Por el paddock de los Grandes Premios han pasado y pasan todo tipo de personajes. Muchos llegan casi por casualidad, pero quedan atrapados por el embrujo del motociclismo, y sólo unos pocos consiguen dejar huella en el campeonato. Garry Taylor, que falleció ayer a los 74 años de edad en Londres, tras una larga enfermedad, fue una de esas personas que no esperaba trabajar en el mundo del motociclismo, pero se sintió tan hechizado por las carreras que no pudo abandonarlas nunca, dejando un hondo recuerdo.
A Taylor siempre le gustó el mundo del motor, desde niño, una pasión que alimentó yendo con sus amigos a ver competiciones automovilísticas en Brands Hatch y Lydden. Como consecuencia de ello, Taylor terminó subido en un coche, dispuesto a emular a sus héroes, y compitió con los escasos medios que disponía: su propio coche. Cuando las posibilidades del auto y su dinero se acabaron, también se acabó la carrera deportiva de Taylor, pero él no quiso separarse de la competición, y empezó a trabajar como comisario de pista.
Había realizado estudios publicitarios, y en aquellos momentos el incipiente marketing deportivo le permitía concebir esperanzas de vincularse al mundo del motor. De hecho, respondió a un misterioso anuncio que requería una persona para el departamento de relaciones públicas y marketing para trabajar en un equipo de GP, convencido de que se trataba de un equipo de Fórmula 1, pero en realidad era Suzuki Heron. Estamos en 1976 y Taylor se sube al barco de Suzuki en el mejor momento.
Trabajó codo con codo con Barry Sheene, cuando el piloto londinense era la mayor estrella del campeonato, y disfrutó al máximo de sus éxitos, esos dos títulos mundiales en 500 en 1976 y 1977. No cabe duda que Taylor había entrado con buen pie en el mundo del motociclismo, cuya magia lo atrapó para siempre.
Permaneció en Suzuki cuando las cosas comenzaron a ir mal, tras la retirada del equipo de fábrica al finalizar la temporada 1983, y mantuvo una estrecha relación con Sheene, que culminó su última campaña en 1984, con una ya desfasada Suzuki RG500 del equipo Heron, con Taylor ocupando posiciones de dirección dentro de la escudería. Fue precisamente Sheene quien apremió a Taylor para que persuadiera a Suzuki para contratar a un joven y explosivo piloto norteamericano llamado Kevin Schwantz. Y Taylor propició su debut en el Dutch TT de 1986, todavía sin lucir su emblemático número 34, sobre las viejas Suzuki RG. Y, parafraseando el comentario de Louis Renault (Claude Rains) a Rick Blaine (Humphrey Bogart) en Casablanca, aquello fue el comienzo de una gran amistad.
Cuando Suzuki regresó de forma oficial al Mundial en 1987 con su RGV 500, puso a Taylor al mando del equipo, con dos salvajes y prometedores pilotos: Kevin Schwantz y Kenny Irons, y desde 1988 Suzuki fue capaz de dar a Schwantz una moto competitiva con la que luchó repetidamente por la victoria hasta que en 1993 se coronó finalmente campeón del mundo de 500.

Aquellos años en la cima, viviendo momentos cambiantes con el paso de los años, convirtieron a Taylor en uno de los “team manager” más reputados de los grandes premios, con un carácter magnético, un estilo abierto e intuitivo, y una gran habilidad para saber manejar las complejas situaciones que se dan en las carreras. Vivió la transición de 500 a MotoGP, y disfrutó de una nueva oportunidad de celebrar el éxito con el título conseguido por Kenny Roberts Jr en 2000, un triunfo que llegó de la mano de Movistar, que se había convertido en el patrocinador del equipo Suzuki. De aquella queda el recuerdo del excelente carácter de Taylor, su reconocido flema, y sobre todosu serenidad y el excelente ambiente de trabajo que supo crear.
Terminada la temporada 2004, Taylor dio un paso atrás y dejó el Mundial porque quería dedicar más tiempo a su familia, y porque además su salud se había comenzado a deteriorar. Disfrutó de estos años entregado a los suyos, en una apacible y tranquila vida familiar, pero sin perder de vista las carreras, que seguían siendo su pasión.
El año pasado tuvo la oportunidad de reencontrarse con Kevin Schwantz en Goodwood, en el clásico Festival of Speed, donde el norteamericano volvió a subirse en su RGV 500. Aquello fue como cerrar el círculo, en una jornada llena de emociones. Tristemente, su deteriorada salud no le ha permitido seguir adelante, y el pasado martes falleció, rodeado de familiares y amigos, con gran serenidad. DEP.