Lo mejor que se puede decir de la temporada 2024 de Álvaro Bautista son tres cosas. La primera, que por fin terminó. La segunda, que fue tercero en un año donde salió casi todo al revés. La tercera, sin duda la más importante, es que no será la última. En 2025, el talaverano volverá al asalto de su tercer título mundial con Ducati.
Lo hará con los 40 años ya cumplidos, una familia formada y la vida resuelta en términos económicos. Por todo eso, seguir un año más demuestra dos tipos de amor que se antojan imprescindibles para todo gran campeón en este deporte: el amor por el motociclismo como forma de vida y el amor propio de no querer colgar el casco tras un año ‘malo’.
Hay otra razón, claro. Es indudable que Bautista, con razón, quiere dar en los morros a quienes han legislado en su contra, como en su día hizo su hasta hace poco rival, Jonathan Rea. El norirlandés siguió ganando cuando se inventaron la regla del límite de revoluciones, y aprovechó la parrilla invertida para protagonizar unas remontadas escandalosas domingo tras domingo.
El piloto manchego ya había tenido que sufrir en sus propias carnes la ley anti-Rea cuando metieron mano a las rpm de su Panigale, pero aquello resultó totalmente insuficiente. La moto seguía siendo demasiado superior a las demás como para inquietarse por una minucia así, y él era demasiado bueno como para que su hegemonía se viese puesta en entredicho y siguió ganando.

Así que, para este 2024, apuntaron directamente al piloto e introdujeron una regla de peso mínimo más propia de copas de promoción que de la categoría reina de un certamen de nivel mundial. Eso se tradujo en la incorporación de lastre a la Panigale V4R del español, con las consiguientes complicaciones en el reparto de pesos de la moto y, por ende, al pilotaje.
Aun así, el gran escollo de Bautista en el presente curso ha sido físico. La lesión sufrida a finales de 2023 en un test ya le perjudicó sobremanera su wild card en MotoGP, y siguió dándole por saco durante la pretemporada, con la especial importancia que tenía la de este año debido a todo el trabajo extra a raíz del mencionado lastre.
Y claro, eso ya le hizo arrancar el curso a pie cambiado, todo ello mientras veía la increíble adaptación de su nuevo compañero, el rookie Nicolò Bulega; y, sobre todo, la de su gran rival, Toprak Razgatlioglu, a la BMW. Para colmo, cuando ya parecía recuperarse de las lesiones y acoplarse a los cambios en su máquina, volvió a lesionarse.
Por todo ello, darse otra oportunidad en 2025 era lo más justo. Lo de este año ha sido solo otro escollo para un piloto que consiguió llegar a lo más alto de Superbike -y mantenerse- reavivando el fuego desde el rescoldo. Un piloto así no merece que su llama se vaya apagando poco a poco, en silencio, hasta extinguirse. Merece irse brillando con fuerza.