Cada año, más de una decena de pilotos comienza el Dakar pensando que lo puede ganar. De todos ellos, un puñado cree que solo necesita un poco de suerte para hacerse con el touareg al finalizar el raid. Sin embargo, solo un par o tres salen pensando que lo único que necesitan es que la mala suerte no aparezca, o que lo haga en pequeñas dosis.
Ricky Brabec es uno de ellos. Ya lo era allá en la primera edición disputada en suelo árabe allá por 2020, pese a que entonces llegaba con solo dos triunfos de etapa en cuatro participaciones, de las que tan solo había terminado una: la de rookie en 2016, cuando terminó noveno. Lo era porque, entre otras cosas, el año anterior su moto dijo basta cuando estaba en la pelea por la general.
PRIMER REY DE ARABIA
No sabía entonces que ese número 9 iba a convertirse en poco menos que su amuleto, pero ya empezó a recibir pistas cuando, con el 9 en el carenado, conquistó el Dakar 2020 de forma contundente para acabar con la larguísima sequía de Honda. Como curiosidad, aquel Dakar fue el primero que terminó su amigo Skyler Howes… en novena posición.
Sin haber cumplido los 30, Ricky Brabec se postulaba como potencial dominador del mundo de los raids durante años. Capaz de sostener un duelo de velocidad a pilotos como Toby Price o Joan Barreda, parecía tener un don innato para saber cuándo exprimir su moto al máximo y cuándo jugar con la estrategia.

Todo eso lo refrendó en 2021, cuando terminó en segunda posición por detrás de su compañero Kevin Benavides. Del dominio de KTM entre pilotos europeos y Price se pasaba al de los americanos de Honda, con Brabec quedándose a cinco minutos de repetir el triunfo final en una edición donde fue a la contra desde que cedió 25 minutos en la quinta etapa.
Todo el mundo tenía claro que su segundo touareg llegaría más pronto que tarde, pero el Dakar es traicionero y en 2022 volvió a ceder demasiado tiempo a las primeras de cambio, terminando en una discreta séptima posición. Peor le fue hace un año, cuando unos problemas mecánicos le hicieron abandonar en la tercera etapa y truncaron su racha de tres ediciones seguidas llegando a meta.
Entre tanto, había visto cómo lograban su segundo triunfo en el Dakar Sam Sunderland primero y Kevin Benavides después. Para colmo, el argentino lo hacía tras dejar Honda por KTM. Así que, en 2024, había un aliciente más: volver a terminar con la sequía del ala dorada, que llevaba tres años sin ganar pese a contar con un equipo extraordinario.

UNA CUARENTENA A PLAZOS
Era especialmente duro para él. En enero de 2020, Brabec era un tipo feliz en un mundo que giraba a su velocidad normal. Poco después, el mundo se paraba y se sumía en la maldita cuarentena, con todo el mundo encerrado en su casa. Pero a Brabec le estaba esperando otra cuarentena, algo más bíblica.
Según tres de los evangelios, Jesús de Nazaret pasó cuarenta días de ayuno en el desierto.
Los de Brabec se repartieron entre las ediciones de 2021, 2022 y 2023. En total, llevaba prácticamente cuatro años sin probar las mieles del triunfo final en el Dakar cuando se alineó en la salida del Al-‘Ula el pasado 5 de enero para disputar el prólogo del Dakar 2024. Días antes, no escondía su obsesión por la prueba:

“Para mí el Dakar es como la madre de todas las carreras. A lo largo de todo el año trabajo con el Dakar en mente. No me puedo conformar con nada menos que una victoria, pero hay que conseguirla”, decía antes de comenzar. “Terminar el Dakar debería ser una victoria en sí misma, pero ganar es más, es especial”, sentenciaba.
En las mismas declaraciones dejaba una señal: “Parece que para 2024 vamos hacia donde fuimos el primer año. A mí me gusta. Me encantan las piedras”, se relamía el californiano, en cuya Honda CRF450 Rally había otra señal: lucía el número 9.
TABLA DEL 9 Y NORMALIDAD
Se tomó el prólogo con tranquilidad y, desde entonces, aplicó lo que se podría llamar la tabla del 9: intentar sacar un sobresaliente en cada etapa, pero dejando siempre un poquito de margen para evitarse abrir pista. Fue segundo en la primera etapa (a diez minutos de un Ross Branch desatado) y repitió dicha posición en la cuarta y la quinta.

Cada día se acercaba un poco más al liderato, hasta que lo cogió en la sexta etapa. Pese a que solo tenía 51 segundos sobre Branch, no lo volvió a soltar. Fiel a su plan, volvió a terminar segundo en la novena etapa y ganó la décima casi de rebote: pese a que se dejó ir ligeramente, aventajó en dos segundos a su compañero Nacho Cornejo.
Ahí se lo jugaba todo: abriendo pista en el penúltimo día y con Branch, al que aventajaba en 10 minutos, saliendo 18 minutos después. Si le atrapaba estaba perdido.
Había pasado cuatro años esperando ese momento y no podía fallar.
No falló. Branch hizo su parte, claro, y ganó la etapa. Pero Brabec cuajó una exhibición memorable de navegación y, bonificaciones mediante, entregó apenas 32 segundos con el botsuanés para cubrir el trámite de la última etapa y, por fin, levantar su segundo touareg.

La normalidad había vuelto al Dakar de Arabia Saudí. A Ricky Brabec, que a sus 32 años es el más veterano de Honda, le bastó con que la mala suerte no apareciese en forma de problema mecánico o fallo de navegación para recuperar el trono, poner a Estados Unidos entre los países con dos triunfos y convertirse en el segundo piloto en repetir victoria en el Dakar con Honda.
El siguiente paso es igualar los tres logrados por el mítico Cyril Neveu. Algo que podría pasar perfectamente dentro de un año, si la mala suerte le respeta y todo transcurre por los cauces de la normalidad. Pero, en el Dakar, la normalidad es de todo menos… normal.