El 2021 de Laia Sanz comenzó con su típica rutina de enero: tomar la salida en el Dakar, ir pasando etapas superando todo tipo de adversidades, ganar poco a poco puestos en la general hasta alcanzar la línea de meta por undécima vez en once participaciones y hacerlo dentro del top 20 por octava vez seguida. En apariencia, lo de todos los eneros.
Sin embargo, esta vez había algo distinto. En sus palabras y, sobre todo, en su lenguaje no verbal. Pese a que ya había deslizado antes su deseo de pasarse a las cuatro ruedas, y que ya llevaba años quejándose de la excesiva velocidad del terreno saudí para las motos, cualquiera que conociese a la piloto catalana podía notar cierto hastío.
La sensación que flotaba en el ambiente era que había sido su último Dakar en dos ruedas, lo que se acrecentó cuando se apuntó a la Extreme E junto a Carlos Sainz y que se confirmó hace unos meses: correrá el Dakar 2022 en la categoría de coches. La historia de la reina del desierto en moto se había acabado para siempre.
Ahora bien, mientras el miedo de no volver a Sanz hacer el Dakar en moto del pasado enero sí se ha acabado materializando, el de no volver a verla competir en dos ruedas se disipó con una noticia que sí era inesperada: aprovechando su vinculación con GasGas había decidido volver a competir al más alto nivel tanto en trial como en enduro en este 2021.
Un regalo para el motociclismo y por partida doble que abría dos interrogantes: ¿sería capaz de destronar a Emma Bristow tras siete años sin competir en trial? ¿podría volver a lo alto del enduro después de cuatro temporadas fuera? Era casi lo de menos. Su simple retorno llevaba a esos campeonatos a una nueva dimensión y, lo más importante, recuperó la sonrisa sobre la moto.
La ilusión perdida en el desierto volvió en cuanto se puso a entrenar con su moto de trial, donde consiguió reconectar con ese entusiasmo infantil de quien sale al campo simplemente a disfrutar. Cuando en apenas una semana consiguió ganar en las citas inaugurales de ambas modalidades, quedó claro que iba a por el doblete que ya conquistó en 2012 y 2013.
Aun así, Emma Bristow -campeona de las siete ediciones que Laia pasó fuera- se lo puso de todo menos fácil, hasta el punto de que ambas ganaron tres de las seis carreras de la temporada. La igualdad fue tal que llegaron las dos dependiendo de sí mismas a la última manga en Portugal, donde Sanz impuso su ley para lograr su 14º mundial de trial.
Justo un mes después, en Francia, tenía que rubricar una temporada perfecta donde solo dejó pasar un triunfo y no falló, ganando ambas carreras y certificando su sexto título mundial de enduro. Tras tantos años de desierto, ha modificado la canción: ‘uno más uno son 20, ¿quién se lo iba a decir? Que era tan fácil ser feliz’.
