Rutas del mundo: Marruecos

Marruecos está en el punto de mira de todos los viajeros en moto. Tanto por el campo, como siguiendo carreteras asfaltadas se puede disfrutar en el reino alauí de fantásticos paisajes, exotismo y aventura.

Texto y Fotos: Gustavo Cuervo

Rutas del mundo: Marruecos
Rutas del mundo: Marruecos

Marruecos siempre ha sido un destino soñado por los viajeros en moto que buscan algo de aventura en sus rutas. Es el país africano más fácil para viajar con tu moto desde España, y aún desde toda Europa, pues son cientos, si no miles, los europeos que con sus motos cruzan cada año el estrecho de Gibraltar para vivir su experiencia africana y nunca quedan defraudados. Por añadidura, actualmente es el único país de África del norte en el que se puede rodar con tranquilidad. Muy distinto a lo que sucede con sus vecinos Argelia, Libia y Egipto.

Nunca te quedarás con ganas de más en Marruecos, claro que en Libia o Argelia hay mucho más desierto, muchísimo más, pero con el territorio del desierto del Sahara que corresponde al reino alauí hay suficiente hasta para correr un Dakar, como sucedió en las últimas ocasiones que el rally se disputó en África. Si sumamos que además es un país muy variado, con tres cadenas montañosas de cumbres nevadas, una cultura tradicional muy rica y exótica y carreteras para conectar todo, por las que puedes viajar con cualquier tipo de moto, tendrás una combinación ideal.

Las rutas de Marruecos

Debido a la estructura geográfica y la disposición de las carreteras de Marruecos, las rutas que se pueden realizar se componen de una ruta que puede tener algunas variaciones especialmente en su parte occidental pero que, en la práctica totalidad de los casos, comparte la mayoría del recorrido. La ruta básica puede empezar en Tánger, Ceuta o Melilla, ciudades situadas en la costa norte marroquí. En todos los casos yo tomaría como primera parada la singular población de Chauen, Xauen o Chefchauen, según se escriba en español actual, castellano de la época del protectorado español o francés.

Este pueblo de montaña, realmente tranquilo y pintoresco, te sumerge en el ambiente de las montañas del Rif, con sus estrechas callejuelas. Hacer parada en sus tranquilos cafés, en los que tomarse un tradicional té a la menta, es requisito indispensable para empezar a saborear los muchos encantos del país. Casas y calles de azul y blanco, de esquinas redondeadas y gentes amables, Chauen invita a relajarse, a dejarse seducir por la forma de vivir de un pueblo tranquilo, un punto de comienzo perfecto para iniciar la ruta hacia el sur.

La segunda etapa suele ser Fez, ciudad imperial junto con Marrakech, Meknes y Rabat. Para llegar hasta el zoco más grande de Marruecos, e incluso de todo el norte de África, hay que bajar del Rif y cruzar los primeros campos de labor marroquíes. Onduladas tierras que ofrecen, sobre todo en primavera, un colorido inigualable que te sorprenderá, al igual que la forma tradicional en que aún se cultivan los campos.

Presta especial atención en las travesías de pueblos, donde además de burros y peatones también se han instalado en los últimos años numerosos radares de control de velocidad. Muy recomendable antes de llegar a Fez es tomar un pequeño desvío para visitar el lugar arqueológico de Volubilis, una urbe romana milenaria que fue la meca del aceite de oliva en lo que hoy es Marruecos y entonces era parte del imperio romano, 800 años antes del nacimiento del profeta Mahoma y la expansión del islam.

Fez siempre requiere al menos una visita a su medina. Apretadas y laberínticas calles, artesanos que trabajan en cubículos minúsculos, colores y aromas, bullicio, sonidos… una falsa leyenda, que los navegadores no funcionan entre las estrechas callejuelas, y un olor inolvidable, el del barrio de curtidores, donde se afanan en limpiar los pellejos de ovejas, carneros y vacas para convertirlos en cueros curtidos con los que fabricar babuchas, bolsos y todo aquello que se pueda hacer en lo que se ha denominado marroquinería.

De Fez al desierto hay que superar el Medio Atlas, con sus monos y su altiplanicie, antes de bajar y siguiendo el curso del río Ziz, con su frondoso oasis alargado del cauce y su profundo cañón de tierras rojizas, entrar en el desierto.

Asfalto y tierra

Hace ya 30 años que organicé mi primer viaje con motoristas a Marruecos. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Las infraestructuras han mejorado mucho. Carreteras incluso pintadas, aceras sin iluminación, aguas canalizadas en la mayoría de las poblaciones… hoy hasta Merzouga, a los pies de las dunas, se puede ir por carretera asfaltada, de lo cual me alegro. No soy de los que piensan que es una pena que se asfalten las pistas de tierra, más bien al contrario. Me parece demasiado egoísta no querer que se asfalten los caminos que comunican poblaciones de África porque un «intrépido explorador» con su moto ultramoderna vaya a ir por allí una vez en su vida. Pistas y senderos hay, y habrá, en todo el mundo siempre.

