A principios de la pasada década, Bradley Ray, Kyle Ryde y Tarran MacKenzie eran las grandes promesas de futuro del motociclismo británico, ávido de jóvenes talentos que diesen continuidad en los grandes premios a Scott Redding o Danny Kent. En 2012 fueron los tres únicos representantes de Gran Bretaña en la MotoGP Rookies Cup, donde entre 2007 y 2009 llegaron a ser cinco.
Ninguno llegó al Mundial y se fueron dispersando: Ryde, que en 2011 había sido el campeón británico de 125cc más joven de la historia, probó suerte en el FIM CEV Moto3 en 2013, donde logró llevar al cajón una KRP Honda. Tampoco eso le abrió una puerta mundialista y regresó al BSB: un año después, sumó su segundo título nacional, ahora en Superstock 600.
Saltó al British Supersport y fue subcampeón en su primer año, brillando además en el mundial de dicha categoría al subir al podio en su debut como wild card. Parecía haber encontrado su sitio, pero el equipo con el que firmó para 2016 cerró la persiana antes de mitad de año. Tras un curso de trotamundos, firmó por el Kawasaki Puccetti.
Empezó bien y se diluyó hasta ser cortado a final de año, donde se produjo su debut en la clase reina del BSB, que arrancó en 2018 antes de parar de forma indefinida. Retornó poco después en la categoría de GP2 y lo hizo de forma brillante, para conquistar el título en 2019. Ya tenía tres campeonatos nacionales; le faltaba el grande.

Firmó por el Buildbase Suzuki y ganó dos carreras, pero el cambio a BMW para 2021 en su fichaje por el OMG no le fue bien. Sin embargo, para 2022, el equipo optó por llevar la Yamaha que acababan de proclamarse campeona con Tarran MacKenzie. Ryde tuvo un buen año y fue sexto, pero se vio eclipsado por el título de su compañero, Bradley Ray.
Su consolidación llegó en 2023 con seis victorias y el tercer puesto, pero le faltó regularidad y no pudo luchar por el título. Estaba aprendiendo. El BSB es un campeonato difícil como pocos e igualado como ningún nacional de Superbike, y Ryde tenía que ganar consistencia. Con la lección aprendida, encaró 2024 como el año del asalto definitivo al 1.
Durante la primera mitad de año se dedicó a sumar puntos, con ‘solo’ un triunfo y siete podios en 17 carreras. Desde ahí, se convirtió en un ciclón, venciendo al menos una carrera en las cinco rondas restantes para optar a todo a la carrera final. Allí, el vigente campeón Tommy Bridewell y él dependían de sí mismos y protagonizaron una auténtica oda al motociclismo.
Una delicia de carrera que ganó Kyle Ryde para rubricar una fantástica trayectoria deportiva que es, también, una oda al motociclismo. La de alguien que, ante las puertas que se fueron cerrando, siempre encontró una ventana por la que volver a casa y, como sus rivales adolescentes MacKenzie y Ray, poner su nombre en lo más alto del British Superbike.