Turismo en moto por la Alpujarra Granadina

La cara sur de Sierra Nevada nos ofrece un auténtico paraíso de curvas y paisajes que combinan mar y montaña. Una verdadera fuente de salud aderezada con un clima que suele ser perfecto para montar en moto. Vamos a aprovecharlo.

Texto: Luis López. Fotos: Juan Sanz

Turismo en moto por la Alpujarra Granadina
Turismo en moto por la Alpujarra Granadina

A medio camino entre Sierra Morena y el Mediterráneo, nuestro punto de inicio y final se sitúa en el esplendoroso establecimiento de la Casa de los Bates.

Desde allí disponemos de privilegiadas vistas a modo preliminar de lo que encontraremos en breve. Así comenzamos bajando al mar, donde terminaremos con una preciosa puesta de sol en las playas de Motril. Pero eso será más tarde. De momento, nos acercamos a Salobreña para, dejando atrás la costa, iniciar la subida por la N-323 hacia el embalse de Béznar, bordeando la A-44 que podrás abordar si prefieres llegar cuanto antes a la zona de montaña. Tampoco es mala idea teniendo en cuenta que se trata de una autovía de largos y rápidos curvones...

Sea como fuere, nuestro próximo objetivo es llegar a Lanjarón, donde poco antes de entrar en la localidad nos toparemos con la industria del agua que lleva el mismo nombre. Bien es cierto que, tal y como se publicita, disfrutamos de «la pureza de las cumbres de Sierra Nevada», aunque poco antes lo que conseguimos es, con un poco de mala suerte, sufrir uno de los trailer que acceden hasta estas instalaciones entre las tortuosas curvas de la A-348. De todos modos, y con una Versys 1000 entre las piernas, ¿para qué esperar detrás de los camiones? Bajar de tercera a segunda y abrir gas es todo lo que debes hacer con visibilidad suficiente por delante. El resto déjalo en manos de esta poderosa Kawasaki...

Ganando altura

Con el cuerpo renovado gracias al agua de Lanjarón, «fuente de vida y de eterna juventud» como por aquí nos dicen, nos marchamos en busca de más altura, si bien ya el paisaje nos deja preciosas vistas de los montes alpujarreños a nuestra derecha, y las nieves perpetuas de Sierra Nevada a la izquierda, que surten del líquido elemento indispensable para nuestro organismo.

Seguimos con nuevos bríos hacia Órgiva, donde disfrutamos de cada revuelta del trazado con asfalto cambiante, pero nunca en mal estado; solo debes estar pendiente de lo comentado más arriba: los camiones no dan tregua y no es extraño encontrarte con un trailer maniobrando en un ángulo donde le resultará imposible avanzar sin haber ocupado antes ambos sentidos de la calzada. Impresiona, pero con el paso de los kilómetros y los trailer te das cuenta que muchos de ellos son profesionales de verdad, tocando el claxon en curvas ciegas antes de «lanzarse al vacío»...

Entre constantes cambios de dirección, rasantes y un Levante que pretende empujar desde el lateral a la Versys 1000, llegamos a Órgiva, donde nos recibe la majestuosidad de la iglesia de la Expectación, fechada en el siglo XVI y levantada sobre las ruinas de una antigua mezquita musulmana. Sus torres gemelas se ven desde la lejanía, además de presidir la imagen del pueblo desde la GR-4132 por la que circulamos ganando altura hacia Pampeneira, Bubión y Capileira, punto de partida de aquellos que deseen acercarse al Veleta o incluso al Mulhacén, además de ser considerado como «la puerta de Sierra Nevada». Desde aquí, la imagen de los pueblos blancos situados en la ladera de la montaña se coaliga con una paz y quietud otrora imposible, solo unos metros más abajo.El incesante trasiego de caminantes pertrechos de bastones y sombrero, mochilas al hombro, corrobora esa fama de pueblo «trampolín» hacia el corazón de Sierra Nevada.

Pero todavía nos queda abordar el pueblo más alto de la zona, para el que tendremos que volver sobre nuestros pasos y retomar la A-4132 hacia Pitres y Busquístar. Desde aquí, nos perdemos entre un mar de curvas y un silencio que, de nuevo, nos sobrecoge agradeciendo esa ausencia de tráfico que antes echábamos en falta. ¿Será por eso por lo que los jamones de Trevélez son famosos en todo el mundo? En realidad, es el clima el que hace posible la peculiar curación del exquisito manjar al que, por cierto, se le otorga reconocida reputación mediante la Denominación de Origen avalada por el Ministerio de Agricultura.

Vuelta «a casa»

La misma carretera que nos ha llevado al pueblo montañero de Trevélez, bajo la atenta compañía del río que lleva el mismo nombre o los famosos secaderos de jamón, nos devuelve poco a poco al movimiento del tráfico rodado, que no de montañeros, legión por estos lares.

Los miradores se suceden uno tras otro con preciosas vistas del pueblo blanco, al mismo tiempo que la carretera se estrecha y vuelven los ángulos cerrados y ciegos... todavía con cierta tranquilidad a la altura de los desvíos de la A-4130 hacia Juviles y la A-4128 en dirección a Cástaras y Nieles. Se trata de la zona más oriental de las Alpujarras, pero nosotros en esta ocasión dejamos parte de su orografía bañada por el río Guadalfeo para encontrarnos con él un poco más al sur, cerca de Almegíjar.

A estas alturas las curvas, como se suele decir, «nos saldrán por las orejas»; no lo confundáis con «salir por orejas», algo prohibido en cualquier terreno y más en esta sección. Así llegamos a salvar el río hasta enlazar con la A-348 para entrar en Torvizcón. Si eres fan del pan de higo, no te puedes marchar de aquí sin degustarlo. Por fin, las últimas curvas nos llevan a la A-44 y de aquí hasta Motril o Salobreña, volviendo por nuestros primeros pasos.