Aquellos tiempos del pasado siglo a los que se refería mi amigo Ted Simon (autor del libro «Los viajes de Júpiter») cuando me decía: «Tú y yo, tuvimos la suerte de conocer un mundo sin asfalto», esos tiempos ya no volverán, por fortuna para los habitantes del planeta. Que el asfalto llegue casi al pie de las dunas no elimina la aventura. De hecho todo el que llega hasta el Erg Chebbi tiene la suya. En moto de enduro puedes darte un buen atracón de dunas, con la seguridad de dormir cada noche en un cómodo hotel, o hacer las más largas travesías por el Lago Iriki en busca de la costa. En moto trail atravesar el Erg, aunque puede que te baste, simplemente, con recorrer sus bordes.

Con pesadas motos trail y neumáticos mixtos tendrás suficiente con recorrer pistas y aventurarte en algún tramo de arena sin demasiada profundidad. Hay todos los niveles de aventura que quieras buscar. Tú pones el límite, para disfrutarlo con cabeza. El desierto no es malo, pero tiene sus reglas, y el que se las salta lo puede pagar caro, a veces muy caro. Pero sigamos por asfalto.

El Sahara

Hay dos carreteras que atraviesan el sur de Marruecos en dirección este-oeste que permiten tener una idea de lo que es el mayor desierto del mundo. La ruta más norteña desde Erfoud hacia Ouerzazate, es la denominada de las kasbah, (castillos de adobe). La más sureña y más desértica, busca el valle del Draa, en las proximidades de Agdz. Según quieras un poco más de monumentalidad y visitar las Gargantas de Todra o sumergirte más plenamente en el desierto, deberás tomar una u otra.

Es bella esta zona del desierto y te aseguro que no todos los desiertos son bonitos. La mayoría no son, como se piensa habitualmente, inmensos mares de arena (Erg) que apenas ocupan, a pesar de su inmensidad, una quinta parte del Sahara. La mayoría del Sahara son hamadas, «soso» desierto de piedras sueltas, arena e hierbas de camello, pero en esta zona de Marruecos aunque no hay dunas sí que hay montañas, lo que lo embellece, y mucho.

Lo mejor es viajar a primera hora de la mañana cuando la luz rasante del sol dibuja con fuerza los relieves. Barrancos, acantilados, despeñaderos, lomas, estratos y torrenteras con sus diferentes colores se suman para mostrarte la belleza amable del desierto. Con suerte encontrarás camellos (en realidad dromedarios) semisalvajes pastando cerca de la carretera. Una carretera rectilínea en la que no debes confiarte. Un error frecuente en los noveles de estos paisajes es pensar que no hay peligro en rodar muy deprisa por estos parajes en los que no hay tráfico. Las carreteras desérticas siempre tienen trampas que esperan al incauto en forma de vaguada, curva inesperada, baches o arenas inundando el asfalto.

La carretera del sur enlaza con la que une Zagora y Ouerzazate siguiendo el curso del río Draa. Puedes viajar hacia el sur por la carretera que corre por el margen derecho o por la pista que enlaza los pueblos que se encuentran en su margen izquierdo. En ambos casos, disfrutarás plenamente de un verdadero oasis de palmeras.

Marrakech

De regreso hacia el norte hay que superar el puerto de Tizi-n Tinift de aspecto lunar, rocoso y de fuertes colores. Pasar por Ouerzazate, la ciudad roja con sus estudios cinematográficos y luego, si lo deseas, tomar el desvío hacia Ait Ben Haddou, para muchos el pueblo más bello de Marruecos, debido a la concentración de sus casas de adobe donde se han rodado múltiples películas, entre ellas «Gladiator». A continuación viene el puerto de Tizi n Tichka y sus innumerables curvas (atención porque hay un largo tramo sin estaciones de servicio) que te llevan hasta las puertas de Marrakech. Esta ciudad, de algo más de un millón de habitantes, es a Marruecos lo que Sevilla a España, hasta su minarete principal es hermano de la Giralda sevillana.

Son tantos los lugares admirables de esta urbe que hay quien dedica muchos días a recorrerla y dejarse seducir por su múltiples encantos. Lo que nadie debe dejar de hacer es tomarse un té viendo cómo cae el sol sobre la Plaza de Jemaa el Fna, declarada patrimonio universal y no precisamente por sus edificios. Aquí el patrimonio es un incesante hormigueo de músicos, encantadores de serpientes, cuentacuentos, tatuadoras y los más diversos artistas, que se mezclan entre chiringuitos de humeantes cocinas con los comerciantes más variados y clientes de todo Marruecos y el mundo, en un maremágnum de colores, olores y sensaciones único en el planeta tierra. Si me permites otra recomendación, deja tu moto en el aparcamiento del hotel y piérdete caminando entre la multitud, sin temor a lo distinto y tendrás tu mejor ruta emocional.

Para acabar de recorrer todos los paisajes de Marruecos hay que acercarse hasta la costa del Atlántico, donde las ciudades de Essaouira y El Jadida te mostrarán otra cara más de este país fascinante. Puertos marítimos amurallados por los portugueses, pescadores que ofrecen su mercancía en exquisitos restaurantes, playas, carreteras que serpentean por sus costas y la brisa del océano. Tan atractivo como diferente de las dunas de arena que dominan el este del país.
Marruecos tiene mil caras, recorrerlo en moto es algo inolvidable. En el país vecino se encuentran algunas de las mejores rutas del mundo. Desiertos y playas, montañas y desfiladeros, dunas y llanuras todo a un paso de tu casa. Un lugar donde cada día creerás vivir el cuento de las mil y una noches.

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Mucha suerte.