La jungla urbana

Hasta ahora hemos analizado la conducción viendo comportamientos básicos y su aplicación en carretera (o circuito). Pero buena parte del uso diario transcurre por calles en las que te encuentras situaciones inesperadas, trampas y riesgos de todo tipo: anticiparse a ellos nos ayudará a salir airoso.

Josep Armengol

La jungla urbana
La jungla urbana

La ciudad es para motos y scooter un auténtico «reino» donde poder aprovechar todas sus ventajas: estrechez, agilidad, manejabilidad, rapidez de aceleración y frenada… Incluso a la hora de aparcar tenemos ventajas enormes y evidentes.

Sin embargo las estadísticas nos dicen que es precisamente en el tráfico urbano donde mayores riesgos corremos porque es allí donde más golpes sufrimos y, lo que es peor, esos golpes son en la mayor parte de las veces (dos de cada tres) causados por el otro vehículo (un coche, normalmente)

Por suerte son incidentes leves, aun así veremos que en ciudad también podemos ser capaces de superar todas esas situaciones de riesgo a las que nos expondrán los demás vehículos con los que compartimos calles.

Porque, te lo aseguro, un pilotaje atento y experto en ciudad es capaz de convertir situaciones cotidianas de riesgo en meras anécdotas que llega un momento que ya ni siquiera cuentas a los amigos. Pero otro conductor menos experto o menos atento, en la misma situación, lo tendrá que contar a su compañía de seguros. Lo vemos a diario.

Ningún otro sentido es tan importante cuando conduces como la vista. En carretera, la vista nos ayuda a seguir las trazadas correctas cuando la fi jamos en los ápices que nos interesan, y eso es ya un primer «seguro» de no tener problemas; además nuestros ojos deberán avisarnos a tiempo del tráfi co de frente, un obstáculo inesperado, un tramo de firme deslizante, etcétera.

En ciudad, en el tráfico urbano, el trabajo de la vista se multiplica mucho más, porque los posibles elementos «descontrolados » se multiplican también. En la puerta de un colegio cada niño (y hay ¡muchos!) es un peligro potencial, cada de cebra no solo hay que estar atento a no pisar la resbaladiza zona pintada en blanco, hay que estarlo también a los peatones que están a punto de pasar, pero también a los coches que vienen detrás nuestro y que quizás no tienen previsto que tú te detengas...

Muchas veces son tantas las cosas a controlar que debes decidir qué es prioritario o de más riesgo y concentrarte en eso, esperando que lo demás no llegue a poder ser un peligro. ¿Cómo se puede estar pendiente de todo eso y además conducir? La vista es un sentido que puede ejercitarse, y con práctica todo esto se asimila y se hace inconscientemente.

Y para conducir un coche u otro vehículo es perfectamente válido, por eso creemos que debería ser obligatorio circular un tiempo sobre dos ruedas antes de coger cualquier otra cosa, para ejercitar y desarrollar esta capacidad. Además de «ver», hay que aprender a interpretar lo que ves: parte siempre de la base que quienes te rodean, en sus coches, están distraídos y no se han percibido de tu presencia.

La mayor parte de las veces, será así, y es lógico: en coche la gente va escuchando la radio, encerrados (y aislados) con su calefacción o su aire acondicionado, quizás hablando por teléfono (en el mejor de los casos con «manos libres» pero por desgracia muchas veces con una mano ocupada...).

No te oyen, no miran más que el coche que les precede en su atasco particular y por lo tanto tampoco te ven, así que no saben que estás ahí o que vas a pasar a su lado. Hazte ver, hazte oír (en ciudad ¡siempre! Un dedo en la bocina por si acaso necesitas dar un toquecito de aviso) y no te quedes donde sea imposible que te vean (puntos ciegos de sus retrovisores).

El consejo número dos, después de entrenar la vista y saber cómo descubrir «puntos ciegos» con anticipación, es que nunca vayas «con prisa». Circula concentrado, circula deprisa si te apetece o las condiciones lo permiten, pero no vayas agobiado porque llegas cinco minutos tarde; mejor ni mires el reloj, o llévalo cinco minutos atrasado (yo siempre llevo el de la muñeca cinco minutos adelantado, para salir antes, y el de mis vehículos cinco minutos atrasado, para no conducir con prisas).

Llevar prisa impide que nuestra mirada se concentre en esa búsqueda permanente de «trampas», y las ciudades están llenas de ellas. La prisa nos hace concentrarnos en la conducción y eso no está tan mal, pero en ciudad es demasiado fácil que aparezca algún contratiempo y la prioridad debe ser detectarlos a tiempo y evitarlos.

