusa, el silencio del amigo nos condena", Xhelazz dixit.
Fenati hoy se debate entre voces acusatorias y silencios condenatorios. Su locura ha pulverizado a su talento y ha hipotecado la (escasa) credibilidad que pudiera quedarle tras sus movidas anteriores, y no parece que vaya a poder recuperarla.
En resumen, ha perdido el respeto de toda la comunidad motera: no hay peor castigo que ese.