Una de las grandes riquezas que tiene el motociclismo, en comparación con la gran mayoría de deportes, es la inmensa variedad de disciplinas que contiene. La velocidad acapara todos los focos, pero más allá del asfalto hay un mundo de posibilidades conocido como offroad, donde España también tiene gran presencia en modalidades como el motocross, el enduro y, sobre todo, el trial.
Sin embargo, hay algunas que todavía quedan bastante lejanas, y el speedway es un gran ejemplo. Un óvalo de tierra en el que cuatro motos un tanto ‘extrañas’, sin freno ni cambios y con una potencia de salida descomunal, se pasan más del 90% del tiempo derrapando mientras buscan un hueco por el que pasar al de delante en carreras de apenas un minuto.
16 pilotos participan en cada gran premio y cada uno de ellos participa en cinco de las 20 mangas clasificatorias, en las cuales el ganador recibe tres puntos, por dos del segundo y uno del tercero. Los puntos se suman y los ocho mejores pasan a semifinales, con el orden de esos ocho determinando la importantísima elección de la puerta de salida.
Lógicamente, los dos mejores de cada semifinal acceden a la final, que determina el podio del GP. Una modalidad y un sistema peculiares que generan una competencia impresionante dando lugar a una volatilidad de resultados que provoca que la regularidad en cada evento y, sobre todo, a lo largo de la temporada, marque las diferencias por encima del número de pruebas ganadas.

Se podría pensar que esa volatilidad tenga como resultado una gran variedad de campeones y, en líneas generales, ha sido la tónica de las últimas décadas. Por ejemplo, en las diez temporadas transcurridas entre 2009 y 2018, nadie logró defender la corona. Y, para encontrar a un mismo campeón tres años seguidos, hay que irse al neozelandés Ivan Mauger entre 1968 y 1970.
Hasta que apareció el polaco Bartosz Zmarzlik. Todavía menor de edad cuando debutó en 2012, dio el salto de calidad en 2016, cuando terminó tercero. Dos años más tarde fue subcampeón y, en 2019, se proclamó campeón del mundo para dar a Polonia su tercer título mundial. Un año después, acabó con la maldición y defendió el cetro con gran autoridad.
Lo cedió por solo tres puntos en 2021 tras un brutal duelo con el ruso Artem Laguta, pero desde entonces (y ayudado por la prohibición de los pilotos rusos) no ha tenido rival: en 2022 arrasó con 33 puntos de ventaja y el pasado 2023 se sobrepuso a una descalificación en la penúltima cita porque su mono no cumplía la normativa FIM.
En 2024 no quería sorpresas y, con una regularidad increíble (hizo final en los seis primeros grandes premios), ha logrado su tercer título seguido con ‘solo’ tres triunfos, pero 35 puntos de ventaja. Lleva cinco, a uno del récord absoluto, y no piensa parar. Aunque lo pueda parecer desde fuera, no es cuestión de casualidad. Es cuestión de causalidad: es el mejor y punto.