Otro buen truco para eso es estar siempre preparado: además del pulgar izquierdo sobre el botón de la bocina, uno o dos dedos en la maneta de freno (o manetas en los scooter) preparados para detenernos cuanto antes si lo necesitamos, son dos detalles que permiten ganar unas preciosas décimas de segundo y que marcan la diferencia entre frenazo con anécdota o… parte al seguro y visita al traumatólogo.

La bocina, insistimos, puede ser tu mejor aliada y no será molesta si sabes usarla brevemente pero a tiempo. Recuerda: nosotros circulamos por las calles rápidos y concentrados, pero «ellos» lo hacen lentos y distraídos. El contraste ya sabemos qué puede provocar, y como llevamos las de perder es nuestra obligación prevenirlo.

Es el «rey» de los golpes, no solo en ciudad sino en carretera dadas las condiciones habituales de tráfico que, me temo, van a peor en ese sentido: la gente cada vez circula más despacio por las «amenazas» variadas (radares, carné por puntos, coste del combustible). En los coches modernos eso significa que van más distraídos, así que cuando por el motivo que sea hay un atasco algo imprevisto… alguno se dará cuenta tarde y chocará con otro u otros.

Tú debes evitar tanto que te «alcancen» a ti (te den por detrás), como «alcanzar» a otros (dar por detrás a un coche). Casi todos los que andamos en moto hemos sufrido, por lo menos una vez, ese tipo de golpe: vas circulando y de repente el coche que te precede frena en seco, y no tienes tiempo de hacer otra cosa que ver cómo tu rueda delantera se empotra en su parachoques…

Luego te das cuenta que ibas demasiado pegado a ese coche, y que no estabas lo bastante atento, y lo aprendes de forma que ya no te vuelve a pasar. Porque en realidad es tan fácil como eso evitar ser protagonista de un alcance: no vayas nunca «pegado» al coche de delante, y mucho menos por la mitad del carril. Si estás a un lado, y frena de golpe, tendrás «escapatoria», pero si estás justo en medio, no.

Además de dejar un espacio mínimo, debes mirar siempre hacia el frente, al tráfico que hay por delante del coche que te precede. Y aquí también te será de fundamental ayuda llevar (siempre) uno o dos dedos en la maneta de freno, reduciendo el tiempo de reacción. El tipo de alcance es peor: cuando te dan a ti por detrás.

Es peor porque no lo esperas, pero sobre todo porque en moto no tienes ninguna protección («seguridad pasiva») para tu espalda, cuello y cabeza, al contrario, el peso del casco puede agravar la situación. En coche, el propio asiento y su reposacabezas impiden daños si te dan por detrás.

Para evitarlo, dos cosas: primero, estar siempre atento a los espejos para saber lo que tenemos detrás nuestro (¿alguien con prisas y ganas de saltarse el semáforo? ¡Cuidado!). Segundo, no pararse nunca en mitad de la calle o carril ante el semáforo, sino hacerlo a un lado, apartado, para que si quien nos sigue va a continuar, que lo haga sin llevarnos por delante.

Igual que si vamos a pararnos debemos estar seguros que quien nos sigue debe estar «enterado» para que no se nos lleve por delante, lo mismo ocurre si vamos a girar hacia la izquierda en una calle de doble sentido.

Si hay coches haciendo cola para hacer el mismo giro, lo más inteligente es pasarles por la derecha para colocarse al final, delante suyo, y así usarlos de «barrera» con el tráfico que viene por detrás (aparte de ganar unos metros claro). Un caso particular de esta situación es algo que hacemos varias veces al día: adelantar a la fila de coches parados ante un semáforo por su izquierda, en una calle de doble sentido.

En algunas ciudades no es algo que llame la atención y todos lo hacemos continuamente, en otras la policía te multará inmediatamente si te ve hacerlo (a fin de cuentas estás invadiendo el sentido contrario y suele haber una doble línea continua). No entramos en legalismos, pero sí en la seguridad: si lo haces con calma y control, es mucho más seguro que llegar a «primera fila» entre coches o, peor aún, entre los coches más a la derecha y la acera.

Entre coches puedes encontrarte alguna puerta abierta, pero pasando por la derecha de toda la fila (cerca de la acera) puedes estar seguro que alguna puerta se abrirá para que se baje algún pasajero (mucho cuidado con los taxis). Pasar una fila de coches por la izquierda yendo hacia el semáforo no parece tener ningún secreto, pero de vez en cuando algún motorista convierte su querida moto en chatarra.

