Iniciamos una serie de entregas con las «arterias» de España como claras protagonistas de las rutas propuestas. Imitaremos sus serpenteantes cauces de la manera más atractiva para nuestros intereses en moto, sin perder detalle de aquellos escondidos rincones visitables desde vías asfaltadas, así como su recorrido por las capitales y poblaciones que juegan un papel notorio en cada zona.
Empezamos por el sur buscando la bonanza climática, tan díficil de encontrar en esta fría época del año en casi todo el territorio peninsular, comienzo justificado a tenor del resultado final de los documentos gráficos que tan bien aderezan este más modesto texto. Pero nuestro fluvial protagonista nace a 1.400 metros de altura, en plena Sierra de Cazorla donde impera el clima de montaña, y si bien, la cota no resulta excesivamente elevada, sí su área de influencia. Con picos anexos que superan los dos mil metros de altura, como el de Cabañas (2.036 m), donde la formación de tormentas resulta tan imprevista como frecuente. De hecho, gran parte de la ruta fue bajo la lluvia con la incomodidad que supone, además dificultar el trabajo gráfico de Jaime, siempre pendiente del caprichoso estado del cielo. Pero nuestros compañeros «inmortalizadores» hacen de la dificultad una virtud, y como ya anteriormente expreso, el trabajo gráfico habla por sí solo y sin necesidad de mayores calificativos.
Sierra de Cazorla
El Puente de las Herrerías marca nuestro inicio de la ruta, que además de salvar un ya caudaloso Guadalquivir, es el punto asfaltado más cercano a su nacimiento. Una pista en muy buen estado nos permitirá acercarnos aún más a dicho nacimiento, pero durante nuestra visita una considerable capa de nieve fue la responsable de hacernos desistir de conocer más en profundidad al «recién nacido». Al puente no le falta su propia leyenda, que cuenta que la mismísima Reina Isabel la Católica se dirigía desde Córdoba hacia la zona de Baza y Guadix, para asistir a las últimas intervenciones de la reconquista sobre el último bastión nazarí de Granada, por esta abrupta zona. Unas copiosas lluvias otoñales imposibilitaban el cruce del Guadalquivir, por lo que los efectivos del ejército castellano tuvieron que invertir toda una noche, ayudados incluso por un esfuerzo divino a modo de milagro, para conseguir que a la mañana siguiente fuera la misma Reina la primera en cruzarlo. Lo cierto es que la crónica de la época no da fé de tan milagroso suceso. Una estrecha carretera acompaña a nuestro protagonista en los primeros kilómetros de su curso, pero enseguida la cambiamos por otra al desviarnos en el primer cruce a la izquierda que encontramos. Tras cruzar un puente, perdemos momentáneamente de vista al río y vamos ganando altura en busca de la A-319. Esta vía viene del Puerto de las Palomas, con fantásticas vistas sobre el valle del Guadalquivir, y comunica con Cazorla, la población más importante de la zona, ya en la otra ladera de la sierra. En el cruce tomamos hacia la derecha, con dirección al embalse del Tranco de Beas, donde el primer pueblo que encontramos es el de Arroyo Frío que, sin contar con una gran extensión, su completa oferta turística nos empieza a dar a conocer lo animado que puede llegar a estar la zona en época estival. Sucesivos camping así como complejos hoteleros, muchos de ellos incluso abiertos en esta recia época, corroboran la idea. Estamos en el Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas, y al llegar al embalse encontramos unos miradores al pie de la carretera. Donde, además de las vistas sobre el pantano, nos llama la atención la numerosa fauna autóctona, como en su día lo hizo Félix Rodríguez de la Fuente, siempre presente en la memoria colectiva de los amantes de la naturaleza, y al que se dedica el primero de ellos. La serpenteante carretera llega a la presa del embalse, donde tras pasarla, tomamos dirección a la izquierda hacia Villanueba del Arzobispo. El río vuelve a su original formato en un escenario de extraordinaria belleza, acompañado por próximos riscos que encajonan su cauce además de nuestro camino. Al suavizarse la garganta, el olivo toma todo el protagonismo arbóreo que ya no abandonará hasta el final de nuestra primera etapa e incluso más allá.
Paisaje «oléico»
La vía nos lleva a Villanueva, donde podemos tomar la N-322 en dirección a Úbeda que, aunque un poco alejados del Guadalquivir, nos conducirá de manera más cómoda y rápida sin perder nuestro rumbo. Multitud de pequeñas vías imitan y cruzan el río, pero también funcionan como servidumbres de los campos de olivos, que justo en esta época de recolección se encontraban en su máximo apogeo, animando las carreteras con tractores y todo terrenos de toda condición, además de dejar un peligroso rastro de barro procedente de los cultivos ¡mucho ojo!
Úbeda, «la ciudad de los cerros», destaca por sus edificios renacentistas; además, al llegar a la población encontramos la A-316, autovía del Olivar que, aunque todavía en obras, nos encaminará a la próxima e histórica Baeza, de visita más que obligada. Más adelante, encontramos el Puente del Obispo, singular edificación del siglo XVI que cuenta con una torre capilla. Aquí volvemos a cruzar el Guadalquivir y, enseguida, volvemos a tomar un pequeño desvío hacia la derecha con dirección a Mengíbar. Allí ponemos rumbo a Andújar, pero lo hacemos por la A-313 en dirección al pequeño Espelúy. En Villanueva de la Reina, cruzamos el río, donde más adelante nos encontraremos con la principal A-4 que nos permitirá a nuestro destino final más rápido. Pero antes, diversos desvíos nos invitan a conocer Andújar, la ribereña Villa del Río, Marmolejo y su balneario, Montoro con su estampa postal, y por fin Córdoba.