Mi afición por las motos me viene desde bien pequeño, cuando comencé a sentir una especial atracción por aquéllas máquinas cuyos motores desprendían unos sonidos embriagadores que me hacían levantar de un brinco de la mesa de estudio para asomarme a la ventana de mi habitación. Desde allí las veía trazar las curvas que dan forma a la carretera que circunda mi pueblo natal de Cumeiro-Villa de Cruces (Pontevedra).
A los 12 años di los primeros paseos con el Vespino de mi hermano mayor y desde los 14 a los 17 a lomos de aquella Derbi FDS Savannah 50 la cual, a pesar de sus limitadas prestaciones, me hizo soñar en no pocas ocasiones con sus hermanas mayores que seguía viendo a través de la ventana de mi habitación. Recuerdo con mucho cariño el primer paseo en una moto «gorda», una GSX600F de mi amigo Luis. Aquella era una moto de verdad, con la creí que iba a despegar del suelo.
En el año 1998, llegó a mis manos una genuina Bultaco GTS Metralla 250 del año 1979, que conservo hoy en día a pesar de sus 35 años de edad y la experiencia acumulada, siendo un extraordinario ejemplar del buen hacer de la industria española motociclista de los años 70. Pero no sería hasta octubre del año 2000 cuando estrené mi flamante y preciosa Yamaha YZF600R Thundercat. Fue una moto que me gustó desde que salió al mercado y de la que había oído maravillas. Como además también le gustaba a María, mi mujer y compañera de fatigas, pues ésta fue la elegida. Nuestra primera moto de verdad. Prácticamente la totalidad de los kilómetros los hemos recorrido los tres juntos.
Viajes de tres
Todos estos kilómetros los hemos hecho en salidas de fin de semana, la mayoría por la zona del noroeste peninsular. Viajes recorriendo la geografía nacional, como el precioso viaje por Asturias, pasando por el desfiladero de la Hermida y la subida a los Lagos de Covadonga. Uno de nuestros destinos preferidos ha sido la concentración invernal de Pingüinos, a la que hemos ido en varias ocasiones. En el 2007 la Thundercat nos llevó de Pontevedra a Sevilla pasando por la famosa «Ruta de la Plata», recorriendo posteriormente parte de Andalucía tratando de encontrarnos con Curro Jiménez por la Sierra de Ronda, o la «Ruta de los Pueblos Blancos». Pero sin duda nuestro viaje por excelencia fue el que hicimos a Italia en el año 2004, visitando Cannes, Mónaco, Venecia y Pisa.
Además de a numerosas concentraciones, como las míticas carreras del GP de la Bañeza, también hemos asistido un par de veces al ya extinto Gran Premio de Portugal en Estoril y este mismo año al de Aragón en MotorLand. Fue precisamente de camino a Zaragoza cuando el marcador de nuestra «peli» alcanzó los 99.999 km.
Sobresaliente
El balance general que puedo hacer de la Thundercat es plena satisfacción por esta gran moto. Lo único que me ha dado son satisfacciones, sin un solo problema mecánico. Tiene un consumo muy contenido y un mantenimiento muy bajo, que hago yo mismo en su gran mayoría. Es una moto que lo mismo te lleva a miles de kilómetros con un confort más que aceptable, como te permite divertirte entre curvas en salidas de fin de semana. La única pega que se puede achacar, por ponerle alguna, es la escasez de accesorios existentes para este modelo.
Echo especialmente en falta soportes para maletas laterales (las que se ven en las fotos son unos que yo mismo tuve que adaptar) y el caballete central, para facilitar las tareas de mantenimiento. Es una gran moto que volvería a comprar sin dudarlo ni un momento. A pesar de los años y kilómetros sigue haciéndome igual de feliz como el primer día. Es por ello que siento que forma parte de mí, es uno más de la familia y no veo el momento que deje de tenerla a mi lado… De momento seguiremos disfrutando de los muchos kilómetros y rutas que nos quedan por hacer juntos, esperando hacer parte de ellos con nuestros dos preciosos hijos, Ander y Naroa.
Quisiera aprovechar para mandar un saludo afectuoso a mis primos Ángel y Óscar con los que comparto afición y he pasado miles de horas de tertulia hablando de nuestra gran pasión, las motos. También quiero hacer un reconocimiento público de la capacidad de sufrimiento y aguante de mi copiloto, María, que por muchos kilómetros que llevemos encima, jamás se queja, aunque llueva, nieve o haga un sol de derretirse, y que disfruta encima de la moto igual que yo. Alguna vez la he dicho que el día que la lleve en otra moto más cómoda no paramos ni a repostar… Un saludo motero a todos y nos vemos en la carretera. ¡Ráfagas!