En algún punto en el camino, la esencia del Dakar se perdió. No la esencia de la persona contra el desierto sin apenas ayuda, que casi nunca fue algo unánime a todos los participantes. Siempre hubo clases, quizás salvo los primerísimos años, y siempre las habrá mientras haya marcas que quieran ganar el Dakar y pongan medios para conseguirlo.
La esencia de la prueba, que responde a una sencillísima fórmula: navegación > velocidad. Así de sencillo sobre el papel. Sin embargo, la proliferación de velocistas en los últimos años en África alcanzó su punto álgido en Sudamérica, cuando eran frecuentes los días de estrujar el acelerador casi de principio a fin, con eternas pistas rectas donde ver a pilotos perdidos era algo excepcional.
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El año pasado, el Dakar se abría a un nuevo mundo como Arabia Saudí. Un sinfín de paisajes por descubrir que con el transcurso de la prueba sumió en la decepción a pilotos y espectadores: una vez más, la velocidad era el leitmotiv de la prueba, que para colmo se tradujo en dos tragedias que acabaron con las vidas de Paulo Gonçalves y Edwin Straver.
La esencia ha vuelto
David Castera y su equipo parecen haber aprendido la lección y han traído de vuelta la navegación y las jornadas eternas de dunas, haciendo un recorrido más completo donde la velocidad se premia pero en el que la navegación vuelve a tener una importancia capital, ayudado por la decisión de entregar el roadbook unos minutos antes para impedir que los pilotos oficiales tuviesen la ventaja de poder marcárselo a su antojo.
Por eso, han vuelto a a ser frecuentes las imágenes de pilotos buscando el rumbo como le sucedió al propio Toby Price o, en la categoría de coches, con un desquiciado Carlos Sainz que se perdió dos días consecutivos.
Cada vez más nivel
Lo que es irreversible es el nivel, y podemos dar gracias por ello. Atrás quedaron los tiempos en los que podías subir al podio terminando a casi seis horas del ganador, como le sucedió a Carlos Sotelo en 1996.
Era una época donde tanto los pilotos de altísimo nivel como las motos pata negra se contaban con los dedos de una mano, las diferencias se magnificaban. Eso se acabó para siempre. Ahora, hay una treintena de pilotos cuyo nivel es altísimo y eso hace que las diferencias sean mínimas, como prueba que en la semana de descanso de este 2021 haya siete pilotos en seis minutos.
Poco más se le puede pedir al Dakar, que ha recuperado la esencia de sí mismo, que vuelve a dejar esos paisajes cautivadores y a primar la pericia para orientarse sobre la pura velocidad.