Si a Mowgli le hubiesen soltado en el desierto junto a una moto en lugar de en la selva, y le hubiesen puesto en bucle los episodios de McGyver, seguramente se hubiese convertido en alguien muy parecido al australiano Toby Price, ganador del Dakar en 2016 y 2019 y que en este 2021 ha protagonizado una de esas proezas que quedan en la historia de la prueba más allá de los resultados.
Al término de la séptima etapa, Price se quedaba a un segundo del chileno Nacho Cornejo en la general, pero con una posición de salida idónea para recuperar el liderato en la octava etapa, segunda parte de la etapa maratón. No había duda: después de una primera semana de vaivenes, el gran referente de los raids en el panorama actual se convertía en el rival a batir.
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De repente, llegó la noticia: Price había rajado su neumático trasero al golpear una piedra, un incidente que explicaba los cinco minutos que había perdido en la segunda mitad de la especial y que, sobre todo, amenazaba con arruinarle el Dakar por completo; ya que al ser etapa maratón no tenía opción de asistencia. Pedir una rueda a un compañero tampoco era una opción: 30 minutos de penalización significaban decir adiós a la posibilidad de ganar la prueba por tercera vez.
Dicen que la crisis agudiza el ingenio, y el motociclismo lo ha demostrado en numerosas ocasiones. Sin asistencia ni recambio, a Price no le quedó más remedio que improvisar y convertirse, por un día, en un ‘bush mechanic’: un concepto australiano que se utilizar para describir a una persona que, ante la necesidad y con los materiales disponibles, es capaz de resolver problemas prácticos de forma poco ortodoxa superando así las limitaciones que hacen imposible hacerlo de forma tradicional.
Un puñado de bridas. Es la imagen que recorrió anoche los resúmenes del Dakar, donde se podía ver al piloto de KTM apretándolas para fijar su neumático todo lo posible. Un apaño que desató reacciones de todo tipo: los más pesimistas veían imposible que aguantase toda la etapa, y los más optimistas cifraban su pérdida en un número de minutos considerable.
“Cruzad los dedos de las manos y los pies por mí. El ‘bush mechanic’ está de vuelta”, escribía antes de salir a la etapa, compartiendo el vídeo de la peculiar ‘reparación’.
Comenzaba la etapa y, desafiando toda lógica, empezaba a marcar el mejor tiempo en los puntos cronometrados. Parecía que el arreglo le permitía ir realmente rápido, la duda era si conseguiría aguantar hasta el final. Y así era: Price llegaba a meta con un tiempo solo superado por Cornejo en poco más de un minuto, y se despedía del neumático de marras: mañana podrá estrenar uno.
Lo que los tiempos no reflejan es lo vivido por el piloto australiano durante la especial. Una aventura que explica así en el comunicado del equipo: “Han sido un par de días realmente duros para mí. Dañé la rueda ayer y, claro, no podía cambiarla. Tuve que repararla lo mejor que pude para hoy y esperar que aguantase. He hecho una buena etapa, pero todo el rato he estado pendiente de ser lo más suave posible y no acelerar demasiado en caso de que el problema fuese a peor. Ser segundo hoy no está nada mal, perdí un poco más de tiempo con el líder pero estoy contento de haber llegado a meta”, admite.
Un tono serio que cambia cuando comparte sus impresiones en sus propias redes, donde también da más detalles sobre las dificultades de la jornada: “Hoy he intentado arreglarlo todo lo posible y cuando llegué al repostaje en el kilómetro 229 ¡vi que solamente quedaba una brida!”, exclama.
“El resto se habían desprendido, pero me limité a mantener la inercia, no acelerar muy brusco y pilotar de forma inteligente. He perdido algo de tiempo pero no pensé que llegaría a meta ¡y menos en la segunda posición y seguir siendo segundo en la general! Es genial ver que el neumático de Michelin me puede llevar a la meta incluso con un gran corte”, concluye.
Una odisea impresionante con sabor a puro Dakar. Una de esas historias cuyo libro es mucho más grande, extenso y rico que el de los resultados de la prueba. A cuatro días del final, Toby Price está en el punto óptimo para ganar su tercer Dakar, y si lo consigue nadie olvidará que fue gracias a la proeza de las bridas. ¿Y si al final no gana? Pues tampoco lo olvidará nadie. Eso es lo bueno del Dakar.
