Hablamos en sentido figurado cuando hacemos referencia al mundo de las emociones. Ni tú te vuelves loco cuando arrancas tu naked, ni deberías hacerlo si en algo estimas los puntos de tu carné y los ahorros del banco. Pero he de decirte que los ingenieros de Kawasaki se han dejado llevar por el que denominan «espíritu Sugomi» con resultados francamente sorprendentes. La nueva Z1000 es todavía más agresiva si cabe que la anterior. Sus trazos recuerdan a la Z800 y, como ella, o mejor dicho bastante más que la pequeña, centra la atención en la zona del motor y depósito de gasolina exagerando formas, ángulos y curvas. El resultado es… «Sugomi». Pero incluso más allá de la estética, la marca se ha atrevido a prolongar esta filosofía hasta el rendimiento y sonido del motor. Se ha acortado el desarrollo, inyectando también cuatro CV extra, para lograr una respuesta más directa desde abajo y a lo largo de toda la curva. Respecto a lo segundo, se ha rediseñado el conducto de admisión hasta la caja del filtro que adopta una nueva caja de resonancia, actuando también sobre este para lograr un silbido peculiar y muy perceptible desde medio régimen. Dicen que reproduce el momento en el que un felino se encuentra en tensión justo al avistar a su presa y lanzarse hacia ella…
Demoledora
Con estos preliminares, no cabe duda de que la Z1000 es una moto demoledora, tanto desde fuera como a los mandos, que en cierto modo es lo que importa cuando te gastas más de 12.000 euros en una maxinaked. Me senté en ella con el temor de encontrarme ante una moto de postura radical, pero en absoluto es así. El nuevo manillar negro en aluminio pulido sube ligeramente en las puntas, lo que también podría parecer algo incómodo al adoptar una posición más «streetfighter» que estándar, pero de nuevo las apariencias engañan. La Z es cómoda en líneas generales y ni siquiera unos estribos algo retrasados y elevados molestan a un piloto de más de 180 cm de altura, como un servidor. El asiento, con tapizado antideslizante y motivos «zeta» impresos, no ofrece mucho mullido pero tampoco debe tacharse de incómodo. Todo está en su lugar y preparado para la acción.
Consistente
Las primeras maniobras nos aportan ciertos detalles mejorables y otros dignos de ser aplaudidos. Al insertar primera, no vemos indicador de marcha engranada en el más que compacto cuadro de novedoso diseño. Además, en el momento de girar la dirección comprobamos que sigue necesitando bastante espacio para hacerlo en redondo, vamos, para dar la vuelta en un palmo de terreno… o dos. En cambio, la suavidad y respuesta del motor ha ganado enteros. La finura de funcionamiento se une a un tacto de transmisión excelente circulando a baja velocidad. Pero donde de verdad queda reflejado ese carácter depredador es al abrir gas con ganas: desde luego puedes hacerlo en marchas cortas y provocar que la rueda delantera despegue ligeramente del suelo, aunque valoro mucho más lo que sucede cuando lo hago rodando entre curvas de tercera y cuarta a fondo, ya circulando a una velocidad inconfesable. ¡Qué pegada!
La Z1000 ofrece un tacto general muy consistente, y aunque se sigue mostrando subviradora tirando de freno antes de llegar al punto de contacto del ángulo en el que te encuentras inmerso, terminas por apreciar más el mayor mordiente de las nuevas pinzas monobloque y bomba radial Nissin que cualquier otro detalle, digamos, menos positivo. Vale, de acuerdo, esta Kawasaki pesa lo suyo, pero aparte de tener que hacer contramanillar en rápidos cambios de dirección, he de decirte que me terminó resultando más apropiada la imagen de felino que la de rinoceronte. Con la inmediatez en el tacto del gas colocas la moto justo donde necesitas al salir de cada viraje, si bien es cierto que con las temperaturas que «gastamos» a estas alturas del año, el aceite de la horquilla Showa SFF-BP con botellas de regulación independiente se ha mostrado algo denso a primera hora del día. Más tarde la situación se suaviza y con unos 15 grados de temperatura ambiente, la absorción y progresividad resulta más acorde con el tacto y carácter general que esperas de la nueva Z. Agresiva, sí, pero poco exigente de pilotar como moto multifuncional. Interesante dicotomía.
Primeras impresiones
Aluciné con las primeras fotos del Salón de Milán y creí que la radicalidad de sus líneas se había llevado tal vez al extremo. En realidad, lo que pretende es ser una moto diferente. Marca tendencia y lo hace con la personalidad suficiente como para que sea incontestable, pero no a todo usuario le puede llegar a resultar atractiva una moto que se sale de la norma, al menos en cuanto a estética se refiere. Sea como fuere, lo cierto es que la nueva Z1000 es más «streetfighter» que nunca, tanto por estética como por comportamiento. El motor ofrece un tacto muy directo al giro de gas, que no brusco, mientras que los frenos sorprenden con un comportamiento tan progresivo como contundente, solo necesitas aplicar un dedo sobre la maneta derecha. Sí, esta Z sigue pesando bastante y muestra cierta tendencia subviradora frenando al iniciar un viraje, pero se trata de una faceta que solo sale a relucir exigiendo más de la cuenta. La maxinaked va mucho más allá y se muestra accesible para un uso polivalente… aunque su aspecto fiero no parezca indicarlo.