En realidad, sí tiene un «secreto»: como siempre, debes esperar que alguien haga algo mal, y no estar confiado. Si pasas como un rayo a todos por su izquierda, no podrás esquivar ni parar a tiempo si alguno de esos coches decide que ese atasco no es para él y da media vuelta allí mismo.

Ni siquiera podrás darte cuenta de sus intenciones. Así que, con más motivo si el semáforo sigue en rojo (no hay prisa porque tendrás que acabar parándote igual), pásales despacio y prestando atención a sus posibles movimientos.

Parece mentira los años que llevamos ya «funcionando» con glorietas (no hace tanto no existían en España ¿recuerdas?) y lo mal que las hace casi todo el mundo. Para empezar, recuerda su principio fundamental: tiene la prioridad quien ya está circulando por la glorieta.

Por desgracia, cuando quien está dentro de ella eres tú y vas en moto, los coches que acceden a esa glorieta no te tienen el mismo respeto que si fueras en un gran todoterreno, así que tenlo presente y aparte de dedicarle la correspondiente «pitada» a quien se meta obligándote a frenar, debes estar preparado precisamente para frenar por si alguien no respeta tu prioridad de paso. Pero hazlo ágilmente, porque ahora viene la segunda parte de las glorietas, es decir, lo que la mayoría (diría que más del 99 por ciento de quienes pasan por ellas) hace mal.

Sí, tú también: pasar por ellas «trazando», es decir, por ejemplo en una en la que vayas a seguir recto, hacerlo entrando por el carril exterior, acercarse al interior cruzando los dos carriles a media glorieta y volver a salir al carril exterior para salir de ella y seguir tu camino. Llámale «trazar», «pasarla más recta» o como quieras… pero ¡está mal hecho! Si quieres «trazar», bien, hazlo, pero siempre por tu carril y sin invadir otros.

Si a media glorieta estás en el carril interior, alguien podría venir por el exterior y entonces cuando tú quisieras salir de la glorieta te lo encontrarías en mitad de tu trayectoria. La culpa sería tuya, lo siento pero así es, porque habrías sido tú quien la habría pasado mal, el otro vehículo podría salir o no por esa salida, pero tiene todo el derecho a circular por el carril «exterior» (el derecho).

Las compañías reciben «partes» de situaciones como ésta todos los días y tienen, como la policía, muy claro de quién es la culpa, aunque a veces los mismos protagonistas de la acción no lo sepan bien. Ahora ya lo sabes. La cuestión es que, sabiendo que todo el mundo pasa mal por ellas, debes tenerlo previsto porque de poco sirve «tener razón» si te dan un golpe: si estás en una glorieta y estás en «tu» carril derecho, mucho cuidado con el coche (o moto) que esté a tu izquierda, porque posiblemente pretenderá cruzarse en tu camino en la próxima salida.

Y lo peor es que estarás justo en la zona «ciega» de ese coche, donde sus retrovisores no dan visibilidad, así que ten el doble de cuidado. Ya sabes, poco gas, dedos en maneta/s de freno y pulgar izquierdo en la bocina. Una última cosa: sé que resulta «molesto» tener que pasar por una glorieta «no-recto».

Pero precisamente ahí tienes una gran oportunidad de practicar algunas de las cosas que vimos en los primeros capítulos de esta serie, es decir, el control de la dirección de tu moto a partir de las fuerzas que aplicas en el manillar. No pases por la glorieta indicando solo el principio de la curva y dejando que la moto siga su trayectoria, en cuyo caso la hará más «recta» (y mal), oblígala a seguir exactamente la trayectoria que quieras, redondeando, marcando el giro a derechas para entrar, a izquierdas para seguir y otra vez a derechas para salir.

Siente cómo haces fuerza en el manillar, y cómo la moto obedece tus órdenes metro a metro de asfalto, girando más o menos, inclinando más o menos. ¿Cuesta? Depende de la moto, bastante, pero ahí estás mandando realmente sobre ella, no «dejándote llevar», y aquí estamos para pilotar, para decidir, no para dejarnos llevar.

En nuestra CBF 1000 de pruebas con telemetría, llegamos a medir 30 kg de fuerza (sí «treinta kilos») sobre el manillar en los casos más extremos, esquivando un obstáculo en marcha a velocidad urbana (40 km/h), así que en cada glorieta tienes un estupendo «gimnasio» para practicar el control de la dirección de tu moto, y poder decir que de verdad tú la pilotas a ella, y no al revés.