Me viene a la memoria ese día del verano pasado en que estaba en la terraza del parque de mi barrio con los colegotas de siempre y vi pasar al grupo de «desperados» que algunas veces circula por los alrededores de mi calle. «La cosa es que me gustaría tener una moto de ésas. Las motos muy potentes me dan miedo, me sobrarían más caballos que a una película de indios y no tengo dinero para pagar neumáticos, revisiones, seguros carísimos..., pero una custom tranquila, mmm».
Del mismo modo que si hablas de practicar submarinismo en las Fosas Marianas, practicar vuelo sin motor en las llanuras de Australia, practicar «curling» en Canadá o «practicar prácticamente» cualquier actividad humana, en mi pandilla hay un especialista que sabe de todo y al que hay que escuchar impartiendo ciencia:
«Eso es como todo..., ya sabes». Ahora ya lo tengo más claro.
Menos mal que apareció Paco «el Poresosmundos», que sí sabe lo que es una custom y me explicó un poco:
«Tú debes mirar hacia una moto poco potente porque no destacas por tu experiencia. Además debe ser muy neutra porque así será más fácil de llevar y las dificultades ya te las pondrán las carreteras, los conductores de coches y el clima. Olvídate de cosas muy extremas, porque hay que tener los riñones entrenados y los inventos del tipo manillares en el piso de arriba, escape libre de Messerschmitt 109 o suspensiones rígidas atrás son para «masocas» o para gente tan podrida de dinero que tiene varias motos y ésa la usa sólo para momentos de exaltación custom...»
Las cañas estuvieron bien pagadas y, tras conseguir un Catálogo 2010 para conocer las opciones, volví a reunirme con Paco, que bien lubricado con otras «birras» y alimentado con unas «bravas» estaba dispuesto a colaborar en la decisión.
«Hay que distinguir entre tener una custom porque eres más rockero que unos «sapatos de gamusa asul», en cuyo caso lo que no vale es lo estándar, y tener una custom porque quieres moverte en moto y la estética retro y un tanto especial de las custom es la que te gusta. Tú eres de este segundo tipo, ni llevas camisetas de tirantes para que se vean los «tatoos», ni vas a coger la Ruta Sesenta y Tantos y cruzarte los «states» de costa a costa. Tú tienes que poder usar tu máquina cada día, ponerte zapatos y traje para acudir al despacho, y tus discos intervertebrales tienen tantos años como tú mismo y no quieres maltratarlos. Vale, mira esta moto...» Y me enseñó la Suzuki C 800 C, y hubo que pedir otro servilletero al camarero porque terminé con las existencias para no ponerme perdido de babas.
Ya la tengo
Y ahora ya la tengo, y no me bajo de ella más que para dormir o comer algo que no sea un bocadillo y necesite de un plato y unos cubiertos. Pesa y tiene un aspecto casi igual que su hermana mayor de 1.800 cc, pero es mucho más dócil y me han dicho que las ruedas en medidas menos exageradas hacen a mi moto más manejable que la grande. Como el asiento es muy bajo la manejo en parado con cierta facilidad, y la pata de cabra se despliega sin esfuerzo y sin tener que buscarla mucho. Arranca con un simple pellizco al botón (con la maneta de embrague presionada, eso sí) y la suavidad que el propulsor demuestra a ralentí se mantiene mientras circulas a baja velocidad.
Por ciudad me muevo con soltura, sin problemas para escaparme de los coches en los semáforos y, el manillar comodón tiene estas cosas, hay que pensárselo bien antes de pasar entre dos coches, porque los conductores de los mismos sienten removerse sus más bajos instintos cuando les golpeas en el espejo con uno de los tuyos.
Cuando dejas la ciudad y tomas la autopista para salir a carreteras de la sierra, los 120 km/h legales son también los recomendables, pues a ese ritmo te vas a Sebastopol, el motor no vibra ni consume demasiado y la parte ciclo puede con todo lo que se encuentre. A 140 km/h las vibraciones ya molestan en los pies, y a 160 km/h en las manos, pero como yo tengo más puntos en mi carné que José Legrá en su cara, y quiero seguir teniéndolos, no lo considero un problema.
En carreteras de peor firme y más retorcidas hay que saber adaptarse al ritmo apropiado. Ni puedo marcarme «las tumbadas de la muerte» porque las plataformas tienen un tope, ni las suspensiones y el peso total lo aconsejan, así que procuro dejar poco a la improvisación y me ahorro sustos. La suspensión trasera tiene un recorrido cortito y los topes me machacan los riñones y descolocan la moto. Por último, el cardan no es amigo de veleidades deportivas, y si se me ocurre bajar dos marchas sin soltar el embrague va a pegar unos rebotes de rueda trasera que me tientan a convertirte al budismo de inmediato.
Pero mientras uso mi «Intruderita» a la vez que las dos neuronas funcionales que me quedan, no me da más que alegrías y me sirve para todo. Incluso cuando el trabajo me exige traje y parecería que mis zapatos Sebago iban a quedar marcados por la palanca de cambio, el elemento punta-tacón que tiene de serie me permite cambiar con toda comodidad y llegar hecho un pincel a las reuniones con clientes sin tener que hablar con ellos en la postura de la garza para que no se me vea la puntera izquierda.
En mi vida
No he hecho cosa mejor en mi vida que comprarme esta moto. Como está en oferta sólo he pagado 8.299 €, y el día a día ha cambiado tanto que ahora no sé qué programas ponen en la radio (que antes me comía durante horas dentro de mi utilitario). La moto y yo nos hemos hecho uno, todo discurre plácidamente, el estrés me echa mucho de menos y yo fluyo... como el agua. I'm water, my friend.