Ya lo decía aquella famosa canción del grupo The Refrescos a mitad de los años 80, «Aquí no hay playa», en referencia a la ausencia de mar en Madrid. Veinte años después muchas cosas han cambiado en la capital, pero no la geografía, y sigue siendo obligado desplazarse al menos 360 kilómetros para poder darse un chapuzón en el Mediterráneo, unos 100 kilómetros más si lo quieres hacer en el Cantábrico. Una distancia a realizar para lo que no ha sido diseñada la Suzuki VanVan 125, cuya estética recuerda a las de las motos que se usaban en su día para montar por la arena o para moverse por los pueblos costeros. Es por ello que llame tanto la atención que se vean tantas Suzuki VanVan 125 en el centro de Madrid, convirtiéndose en el modelo elegido por muchos usuarios para sus desplazamientos por la capital. ¿Cómo es posible que una moto pensada para un público triunfe en un entorno tan distinto? Esto es lo que hemos querido comprobar en nuestras propias carnes.
La Suzuki VanVan 125, al igual que ocurre con la Honda MSX125 con la que también tuve el placer de disfrutar durante un mes, son motos que llaman muchísimo la atención en personas que normalmente no se fijan en otras monturas. Aprecian en ellas algo distinto en lo que se refiere al diseño. Se nota mucho cuando te paras en los semáforos, la mayoría de los que se quedan mirando son mujeres y hombres de 30-40 años vestidos de forma más alternativa, más moderna.
Este tipo de usuarios no suelen prestar su atención en otras motos, por muy imponentes que puedan ser para los que nos apasionan los vehículos de dos ruedas, y es que les parecen todas iguales y, además, las consideran demasiado potentes, caras e incluso impersonales. Pero la Suzuki VanVan 125 les gusta, su estética divertida, su reducido tamaño y, también hay que decirlo, su bajo nivel sonoro hace que se sientan atraídos. Esto no es algo que yo piense, es que nunca antes con ninguna moto me habían preguntado tanto por su funcionamiento. Solo un scooter de tres ruedas y la mencionada Honda MSX125 habían causado tanta curiosidad entre las personas de mi entorno y entre peatones que me he encontrado mientras aparcaba la moto en la calle o en pasos de cebra.
La Suzuki VanVan 125 se mueve muy bien en ciudad
Pero seguro que tú, lector, lo que quieres es conocer mi respuesta a la pregunta sobre cómo va. Pues es la siguiente: se trata de una moto muy muy ciudadana, a la que no le gusta demasiado las vías rápidas ni la conducción con prisas. Solo he realizado un trayecto por la M-30, cuya velocidad máxima es de 90 km/h, y se encuentra rozando el límite de su zona de confort, pero a partir de ahí comienzan a aparecer las vibraciones que se transmiten sin remisión a las estriberas, puños y asiento, y lo que es peor, después no hay más. Es decir que aunque te diera lo mismo ir sufriendo con tanta vibración no vas a poder ir más rápido porque su pequeño propulsor de 125 cc refrigerado por aire no da para más. Por lo tanto, olvídate de autopistas pues te adelantarán hasta los camiones.
La Suzuki VanVan 125 prefiere que no te salgas del núcleo urbano y te mantengas circulando por la calle, que es donde más se aprecian sus virtudes. En la ciudad se mueve realmente bien entre los coches, pues al ser estrecha y bajita avanza muy rápido de semáforo a semáforo. Solo tienes que estar pendiente de los demás usuarios pues al contar con un motor muy silencioso nadie te oye y es conveniente ir con un dedo cerca del pulsador de la bocina. Ten cuidado igualmente con los espejos, que sobresalen bastante al tener un manillar ancho. Pero como te digo, la tarea de colocarte en la primera fila del semáforo es sencilla. Ahora bien, luego no pretendas ser el más rápido nada más ponerse la luz en verde, su aceleración es reducida y tendrás que ser muy decidido con el acelerador y abusar de sus suaves cambio y embrague para no quedarte muy rezagado y sentir el aliento de los coches detrás de ti. Y más todavía cuando vas acompañado, pues el propulsor acusa en demasía el aumento de peso al que puedas someter a la pequeña Suzuki VanVan 125.
Tampoco te sientas agobiado por este tema, ya que el buen escalonamiento de sus seis marchas te facilita bastante la vida, sin que haya «vacíos» de potencia. En conducción tranquila, que es la que yo suelo realizar y que es la que seguramente realicen los potenciales clientes de esta moto, la Suzuki VanVan 125 no necesita subir demasiado de vueltas y puedes ir a medio régimen a una velocidad más que suficiente.
Otro punto a destacar es el de su confort en marcha, aspecto en el que tiene mucho que ver la suavidad de sus mandos, especialmente los del embrague y los del cambio, como es habitual en la marca japonesa. A pesar de que se trata de un modelo económico, en la fábrica no han escatimado en este aspecto y el acto de subir y bajar de marchas se realiza con gran facilidad, sin ruidos ni brusquedades. Sólo he notado algún ruido «raro» al bajar de tercera a segunda, pero por sacar una pega. El punto muerto se encuentra con facilidad y casi que hasta sobra la luz verde con la letra N que, junto con la de los intermitentes, la de la entrada de la reserva de la gasolina, la posición de luces largas, y el velocímetro, componen un cuadro de mandos de fácil lectura incluso cuando el sol incide en él.
La Suzuki VanVan 125 es muy cómoda
La amabilidad en marcha va acompañada de su agradable posición de conducción, sobre todo para alguien como yo, que apenas supero el metro sesenta y cinco de altura. Los más altos sí que tendrán que ir con las piernas un tanto encogidas, pero en contrapartida la espalda va bastante erguida, con las manos apoyadas en un manillar plano y alto, y con el culo sobre un asiento de generosas dimensiones, especialmente en la zona reservada al acompañante. Es difícil encontrar en el mercado un modelo de los pequeños con una superficie tan generosa, y mucho menos con una parrilla portabultos para llevar objetos más o menos grandes con un peso máximo de tres kilogramos.
El asiento, como comentaba al principio, está ubicado a 775 milímetros del suelo, lo que permite llegar al suelo con mucha sencillez, facilitándote la vida al mover la moto en parado y para zigzaguear entre los coches. El tenerlo todo tan a mano (tan a pie, en este caso) otorga una gran sensación de seguridad. Esta sensación es real, no ficticia, pues aunque su sistema de frenado no esté dotado de ninguna ayuda electrónica, la superficie de sus ruedas te permiten abusar de los frenos en caso de necesidad. Tengo que reconocer que apenas he disfrutado de la Suzuki en lluvia, pero en seco me he visto obligado a tirar con fuerza en un par de ocasiones y, menos mal, la moto ha funcionado mejor de lo que pensaba.
El disco delantero, de pequeñas dimensiones, tiene mordiente suficiente para parar los menos de 130 kilos que pesa la Suzuki VanVan 125, mientras que el tambor trasero me ha gustado mucho. Yo uso mucho el freno trasero, posiblemente influenciado por mi perfil off road, y el de la Suzuki VanVan 125 es dosificable y con buen tacto. Las ruedas, de dibujo mixto, agarran realmente bien, algo lógico teniendo en cuenta la gran superficie de apoyo. Sin duda, este aspecto, que para muchos sería una licencia puramente estética, tiene un efecto práctico muy grato. En mojado la cosa cambia, sobre todo con superficie irregular, y hay que andar con cuidado o de lo contrario puedes verte en problemas.
En lo que se refiere a las suspensiones, de tacto seco y un tanto rebotonas, especialmente el amortiguador. La horquilla responde de forma más natural, pero tampoco se puede decir que sea magnífica. Igual es que han sido destinadas para su utilización en la playa y de ahí su tarado, pero sinceramente no he tenido la ocasión de hacerme los más de 350 kilómetros por la A3 camino de Valencia para poder comprobar este punto en concreto. Mientras tanto me conformo con el frío asfalto de Madrid, en donde la Suzuki VanVan 125 se mueve perfectamente como he podido verificar.
Ahora entiendo un poco más, no tanto al que se ha comprado una porque le gustó estéticamente, sino al feliz propietario que habla maravillas de su Suzuki VanVan 125. Y es que tuve la oportunidad, justo antes de subirme en nuestra unidad de pruebas, de preguntar a la propietaria de una de ellas por su moto, una usuaria que la usa tanto por ciudad como por carretera y autopista, los terrenos en los que yo no me sentí cómodo. Era la mujer más feliz del mundo con su Suzuki VanVan 125. Para ella aquí no hay playa pero como si la hubiera.
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